Si menciono la palabra Daraprim, o quizás el apellido Shkreli, seguramente no te suenen de nada, pero a partir de dentro de unos minutos, sentiréis indignación, quizás odio cada vez que os volvías a cruzar con esos nombres.
La historia que hoy os traigo, y que supone un simple ejemplo, es la de una avaricia desmedida, la de unas prácticas que se están generalizando y la de una mentira que mata.
Algo que hay que erradicar de nuestras sociedades de raíz y hacer pagar a los culpables de los muchos casos como este con la cadena perpetua, pero sin revisión y en sótano sin ventana.
Y comenzaré con lo último que dije, la mentira que mata, y esta es que la industria farmacéutica vela por nuestra salud. No, cada vez más ejemplos muestran que esto no es así. Los grandes holdings farmacéuticos responden al bolsillo de sus accionistas, y por supuesto, si eso circunstancialmente supone curarte, tu salud estará a salvo a cambio de vaciar tu cuenta corriente.
El caso Daraprim: Así juegan con tu salud e incluso matan algunas farmacéuticas
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