Dicen que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición y parece que la Ciencia le ha dado la razón a este fragmento del refranero popular. Al menos eso se desprende de un estudio elaborado por el Instituto Europeo de Bioinformática (EMBL-EBI) y publicado en PLOS Genetics en el que señalan que los genes de tu pareja y de tus compañeros de piso pueden afectar a tu propia salud. Así que, antes de dar el paso de convivir con otra persona, no solamente debes tener en cuenta sus gustos o manías, sino también las consecuencias que su ADN puede tener en tu bienestar. ¡Como si no fuera ya suficientemente difícil encontrar el amor o a un coinquilino que limpie el baño cuando le toca!
Según explica Amelie Baud, directora del estudio e investigadora de EMBL-EBI, la carga genética de las personas con las que convives puede resultar determinante en cuestiones como el sueño, el peso, la ansiedad, el sistema inmunológico o el tiempo de cicatrización de las heridas. A esta situación de influencia de nuestro entorno se la denomina “efectos genéticos sociales” y subrayan los vínculos entre nuestro estado de salud y los genes de aquellos individuos con los que solemos interactuar de forma cotidiana. Y es que, muchos de nuestros hábitos vienen marcados por nuestro ADN, por ejemplo nuestras horas de sueño. De esta manera, “si tú eres una persona madrugadora y tu pareja tiene un ritmo más nocturno puede hacer que te acabes acostando siempre más tarde de lo que quisieras. Es posible que desarrolles una enfermedad, pero no menciones tus rutinas de sueño a tu médico, quien a su vez, quizá no te pregunte al respecto porque no sabe que es importante”, señala Baud. Por el contrario, si se establece la relación entre esa dolencia, tu ausencia de descanso y los ritmos biológicos de tu pareja, se podrían ajustar vuestros tiempos de sueño y vigilia para lograr un equilibrio más saludable.
En este sentido, los responsables del trabajo sugieren que a la hora de abordar una enfermedad, sería necesario revisar no solamente la genética del paciente en cuestión, sino también la de sus compañeros de vida. Y es que, aunque a menudo intuimos que las personas que nos rodean afectan a nuestra vida, este trabajo permite establecer científicamente ciertos mecanismos biológicos que determinan cómo los individuos se influyen mutuamente.
Para realizar este estudio, los investigadores del EMBL-EBI emplearon a 2.500 ratones y establecieron diversos indicadores relacionados con la salud y la condición del organismo. A continuación lo agruparon de forma aleatoria como ‘compañeros de habitación’ en distintas combinaciones y analizaron si la salud de uno acababa influyendo en la del otro. De esta forma, descubrieron que la influencia de los genes ajenos pude llegar hasta el 29% de la diversidad fenotípica en los rasgos evaluados. E incluso, en algunos casos, observaron que el impacto de los efectos genéticos sociales superó a la de los efectos genéticos propios.
“Aunque de momento solamente lo hemos aplicado en ratones, creemos que este enfoque y nuestros métodos pueden aplicarse también a la condición humana para estudiar cómo los individuos nos influimos los unos a los otros”, expone Oliver Stegle, del EMBL-EBI. El refranero vuelve de nuevo a la carga y, con evidencias científicas en la mano, apunta “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
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