El pueblo se muere de hambre mientras que el régimen nos sigue asombrando con su incapacidad y con su absoluta inacción frente a esta pavorosa crisis, creada exclusivamente por la revolución. Mientras el tiempo nos devora como sociedad, el régimen deshoja la margarita tratando de ver cómo sale relativamente ileso de un cambio que no tiene vuelta atrás. Ellos saben que no tienen ninguna posibilidad de continuar gobernando hasta la finalización del periodo constitucional en el 2019. Lo que escuchamos en la calle, por todas partes, a cualquier hora, entre los más pobres y la clase media, es que Nicolás Maduro debe salir del gobierno para que los venezolanos, con nuevos aires y en condiciones que propicien un acuerdo de emergencia nacional, podamos resolver progresivamente una crisis que está destruyendo el alma de la nación. La salida de Maduro es un clamor nacional.
El tiempo se les acabó porque además de saquear las riquezas del país, se quedaron anclados en el pasado y la ceguera ideológica les impide reconocer sus errores y darse cuenta que Venezuela no quiere seguir entrampada en la peor estafa de nuestra vida republicana. Queremos libertad, progreso y justicia; nunca más una revolución que nos robó los sueños y pretende arruinarnos la esperanza.
Están jugando con la paciencia de los venezolanos, creyendo que con las idioteces que a diario pronuncian los flamantes nuevos ministros del régimen, pueden ocultar el caos que estamos viviendo. Este gobierno se ganó el record guinness de la estupidez y la imbecilidad, porque resulta inaudito oír tantas estupideces juntas de tantos personeros de la revolución. “Los venezolanos no deben comprar más de cinco o seis zapatos al año”, cuando la verdad más espantosa es que millones de compatriotas a duras penas pueden comprar los alimentos básicos para evitar que sus familias mueran de hambre. “Las colas existen porque las neveras están llenas de comida”; que frase tan cínica e inmoral. Las neveras de los venezolanos están vacías porque no hay comida ni dinero para comprarla, pero tampoco agua para enfriar.
“Las medicinas escasean porque los venezolanos hacen uso abusivo de las mismas”, como si enfermarse fuera motivo de alegría en un país donde la salud pública nos mata de mengua; como si tuviéramos reales para darnos el lujo de almacenar medicinas según nuestros gustos y preferencias. O esta frase “no hay crema dental porque los venezolanos se cepillan tres veces al día, cuando una sola vez al día es suficiente”. Cuando escuchamos estos disparates, no nos queda otra cosa que encomendarnos a Dios porque en las manos de los que administran el país y la salud pública estamos acabados. Que Dios nos agarre confesados con la llegada de cualquier enfermedad.
“La inflación no existe, es inducida por la guerra económica”; esta fue la frase inaugural del nuevo ministro de Economía Productiva – ¿acaso antes era improductiva?-, como si fuera necesario conocer las cifras oficiales de inflación para que nuestros bolsillos sientan la debacle que vivimos. No hay salario que aguante esta situación; los precios se disparan estratosféricamente mientras que el régimen sigue pensando en controles y regulaciones cuando lo que falta es producción y, además, confianza para estimular nuevas inversiones en circunstancias donde impere el Estado de Derecho.
Frente a la escasez de alimentos que nos acerca a una crisis humanitaria, gracias a la destrucción del agro y la industria nacional, el mismísimo Maduro declara en cadena de radio y televisión “tengo mucha fe en la agricultura urbana”, cuando el régimen expropió para abandonar a su suerte más de 4 millones de tierras fértiles en plena producción, favoreciendo a productores extranjeros y a mafias afectas al régimen, a través de la masificación de importaciones que ahora no podemos comprar por falta de divisas.
Un régimen que nos sumió en la peor de las miserias y sigue engañado al pensar que los logros de la revolución son extraordinarios, no tiene moral para seguir gobernándonos. Ellos dilapidaron más de un billón quinientos mil millones de dólares en 17 años y con su caradurismo hablan como si hubiesen llegado al poder el pasado 1 de enero. Este régimen no tiene presente ni futuro, su tiempo se les acabó; pero los venezolanos nos empinaremos sobre las dificultades para iniciar la construcción de una sociedad con un gobierno absolutamente democrático y respetuoso de las instituciones y de los ciudadanos, y una economía sana y fuerte al servicio de los venezolanos.
Soplan tiempos de cambio porque a este régimen fracasado, corrupto e inmoral se les terminó su tiempo; es momento de los venezolanos que estamos comprometidos con la construcción de un país que nunca más caerá en las tinieblas del populismo y del comunismo salvaje.
@EfrainRincon17|Profesor titular de LUZ
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