viernes, 30 de enero de 2015

Quiero que seas mía

“Quiero que seas mía”

Habrás oído esa frase miles de veces, en películas, libros, y es posible que incluso en los cuentos e historias de princesas que veías de pequeña. Es como una fórmula mágica, como un hechizo, y si no me crees te voy a proponer un juego: cierra los ojos ahora mismo e imagina a la persona que más te gusta/atrae/de la que estás enamorada susurrándote al oído “QUIERO QUE SEAS MÍA”.
¿Notas como se te pone la piel de gallina y te palpita fuerte el corazón? ¿Notas cómo ardes por dentro y un torrente de emociones fluye por tus venas? ¿No tiemblas al pensar en la persona que amas pidiéndote que seas sólo suya? ¿Se te caen las bragas la baba al pensarlo?
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Si es así, siento decírtelo pero tienes un problema. A lo mejor piensas que estoy exagerando, o que quizá me acaba de dejar el novio y estoy pasando por aquella fase de “el amor es una mierda”… Pero no. No van por ahí los tiros.
¿Has pensado qué es lo que verdaderamente significa esa frase, especialmente la palabra “mía”? Vamos a analizarla.
Mía, en esta frase, es un pronombre posesivo, es decir, indica posesión. Así quecuando alguien te dice “eres mía” en realidad quiere decir que te posee, que tú eres de su propiedad, como si fueras un coche, unos calcetines o un cepillo de esos para quitarse la mierda de las uñas de los pies. Y lo mismo ocurre cuando otras tantas frases, como por ejemplo “tú me perteneces”.
"Tú me perteneces", obra cumbre de la literatura universal
“Tú me perteneces”, obra cumbre de la literatura universal
Pero lo grave no es lo que estas frases significan. Lo grave es lo que estas frases implican.
Cuando perteneces a alguien, tu cuerpo deja de ser tuyo. Ya no eres tú la qué decides qué ponerte, ni para qué ocasión. “Te arreglas para otros y no para mí”, te dice tu pareja cuando sales de fiesta con tus amigas y decides ponerte guapísima para ello. Y son frases del tipo “me gustarías más si no estuvieras gorda, o si tuvieras las tetas más grandes” las que llevan a miles de mujeres a someterse a peligrosas dietas y operaciones de cirugía estética. Cuando tu pareja cree que le perteneces, se creerá con derecho a hacer contigo lo que quiera: forzarte a hacer cosas que no quieres hacer, insultarte, empujarte y llegar incluso a darte una paliza… y todo se justifica porque tú eres suya.
Cuando perteneces a alguien, renuncias a tu intimidad y dejas todo tu mundo en manos de esa especie de Gran Hermano que vigila todos tus movimientos. Ya no puedes ir a ningún sitio sin estar “informando” constantemente a esa persona, a quien debesexplicaciones de con quién estas, qué haces, de qué hablas, porqué estás o no conectada al whatsapp… Todo tiene que estar bajo el control de esa persona, vives con miedo y bajo la sospecha constante.
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Cuando perteneces a alguien, también has de destruir tus vínculos afectivos con otras personas, porque no puedes ni debes tener amigxs (y mucho menos del sexo contrario), ni hacer caso de lo que tus seres queridos te digan. Implica que no hay más mundo ni más gente que esa persona, de la que dependes absolutamente para sentirte feliz contigo misma. Dependes constantemente de su aprobación, de sus “te quiero”, de sus palabras bonitas…
¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?
¿¡Pero qué basura milenaria es esta!?
Y además, normalmente, la relación de propiedad es recíproca: ya no sólo tu eres propiedad de alguien, sino que ese alguien también es propiedad tuya. Y eso también es destructivo para ti, porque cuando crees que alguien te pertenece, eso se convierte en una obsesión, en una droga: consumes toda tu energía en intentar averiguar qué hace esa persona, con quién se relaciona… Te conviertes en detective, cuando podrías dedicar tu tiempo a otras actividades mucho más interesantes y edificantes.
Por tu propia salud mental... ¡no te conviertas en novix obsesivx!
Por tu propia salud mental… ¡no te conviertas en novix obsesivx!
Frenemos un momento… ¿verdad que este retrato del amor no es muy agradable?
¿Y, por qué, a pesar de todo, seguimos viéndolo como “normal”?
La respuesta está en que, a lo largo de mucho tiempo, el Sistema nos ha lavado el cerebro para que nosotras creamos que esto es natural, que es que “el amor duele”. Y lo hace desde la más tierna infancia, con cuentos en los que las princesas tienen que sufrir terribles penurias para encontrar el Amor, personificado en su Príncipe Azul. Ese es el máximo sueño al que debemos aspirar, es esa la recompensa por la que merece la pena entregar tu voz a una bruja, como en el caso de la Sirenita (muy simbólico esto, por cierto), o incluso entregar tu vida, como en el caso de la Bella Durmiente…
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Mujer, no sueñes (a no ser que sea con un tío)
Pero, ¿por qué tanta historia de amor con final feliz? ¿Por qué tanto bombardeo en revistas, películas, novelas?
¿Por qué todo el mundo te medio obliga a encontrar pareja si estás soltera?
¿Y por qué todo el mundo te critica si tienes (o si quieres tener) una relación que no sea convencional, que no se base en la propiedad ni en la dependencia emocional?
¿Por qué parece que todxs forman un complot contra ti?
Todo esto es porque, cuando aceptas ser PROPIEDAD de otra persona, aceptas convertirte en un objeto, y también aceptas renunciar a tu LIBERTAD como individuo, como ser pensante, viviente, y sintiente. Y si renuncias a tener tu propia libertad, tu propio pensamiento, tu propia conciencia, autonomía y capacidad de tomar decisiones… jamás te cuestionarás el lugar en el que el Sistema te ha colocado. Sí, el capitalismo ha secuestrado una idea tan bella y maravillosa como el amor, de tal forma que sus reglas se basen en las mismas reglas que la propiedad privada… todo para mantenerte sumisa y quieta en tu sitio. Pero no te dejes engañar: el amor basado en la posesión no es amor, sino sufrimiento, sumisión, manipulación y dependencia emocional, entre otras cosas.
nunca
¿Y cómo podríamos combatir esta idea del amor tan amarga y mercantilista?
En mi opinión, la mejor forma de luchar contra el amor falso es con amor verdadero, del bueno, del de verdad. Aquel que no se representa con un candado cerrado, que no “ata”, que no “encierra”, sino con un candado abierto: tú abres las puertas de tu mundo a otra persona, cuando quieres y como quieres (y las cierras también cuando quieres)… no para “atrapar” a la otra persona ni que ella te atrape a ti; sino para sumar, para construir, descubrir infinidad de cosas nuevas…
openisbetter
En definitiva, se trata de pasar del “quiero que seas mía”… al “quiero que seas… CONMIGO”
alegria

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