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sábado, 25 de junio de 2016

Relatos


El Campo Fértil
Campo de Arroz
Un Maestro dejó a uno de sus discípulos un arrozal para que lo cuidara durante tres años. Cuando el primer año llegó a su término, el Maestro fue a ver el campo y la cosecha había sido muy buena, puesto que el discípulo había provisto a la tierra del agua que necesitaba. Transcurrió otro año, y resultó que la cosecha fue más abundante que la anterior, puesto que el joven había abonado convenientemente el campo. Cuando el tercer año finalizó, el Maestro se dirigió al arrozal para ver los resultados obtenidos. Pero resulta que el discípulo, entusiasmado con lo producido en el año anterior, abonó demasiado la tierra que dio muchísimo arroz pero tan pequeño y frágil que no servía para comerciar con él. En realidad, fue una cosecha inútil, y  el trabajo realizado no dio ningún fruto.
Entonces el Maestro dijo a su discípulo: “Así pasa con las personas. Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas. ”


Lo importante es ser luz
Luciérnaga
Una estrella recién nacida tomó entre sus manitas de luz a una luciérnaga que volaba en el espacioso jardín de la noche. Eres tan pequeñita -le dijo- y tu luz es tan débil.
La luciérnaga se detuvo sobre la hoja de un ciruelo bajando la cabeza para que su hermana no supiera de su tristeza.
Eres tan llena de luz -le dijo entonces con un hilo de voz- y agregó: …y sin embargo, hermana mía, tan ciega. El tamaño de las cosas, ¿pertenece al reino del espacio o al reino de la Esencia? No importa que tan grande seas tú, y cuán pequeña parezca yo, lo que sí es importante es que ambas somos portadoras de luz. Deja tus huellas gigantescas en el inconmensurable cielo; a mí  me basta con iluminar el sendero de los pequeños insectos voladores para que en sus viajes nocturnos no sean atrapados por telarañas y otros peligros. Cada uno ayuda según la luz que posee, no interesa la magnitud o pequeñez del servicio. Lo que sí es importante es que éste sea el producto de la luz que cada uno tiene en su corazón. La fuente es la misma.


Un Cuento Sufí
Perro en el Río

Le preguntaron a un  sabio: ¿quién te guió en el Camino?
El sabio contestó: un perro. Un día lo encontré casi muerto de sed a la orilla del río. Cada vez que veía su imagen en el agua, se asustaba y se alejaba creyendo que era otro perro. Finalmente, fue tal su necesidad que, venciendo su miedo se arrojó al agua, y entonces “el otro perro” se esfumó.

El perro descubrió que el obstáculo era él mismo y la barrera que lo separaba de lo que buscaba había desaparecido.

De esta misma manera, mi propio obstáculo desapareció cuando comprendí que “mi yo” era ese obstáculo. Fue la conducta de un perro la que me señaló por primera vez el Camino.

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