La taquigrafía de la crisis es demoledora.
Y como el recordado “Bombardero de Detroit”, Joe Luis, no hace más que acosar a Maduro, latigueándolo sin piedad, con su legendaria sentencia: “Puedes correr, pero no esconderte”.
Sin mejores cartas en la mano nombra un nuevo gabinete económico que da pena, y lo esconde. Ni de casualidad deja que públicamente sea examinado ante el país, como Dios manda, por un nuevo bloque técnico parlamentario de alto nivel, para que sus ministros expliquen con cifras válidas, y después de 18 años en la oscuridad, qué es lo que pasa.
Dónde están los reales. Quién los regaló. A dónde fueron a parar. De qué manera piensan rescatar al país del abismo.
Desde que Chávez lo ungió como su heredero, casi en artículo mortis, como lo fustigó alguna vez un cáustico crítico colombiano, Maduro quedó desconcertado. Y aquí está.
No requiere de ningún decreto para tomar medidas, pero no las tiene y se lanza con una crasa solicitud de más poder, únicamente en la búsqueda de un pretexto político.
Él y su “troupe”, no los consintamos más, carecen por completo de conocimiento económico. Y, por supuesto, al carecer de diagnóstico y claridad conceptual de lo que se traen entre manos, la nueva Asamblea con el nivel técnico de José Guerra a la cabeza, los “raspa”. No aprueban. Ni pueden ir a reparación. Ni arrastrar.
La descomunal dimensión de esta crisis los desaprueba. Y por 107 votos el nuevo Parlamento improbó su solicitud de emergencia económica. Ya basta de viejos trapos y vieja lógica.
Habla que habla y Maduro desaprovecha ilógicamente el escaso tiempo para decir algo nuevo. De la misma manera que despilfarró su oportunidad ante la Cámara, en la que, por cierto, Henry Ramos desmitificó lo militar al dirigirse a Padrino directamente, y uno no sabe aún si es hoy el jefe o el líder (son dos cosas distintas) de la oposición venezolana; pero, al menos en este momento, Maduro lo reconoce como tal.
Aunque todo este acontecer es muy fluido.
Para algunos es el líder y apunta más allá. Sin embargo… Al doblar cada esquina hay una sorpresa. Cierto: no es responsabilidad de la Asamblea proponer medidas concretas, y hay decisiones que no se toman en la Asamblea, aunque la involucre; y sí, el Gobierno tiene que pagar su costo político de la crisis. Pero cuidado, que la política es, como decían aquellos sabios, la percepción que se tiene sobre la política.
Que es lo mismo que la idea que, errónea o correctamente, la opinión pública se arma de lo que realmente sucede.
Aun cuando, como siempre, las cabezas del régimen y Maduro son campeones en saltarse sus propias responsabilidades, hay que jugar este juego con algo más de imaginación, y, ¿por qué no?, testículos. A esta hora en que hay obligatoriamente que asumirse como alternativa, ante un país que espera de este Parlamento –por las grandes expectativas sembradas- algo más que, primero, consumirse políticamente en una especie de conserjería parlamentaria desconectada en carne y nervio de la crisis, y, luego, permitir que este nuevo Poder se deslegitime vertiginosamente, como le acaba de ocurrir al Ejecutivo de Nicolás Maduro.
Pecado: entonces nos quedaríamos sin ningún Poder.
Y eso sí es, amigo lector, peligroso.
Consideramos (dispuestos a equivocarnos) que es demasiado tarde para que Maduro recoja la crisis. Ya el sambenito de la “guerra económica”, por manoseado y estúpido se agotó en las colas, que es donde realmente están convergiendo las necesidades más elementales, matándose por un litro de leche: aquí, los tiempos de la política, son distintos de los tiempos sociales.
Y cuando esto explote –si no se hace nada por evitarlo–, es ahí donde se verá de qué estamos hechos todos. Porque, hasta nuevo aviso, vamos hacia una tronco de confrontación.
Y no es solo este bailoteo estéril entre este presidente Maduro encerrado en una habitación con un solo juguete, y la Asamblea y Ramos Allup. Es que, se repite, Maduro no hecho ni una sola propuesta concreta. Nadie sabe qué va a pasar. No hay nada definido.
Todos los expertos lo enuncian: nos movemos (los treinta millones que nos estamos moliendo) dentro de un colapso económico en cámara lenta.
Y, como decíamos, la taquigrafía de la crisis nos mata.
Nicolás, es un hecho, carece de la calidez personal, de la simpatía natural que a Chávez, como decía el periodista Antonio Caballero, le permitía cantar, bailar, tocar el cuatro sin perder la espontaneidad.
A Maduro, las afiladas aspas del ventilador de la crisis lo destrozan. Lo deshacen. Cuando baila, como dice el otro, no transmite alegría. No transmite nada. Y como sucesor de un líder carismático, en efecto, es lo peor que se puede mostrar.
No. No está hecho para esta crisis.
Era inimaginable pensar que en medio de esta “crisis catastrófica” como él mismo dice, Maduro nos iba a salir con el anuncio de otros “nueve motores, que regirán el desarrollo económico del país para salir de la crisis”.
Ya en enero de 2007, aquel Chávez, viejo enterrador de la comarca, propuso ante el país que se le desguazaba lo que denominó los “cinco motores constituyentes”, para avanzar hacia el Socialismo del Siglo XXI. Que, por supuesto, contemplaban, otra “habilitación” para que él legislara –sin Legislativo, como quisiera Maduro hoy en día– “sobre las materias necesarias para adelantar los cambios hacia el socialismo”.
Y no cuajaron.
¿Recuerdan? Aquel “cuarto motor”, la “geometría del poder”, integrado por la nueva manera de distribuir los poderes sobre el espacio nacional, ya que proponía revisar la distribución político-territorial del país, y “generar las construcción de sistemas de ciudades y de territorio federales”, como un nuevo Napoleón tropical.
Y al inscribir su candidatura una vez más, el 11 de junio de 2012, presentó su “motor” mayor: el “Programa de la Patria” (como siempre, con mayúsculas) para convertir a Venezuela en “la Gran Potencia Naciente (como el sol) de América Latina y el Caribe”, que permitiría “lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz planetaria, preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana”?
Qué manía: cada vez que tienen un problema político, económico, social, tratan de escamotear la realidad y (raro) se inventan un “motor”. Hasta en enero de 2014 ante los micrófonos que se le abrían hacia el espacio exterior, este mismo Maduro explicaba al país sus otros 11 “Motores Productivos”, además de otras “Cinco Revoluciones”.
Como hoy.
Cuando se percibe la impresión de que para estos revolucionarios de pacotilla el tiempo de esta nación, estrangulada hasta la asfixia, se hubiera detenido.
Como en el ocaso del país de la desmemoria.
En el discurso de Maduro ante la Asamblea, curioso, como me lo señalaba un experimentado político, nunca mencionó ni a la revolución cubana ni a Fidel ni a Raúl Castro, ¡ni a Cuba!
Ni una sola vez.
CRÁTERES
- Lo que nos lleva a pensar como todos que al momento lo trituran sus elementos. La crisis más grave que hayamos vivido. Donde todas las instituciones están deterioradas. Cuando las instituciones funcionan, la confianza aumenta; pero esta debilidad institucional crea una absoluta desconfianza entre todos los actores que frente a una crisis deberían tener una mínima comunicación para conformar una salida. Y con este liderazgo que, sin entrar a profundizar en su calidad, después de una sequía de 17 años –pues Chávez eliminó la política, Chávez fue el gran anti-político de Venezuela, salido de la caída de las cúpulas partidistas, de los Notables y aquellos poderosos dueños de medios egocéntricos- todas las toldas están debilitadas. Después del 6-D, como dicen, ninguno de los partidos cobró este triunfo. Entonces: debilidad institucional y calidad de liderazgo. Y luego:
- El Gobierno está representado por una persona que no toma la iniciativa, no gestiona, no convoca, promueve, incentiva o gerencia de forma eficaz y eficiente dentro de este caos institucional. Carece de liderazgo (incluso dentro de su partido), para llevar adelante un plan de recuperación del país como se requiere. Junto al sesgo dogmático (no ideológico) caracterizado por la improvisación, los excesos y el ocultamiento de la realidad. Y lo que centraliza el desastre: la crisis de gestión. No se vislumbra en el gobierno un equipo capaz de realizar una lectura correcta de la situación económica y social. Y donde el enfrentamiento de los altos costos de la crisis para los sectores más inermes y débiles de la población, como con la pobreza, solo es un pretexto para justificar el fraude de un discurso simplificador y populista, que no le permite manejar esta crisis.
- Uno cree que Maduro ya no puede blindar más su permanencia en el poder sobre la base del control institucional, fundamentalmente sobre el TSJ, que no le resuelve la crisis. Al contrario, está siendo devorado por ésta. Su agenda está reducida al terreno político. Convoca para legitimar un supuesto “diálogo” y habla y monta un show en el Teatro Teresa Carreño, llama a 2 ó 3 políticos y a un grupo de empresarios afines, y dice que hay diálogo. Y se ve que se va a dedicar, en lo que le queda de vida en 2016, buscando salvar el cuello, únicamente a la política, con un plan: esterilizar la Asamblea en su función contralora, para dejarla como un espacio para la discusión política. Aunque no tiene como lograrlo.
- Este es el “tira y encoge” que vemos hoy, sin fuerza. Esta semana, en un informe emanado nada más y nada menos que desde el Comando Estratégico Operacional (CEO), los militares reportan la escasez en rubros básicos de entre 59 y 91 por ciento en Occidente. Los vegetales que se ofrecen en los mercados de las alcaldías se agotan en pocas horas. Un informe dirigido al Gobierno, imagina uno (la oposición no tiene nada que ver con eso). Como quien dice: estamos preocupados. Advertimos. Tomen medidas.
- Temor: que la crisis se desborde. Y que no exista ninguna posibilidad de que los dos Poderes (el Ejecutivo y el Legislativo, que se están debilitando más y más en esta confrontación suicida: en la medida en que cada uno considere que el que debilite al otro es el que se va a imponer) impida el desbordamiento institucional.
- Y como es hoy el comentario: Aquí el gran actor va a ser la crisis. Cuando adquiera su rostro humano masivo. Entonces veremos qué papel jugará cada actor. Con un Gobierno acosado y débil, con un partido, el PSUV, ídem.
- Y el “crash” del petróleo. Con sus consecuencias dañinas para la estabilidad de varios países productores y, en particular, Venezuela. Con su epicentro en la crisis china, que está sembrando el pánico en las expectativas de crecimiento mundial, como difundió el FMI. La cadena causal ya está formada, dicen, y solo podrá romperse si Pekín demuestra que puede crecer a tasas superiores al 9%. Cosa que no se espera en el corto plazo. La OPEP influye, pero perdió hace tiempo el control de la producción y de los precios. Y como decía un importante diario en su editorial ayer, “probablemente lo peor está por llegar”. Sin necesidad de recurrir al catastrofismo de los que sostienen que (la crisis china) está produciendo un seísmo más grave que el crash de 2008, hay que advertir que varios países productores (el caso más evidente sería Venezuela) van camino de recurrir al Fondo Monetario Internacional.
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