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lunes, 14 de septiembre de 2015

Septiembre 12 de 1847; la inmortal epopeya del Batallón de San Patricio


SEPTIEMBRE 12, 2015

Placa_conmemorativa_Batallon_de_San_Patricio
 

¿Qué movía a los integrantes del Batallón de San Patricio para pasarse del lado mexicano y combatir a los Estados Unidos en una lucha desigual y plagada de traiciones?

  A pesar de que la furia cabalista se lanza contra los pueblos cristianos, cada determinado tiempo, surge la gloriosa señal de Dios inspirando a un grupo de valientes para dar un verdadero testimonio de amor por la bendita Cruz, por la Virgen Santísima y por la Patria venerada.
  Hace 165 años, en la injusta y traicionera guerra de la hebreo-masonería contra la joven nación mexicana, la Fe y la Verdad fueron defendidos por un puñado de mexicanos, y extraordinariamente en este caso, por un grupo de católicos irlandeses, franceses, polacos,  italianos y de otras nacionalidades comandados por el capitán John Riley, quienes a pesar de la enorme diferencia en poderío, se alzaron contra la maléfica soberbia imperialista de los hebreos cabalistas quienes despedazaban a esta nación fiel a Cristo.
   Un 31 de agosto, falleció el capitán John Riley luego de sobrevivir a la guerra y ser marcado en la cara con un fierro ardientes con la letra D (Desertor), pero esa marca la llevó con compasión por sus pobres hermanos mexicanos y con orgullo por defender la Catolicidad.

  LA COLONIZACIÓN (INFILTRACIÓN) INICIADA CON BANDERA FALSA

 La primera derrota militar infligida al esclavismo le hizo cambiar de táctica. Formuló su plan de deslizamiento, de lenta ocupación con visos legales. Moisés Austin, de Misuri, consiguió autoriza­ción de las autoridades españolas, en 1821, para establecer en Texas a 300 familias de colonos. Obtuvo la concesión porque basó su solicitud en que esas 300 familias serían de católicos perseguidos por el protestantismo. Al morir Moisés, su hijo Esteban obtuvo en 1823, la renovación y ampliación del permiso de colonización, con inmigrantes de Tenesí, Misisipí y la Luisiana. precisándose que los colonos serían “exclusivamente católicos”.

LA DIPLOMACIA DE LA ESCLAVITUD

Joel Robert Poinsett, enviado de la Masonería a dividir a México...
Joel Robert Poinsett, enviado de la Masonería a dividir a México…
El 18 de octubre de 1822, llegó al puerto de Veracruz, a bordo de la corbeta John Adams, el diputado por Charleston, capital mundial de la Masonería, Joel Robert Poinsett, a cuyo genio confiaron las empresas esclavistas explorar el ánimo de los hombres públicos del México de entonces, acerca de cómo podrían ser movidas las fronteras de los EE. UU. hacia el sur. Poinsett había actuado en Río de Janeiro, Argentina y sobre todo en Chile. Hablaba bien el español; era lo que hoy se llama “experto en asuntos de Latinoamérica”.
   Poinsett visitó al emperador Iturbide el 3 de noviembre en el Palacio Imperial, acompañado del Cónsul de Norteamérica, tratando a fondo el objeto de su comisión: los límites. El Emperador le escuchó y aconsejó cambiar impresiones con don Juan Francisco Azcárate, quien más tarde relató al Presidente don Guadalupe Victoria sus entrevistas con el enviado. “Sobre un mapa de América, el dedo de Poinsett fue marcando la frontera anhelada. Percibí -escribe Azcárate- que la idea era absorberse toda la provincia de Texas y parte del Reino de León tomarse la mayor parte de la provincia de Coahuila, la Sonora y California Baja, toda la Alta y el Nuevo México”.
Mapa de México según plan de Poinsett

PROPOSICIONES DE COMPRA Y DE HIPOTECA

  El 15 de marzo de 1827, el Gobierno de EE. UU. dio instrucciones a su Ministro Poinsett para que hiciese saber “que deseaba modificar los límites territoriales existentes, a cambio de un millón de dólares”, proposición que no fue aceptada.
  El 25 de agosto de 1829, el Presidente Jackson dio instrucciones a su Ministro Poinsett en el sentido de elevar la oferta a cinco millones de dólares, que no fue atendida.
  Y como Poinsett advirtiera que el Gobierno Mexicano estaba decididamente en contra de la enajenación territorial, supuso que ofreciendo un préstamo de diez millones de dólares en hipoteca sobre Texas, podría hacerle triunfar en sus propósitos. Pero el Gobierno de México permaneció sordo a sus demandas y el fracaso de estas negociacio­nes incalificables decidió la independencia de Texas, primero, y la guerra con Estados Unidos después, que costó a México algo así como la mitad de su territorio nacional.

Bandera de los “sanpatricios” con su divisa “ERIN GO BRAGH”


LOS COLONOS DE SAN PATRICIO CONVERTIDOS EN BATALLÓN

  Pero vayamos, para terminar, en viaje hacia la hondura del fenómeno sicológico que convirtió a los colonos irlandeses en héroes al servicio de la patria nuestra, para agradecérselos en toda su magnitud:
Hemos visto que a México debieron su tierra en Texas, en primer lugar; hemos demostrado que en Texas vieron a su patria nueva, cuando Texas, por virtud de las maniobras de la esclavitud se desprendió de México. Falta ahora confrontar la circunstancia emocional que sufrieron cuando Texas fue arrastrada a la Unión Americana por obra, otra vez, de los intereses esclavistas. Y parece claro inferir que sintieron naufragado su anhelo de libertad, frustrada su odisea al través de mares y de tierras, comprendieron que esta vez, ya para siempre, quedarían huérfanos de nuevo, en poder de un sistema esclavizante, injusto y desleal, más, mucho más, que el que sufrieron en su cuna irlandesa, porque en Irlanda no se comerciaba con los hombres, no se les criaba como animales para venderlos como esclavos, ni eran incendiados sus templos tal como en Filadelfia.
  Y al ser obligados por el enganchador de colonos, Austin, a empuñar las armas; al ser forzados a formar un batallón, a marchar contra su propia conciencia -remar contra la corriente de su alma-, a disparar contra sus propios anhelos de ser libres, ellos comprendieron que su lugar no estaba allí. Al tomar el primer contacto las tropas invasoras que venían arrastrando al batallón de irlandeses, con las nuestras, en Matamoros, ellos pasaron a ocupar su sitio en nuestras trincheras. Varios de ellos fueron muertos al pasar. Pero los sobrevivientes siguieron con nosotros -Monterrey, Angostura, Cerro Gordo, Churubusco-, derrota tras derrota, esfuerzo tras esfuerzo, muerte tras muerte, hasta caer prisioneros combatiendo.
Ejecución de los “sanpatricios”

EJECUCIÓN EN MASA

Fidel, nuestro clásico del Romancero Nacional, que presenció la escena espantosa de la ejecución en masa, hace ciento sesenta años, la describe de este modo:
“Detrás de la Plaza de San Jacinto, a la espalda de las casas que ven al Oriente, se pusieron de trecho en trecho y se amacizaron gruesos vigones con trabes gruesas, tendidas horizontalmente en la parte superior, colgando otras reatas verticales de espacio en espacio “Los prisioneros fueron distribuidos según los claros de las vigas. A cierta distancia, entre gritos y chasquidos de látigos, ataron con soga corrediza el extremo de los lazos colgantes al cuello de los prisioneros… y, en medio de gritos, hicieron correr a los caballos que tiraban de los carros. Balanceándose en los aires, entre horribles convulsiones y muestras de dolor, quedaron aquellos defensores de nuestra patria…”
  Y Guillermo Prieto concluye: “La agonía de aquellos mártires duró mucho. Los cuerpos de las víctimas fueron sepultados en el florido pueblecito de Tlacopac, situado entre Mixcoac y San Angel”.
 Balada de John Riley
Mi nombre es John Riley
escúchame un momento:
Dejé mí venado en casa, en Irlanda.
Allá imperaba la muerte: hambre o exilio.
Cuando llegué a América
Estaba en mi deber:
Entrar a la Armada
y marchar desde Texas
para unirme a la guerra contra México.
Fue ahí. En esos pueblos y barrancos
cuando comprendí el error que había hecho.
Me vi conquistando pobres y moribundos
católicos con el evangelio de las bayonetas
Yo lo vi en las cárceles donde madres
violadas y niños gritones, denunciaban el hedor pestilente del todo de esa guerra.
Yo y doscientos irlandeses
decidimos levantarnos a la llamada de Él que nos guiaba.
De Dublín a San Diego
dimos testimonio de la libertad negada
Formamos el Batallón de San Patricio
Y peleamos del lado mexicano.
Formamos el Batallón de San Patricio
Y peleamos del lado mexicano.
Marchamos bajo el verde pabellón
de San Patricio
Blasonado con el “Erin Go Bragh”.
Brillaban en él, el arpa y el trébol,
y el lema: “Libertad para México”
Solo cincuenta años después de Wolftone
Todo esto sucedió a cinco mil millas de aquello.
Los yanquis nos llamaron una Legión de Extraños.
Nosotros, desde Dublín a San Diego,
dimos testimonio de la libertad negada.
Formamos el Batallón de San Patricio
Y peleamos del lado mexicano.
Formamos el Batallón de San Patricio
Y peleamos del lado mexicano.
Los combatimos en Matamoros,
porque sus voluntarios violaban a las monjas.
En Monterrey y Cerro Gordo,
nosotros peleamos como hijos de Irlanda.
Fuimos los guerreros rojos de la libertad
luchando junto a estos hombres y mujeres morenos.
Ellos y nosotros, peleamos contra la tiranía
Y me atrevo a decir que… ¡Lo haríamos otra vez!
De Dublín a San Diego
dimos testimonio de la libertad negada.
Formamos el Batallón de San Patricio
y peleamos del lado mexicano.
Formamos el Batallón de San Patricio
y peleamos del lado mexicano.
Los combatimos en cinco grandes batallas.
Churubusco fue la última de ellas.
Abrumados por los cañones de Boston,
caímos después de cada disparo mortal.
Muchos de nosotros murieron
en sus puestos ¡como mexicanos!
Muy lejos de nuestra también ocupada Patria,
fuimos héroes y mártires.
Así es el destino.

Unidad en la Fe

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