viernes, 21 de abril de 2017

EL FRAUDE DEL CRISTIANISMO

En este artículo, el investigador Fernando Conde Torrens expone, de forma sintetizada, los resultados de sus investigaciones sobre los escritos del Nuevo Testamento.
Tras dos décadas de estudio dedicado, las conclusiones a las que llega Conde Torrens, son demoledoras: el nuevo Testamento es una falsificación histórica, una invención perpetrada bajo los auspicios de Constantino, para crear de forma artificial una nueva religión: el Cristianismo.
Conde Torrens lo expone en su novela histórica “Año 303. Inventan el Cristianismo” y en el artículo que ofrecemos a continuación, el investigador expone las bases de sus conclusiones.
Un texto ineludible que nos permitirá descubrir que estamos, posiblemente, ante el fraude (y la conspiración) más grande de la historia.

INTRODUCCIÓN

En este artículo vamos a tratar un tema sensible, un tema políticamente incorrecto: Nuestra religión, el Cristianismo.
Vayan por delante algunas matizaciones, para que lo que defendamos no hiera sensibilidades, o no hiera la sensibilidad de personas razonablemente maduras.
Lo primero es distinguir entre una doctrina, cualquier doctrina, y las personas que la profesan. Las personas merecen nuestro respeto. Toda persona, sea cual sea la creencia a la que da su conformidad, merece respeto.
Este artículo no va en contra de ninguna persona, no es personal. No va en contra de los cristianos practicantes, ni de los no practicantes, ni va contra las personas agnósticas, ni contra los ateos.
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Para todos ellos, nuestro respeto. No se busca que modifiquen ni un ápice sus creencias. Las creencias son cosa personal, de cada uno. Y todos somos libres para elegir la que nos parezca más apropiada.
Incluso no tener ninguna. Eso, defendemos, ya es adoptar una postura en el campo de la ideología: Cero doctrinas.
Ahora bien, respetar a todas las personas no exige la obligación de abstenerse de analizar las doctrinas.
Las doctrinas en sí se pueden analizar y llegar a conclusiones sobre las mismas, siempre que ese análisis esté realizado con mentalidad científica, con rigor, y que las conclusiones sean fehacientes, comprobables por cualquier persona normalmente dotada.
Hechas estas aclaraciones previas, adelantemos qué se ofrecerá al lector en los próximos cinco artículos sobre este tema, incluido éste.
Se comenzará por describir el estado actual de nuestro mundo, presentándolo como lo que es, un mundo completamente desequilibrado, dividido, sin un norte claro. Casi podríamos decir vergonzoso, impresentable.
La atención se fijará en la educación recibida por los occidentales (los habitantes de Europa, América y parte de Oceanía). Más en concreto, analizaremos las pruebas documentales que demuestran que la religión predominante en Occidente, el Cristianismo, es una religión falsa, inventada en el siglo IV, no en el siglo I. Con un supuesto fundador, Jesús de Nazaret, inexistente.
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Dedicaremos tres artículos a explicar y mostrar las tres pruebas documentales, fehacientes, de que la tesis aquí defendida es correcta:
Los occidentales vivimos engañados desde hace 1.700 años.
Todas nuestras ideas sobre la vida, la muerte, el Más Allá, la Ética, el objetivo de vida de los seres humamos, todo eso es falso, una manipulación.
Y las consecuencias de este engaño abarcan todas las facetas de la vida de los occidentales y muchas de los no occidentales.
Finalmente, en el artículo quinto, se obtendrán las consecuencias de tal situación y una propuesta de solución.

Nuestra situación global es muy similar a la que habría en nuestra sociedad si no hubiera enseñanza de ningún tipo para ejercer las diversas profesiones de la vida habitual.
Como si no hubiera Facultades de ninguna de las disciplinas conocidas, ni Colegios; sólo una formación básica, en la Escuela Primaria, donde se aprendiera a leer, a escribir, a sumar y a restar.
Las otras dos reglas, sólo a los hijos de los guerreros principales. A partir de ahí, a ganarse cada cual la vida como pueda.
El chiquillo que le gustara diseccionar renacuajos y pececillos del río, sería el futuro médico de la aldea. Al chaval que le gustaba hacer construcciones con piedras y barro se le encomendaría la dirección de los puentes para salvar los ríos del entorno. Y lo mismo para los demás oficios.
Y ellos enseñarían a sus hijos sus habilidades. Y éstos heredarían el oficio.
Total ausencia de educación en todos los campos. Sólo la experiencia personal, a lo que cada cual llegue. Preparación, nula.
Ya se comprende que un mundo así equivaldría a volver a la edad de las cavernas. Todos los frutos de la civilización quedarían prácticamente borrados.
Pues bien, así estamos – defendemos – en el campo de las ideas: Asilvestrados, salvajes, ignorantes de todos los progresos de que podríamos disfrutar si hubiéramos recibido una educación digna del ser humano.
Y el mundo que esa ignorancia ha generado es el nuestro, lleno de desigualdades, ambiciones, corrupción, guerras, abusos de unas naciones a otras, de unos seres a otros.
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Hace menos de una hora he leído en Facebook un artículo titulado algo así como “10.000 frases célebres de ateos empedernidos”. Si hay en nuestro Occidente tantos ateos es porque todos han sido inoculados, de pequeños, con una doctrina falsa, que hace aguas. Y su alejamiento, de mayores, es la reacción. Normal.
El Cristianismo, como se demostrará en los artículos que siguen, es una religión falsa, que nació para algo absurdo.
Absurdo para nuestra mentalidad. No era absurda la razón en el tiempo en que se inventó: Para evitar el fin del mundo, por extraño que parezca.
En Roma se permitían múltiples religiones. Eso era obligado, ya que Roma conquistaba indefectiblemente todos los reinos vecinos que no la superaban en potencia militar.
Sólo paró sus conquistas ante los Partos, en Oriente, y ante los Germanos, al Norte, por la derrota sufrida en tiempos de Augusto. Y por la inclemencia del clima. Ante el desierto, al Sur. Y ante el Océano, al Oeste.
Con tantos pueblos, adorando a distintos dioses, Roma debía permitirlos todos. No por tolerancia, sino por sentido común.
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Tal hecho, según un desdichado personaje, había indignado al Dios Único. Y éste, furioso, estaba a punto de enviar el fin del mundo sobre Roma. Salvo que se le desagraviara, instaurando una religión única en todo el Imperio, que le diera el culto debido.
Tal dislate fue rechazado por Diocleciano, Augusto Máximo el año 303. Pero convenció a Constantino, que supo del plan de Lactancio, que así se llamaba el personaje de la feliz idea.
Veinte años más tarde toda la ficción cristiana estaba montada. Los “textos sagrados”, escritos. Los nuevos obispos, designados a lo largo y ancho del Imperio.
Y el Concilio de Nicea iba a dar el pistoletazo de salida, iba a suponer la puesta de largo de la nueva religión.
Entretanto, Constantino se había hecho con el control total del Imperio, derrotando primero a Majencio, en el Puente Milvio, y luego a Licinio, su cuñado, en dos batalla definitivas.
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Debe darse en Occidente un cambio de paradigma. Un cambio de paradigma en la Historia y un cambio de paradigma, aún mayor, en las ideas.
Hay que rehacer nuestro concepto de la Historia del siglo IV. Todo lo que nos han referido es falso, inventado, interesado, deformado, falsificado, un fraude. Y es vergonzoso que lo sigamos dando por bueno. Impropio, infantil.
No hay otra opción, si queremos pasar a la posteridad como una civilización digna de tal nombre, que acceder a un nuevo paradigma, restaurando los valores auténticos, dejando atrás la falsificación ingente que Lactancio, Constantino y Teodosio impusieron a sus coetáneos, nuestros antepasados de hace 17 siglos.
Ahora que las pruebas de todo ello están sobre la mesa, es inadmisible – y sería incomprensible, por no decir inaudito – que se siguiera dando crédito y valor al viejo paradigma, lleno de engaños infantiles, que sólo sirve a unos pocos, en perjuicio de todos los demás.
Instalados en el viejo paradigma, lo que aquí se afirma podría calificarse de locura, insensatez, algo imposible de que sea cierto.
La realidad, como se demostrará en los próximos artículos, es que la inmensa mayoría de los occidentales razona dentro del viejo paradigma, discurre en el seno de la locura.
Occidente lleva 1.700 años instalado en la locura. Por eso tenemos, los occidentales, un grave problema.
El problema más grave que puede tener una civilización. Algo que habrá que solucionar …

Entrevista El Submarí. Día 4-9-2.016.


DOS ETAPAS DE REDACCIÓN

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Antes de continuar, recordemos que la trama de esta presunta falsificación histórica de consecuencias tan abrumadoras, tendría como figuras centrales, a los siguientes personajes…
LACTANCIO, el hombre de la idea, el origen de todo el montaje. No convenció a Diocleciano, pero convenció a Constantino.
EUSEBIO DE CESAREA, historiador y amigo de Constantino. A las órdenes de Lactancio y en contra del proyecto para el que el Emperador Constantino le requirió.
CONSTANTINO, primero tribuno, el año 303, y desde el 306 César y luego Augusto, según ambos cargos, Emperador.
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La primera prueba que se va a exponer va a requerir la atención plena del lector. La prueba consiste en que parte de los Evangelios y Cartas del Nuevo Testamento están redactadas en dos etapas de redacción.
Primero se redactó una etapa, un cierto texto, y posteriormente ese texto fue añadido (“interpolado”, se dice) por otro Autor. Esto sería curioso, pero no grave, si la aportación del segundo Autor fuera una continuación de lo que escribió el primero. Es decir, si ambos tuvieran la misma mentalidad, las mismas ideas. Es decir, si predicaran lo mismo.
Pero no es así. El primer Autor escribe textos ciertos, verídicos, con doctrina válida incluso para hoy en día. El segundo, en cambio, aporta barbaridades conceptuales, errores de grueso calibre. Y que esto es así no es una invención del Autor de estas líneas, sino que veremos luego tres pruebas de que se trata de dos Autores diferentes, con dos mentalidades incluso opuestas.
Vamos a ver un ejemplo de dos etapas de redacción. Hay otros muchos ejemplos, pero vamos a elegir uno, la primera parte de la Carta de Santiago, los primeros 25 versículos. El lector la puede encontrar inmediatamente después de la Epístola a los Hebreos. Comienza con un saludo, en el que no vamos a fijarnos.
Veamos la que fue la primera etapa de redacción. Se indican los versículos de la parte inicial, de la primera etapa de redacción. Están subrayadas las palabras de lo que luego explicaremos son “despegues” y “aterrizajes”. Y están en cursiva las muletillas, palabras que el Autor repite. Al finalizar la exposición de esta primera etapa, explicaremos el significado de alguna palabra poco frecuente.
Primera Carta Original en Santiago. Primera etapa de redacción
5.    Si alguno de-vosotros está-falto de Sabiduría, pídala al-que la da,
Dios, a-todos, generosamente, y sin reproches, y la tendrá.

13.   Nadie, tentado, diga, que: “Por Dios soy-tentado“,
porque Dios nada malo procura, ni tienta a nadie.

14.  Todos somos tentados por nuestras propias concupiscencias,
halagados y arrastrados.

17.  Todo don bueno y toda dádiva perfecta viene de-Arriba,
procede del Padre de las Luces, en quien no hay cambio
alteración o sombra.

18.   Por-su-deseo os engendró con-la-Esencia de-la-Verdad,
siendo vosotros las primicias de cuanto Él ha creado.

21. Luego, expulsando toda mancha y resto de maldad,
con mansedumbre, recibid la-Esencia injertada en-vosotros,
que puede salvar las almas vuestras.

22. Volveos pues Esencia activa, no sólo la escuchéis,
engañándoos vosotros-mismos.

23. Pues si alguno escuchara la Esencia, pero no actuara,
sería como un hombre que mira su rostro innato en el-espejo,

24.  Pero mira y se va, y repentinamente olvidó cómo era.
25. Pero quien atisba la Ley perfecta, la de la-libertad, y persevera,
no como oyente olvidadizo, sino haciendo obras,
ése será bienaventurado en las obras suyas.

Sería bueno que el lector comprobara en su Biblia si el texto que figura en la misma guarda más o menos semejanza con esta traducción, hecha directamente del griego. Puede haber alguna sorpresa y así verá cómo se deformaron con las traducciones algunos conceptos clave.
Conviene explicar el concepto de Esencia. Realmente el original dice “Logos”, que significa “Divinidad” según Heráclito. Desde tiempos de Heráclito, siglo IV antes de nuestra era, todos los Maestros griegos empleaban el “Logos” de Heráclito para nombrar a la Divinidad, una Divinidad no personal, entendida como “la Causa de las cosas”. Es el mismo “Logos” del inicio del Evangelio de Juan, “En el principio existía el Logos, y el Logos era Dios”. Decir “el Logos” era lo mismo que decir “la Divinidad”.
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Un concepto común a todos los Maestros griegos es que cada humano lleva dentro una semilla de la Divinidad. Y el Autor de la primera etapa de redacción recoge esta doctrina.
Pero lo que nos interesa es la suerte de esta primera etapa de redacción. Va a ser añadida, interpolada. Y se va a convertir en lo que sigue, que el lector tiene en su Biblia.
En negro la primera etapa de redacción, o parte Original. En rojo, la interpolación, o segunda etapa de redacción.
Primera Carta en Santiago. Primera y segunda etapas de redacción
2. Tened amplio gozo, hermanos míos,
cuando encaréis tentaciones diversas,

3. sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia,
4. y la paciencia consigue una obra completa,
para que seáis perfectos y plenos, y nada os falte.

5.  Si alguno de-vosotros está-falto de Sabiduría, pídala al-que la da,
Dios, a-todos, generosamente, y sin reproches, y la tendrá.

6. Pero pídala con fe, sin dudar. Que el que duda es como ola del mar
llevada y zarandeada por el viento.

7. Que no imagine ese hombre que recibirá algo de Dios.
8. Un hombre indeciso, inestable en todos sus caminos.
9. Gloríese en cambio el hermano humilde en su grandeza,
10. opuestamente el rico gloríese en su pequeñez,
porque pasará como la flor de heno.

11. Porque salió el sol con calor abrasador y secó la hierba,
y su flor cayó y la belleza de su rostro murió.
Así también se marchitará el rico en sus negocios.

12. Muy dichoso el hombre que soporta la tentación, porque,
una vez probado,
recibirá la corona de la vida, que él prometió a quienes le aman.

13.  Nadie, tentado, diga, que: “Por Dios soy-tentado“,
porque Dios nada malo procura, ni tienta a nadie.

14.  Todos somos tentados por nuestras propias concupiscencias,
halagados y arrastrados.

15. Siempre la concupiscencia, tras concebir, engendra pecado,
y consumado el pecado, surge la muerte.

16. No os equivoquéis, amados hermanos míos.
17.  Todo don bueno y toda dádiva perfecta viene de-Arriba,
procede del Padre de las Luces, en quien no hay cambio
alteración o sombra.

18.   Por-su-deseo os engendró con-la-Esencia de-la-Verdad,
siendo vosotros las primicias de cuanto Él ha creado.

19. Escuchad, amados hermanos míos.
Sea todo hombre rápido para oír, lento para hablar, lento a la ira.

20. Que la ira del hombre no produce la justicia de Dios.
21. Luego, expulsando toda mancha y resto de maldad,
con mansedumbre, recibid la-Esencia injertada en-vosotros,
que puede salvar las almas vuestras.

22. Volveos pues Esencia activa, no sólo la escuchéis,
engañándoos vosotros-mismos.

23. Pues si alguno escuchara la Esencia, pero no actuara,
sería como un hombre que mira su rostro innato en el-espejo,

24. Pero mira y se va, y repentinamente olvidó cómo era.
25. Pero quien atisba la Ley perfecta, la de la-libertad, y persevera,
no como oyente olvidadizo, sino haciendo obras,
ése será bienaventurado en las obras suyas.


Capte el lector la diferente mentalidad de ambos Autores.
Vamos a fijarnos ahora en lo que hemos llamado “despegues” y “aterrizajes”. La situación es la siguiente:
El primer Autor ha dejado escrita la primera etapa de redacción. Al cabo de cierto tiempo viene el segundo Autor y a este hombre no le agrada en absoluto lo que ve escrito. Y decide cambiarlo. ¿Qué autoridad tenía él para modificar lo que había escrito el anterior? Ésa es una pregunta a la que todavía no podemos responder. El hecho es que actuó y cambió el texto.
Pero hay un problema, tiene que añadir sus frases de modo que encajen con lo que ya está escrito. Eso le obliga a que ciertas palabras, o conceptos, de lo que irá justo antes de lo ya escrito entronquen con las ideas ya establecidas por el primer Autor.
La primera frase del Autor primero – mire el lector el versículo 5 – dice Si alguno de-vosotros está-falto de Sabiduría”. Por eso el interpolador termina su primer aporte (versículo 4) con “y nada os falte. En griego son leipomenoi yleipetai.
Tras la primera frase en negro, el interpolador quiere añadir más material. La frase en negro (vers. 5) es pídala al-que la da”. Por eso él empieza su siguiente aportación (vers. 6) con “Pero pídala con fe”. Y así encaja perfectamente y no se nota que hay dos manos. En ambos casos se emplea la misma palabra en griego, aiteitw.
Sigamos. El versículo 13, siguiente párrafo en negro, comienza con Nadie, tentado, diga”. Por eso el interpolador coloca en la última frase de su aportación previa lo de “Muy dichoso el hombre que soporta la tentación, porque eso encaja perfectamente con lo que ya está escrito, “Nadie, tentado, diga”. En griego son peirasmon y peirazomenos.
Siguiente “despegue”: Dice el original en negro (vers. 14): “Todos somos tentados por nuestras propias concupiscencias”. Y comienza a continuación lo aportado por el interpolador (vers. 15): “Siempre la concupiscencia…”. La misma palabra en ambos, epizumia.
Para los dos últimos “aterrizajes” el interpolador recurre a la llamada de atención. Está hablando de las concupiscencias. Y como debe aterrizar en un discurso totalmente distinto, intercala (vers. 16) ese “No os equivoquéis, amados hermanos míos”, que cambia la dirección del discurso. Y lo mismo para el último acto, donde aporta algo completamente diferente con ese “Escuchad, amados hermanos míos”. Es decir, que ambas muestras de efusión son falsas, lo fueron por necesidades del guión.
Y se acaba la Carta primera, con sus dos etapas de redacción, que han quedado perfectamente ocultas hasta el día de hoy.
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Otras dos pruebas complementarias de que alguien le enmendó la plana al primer redactor – por si el lector las necesita – son:
* Las muletillas de uno y otro, señaladas en cursiva.
* Las ideas que ambos introducen en el texto.
Las muletillas del interpolador, sacadas de la continuación de la carta, son:
Fe pobre rico juez juzgar juicio cosmos nombre Ley pecado todos obras Escritura gracia Parusía paciencia verdad.
El juicio, al final de la vida. El pecado. La fe y las obras. La Parusía, o segunda venida de nuestro Señor Jesucristo al final de los Tiempos. Las citas de la Escritura. Éstas son las ideas que gustan al interpolador. Estas palabras no son muletillas del primer Autor.
Anote el lector, si lo necesita, las ideas que el interpolador introduce en su prédica. Y compárelas con las del Autor de la primera etapa de redacción.
El lector queda invitado a leer el resto de la Carta de Santiago y a descubrir una segunda Carta Original, oculta en el texto total, que fue interpolada con la misa técnica y por el mismo interpolador. Una ayuda para encontrarla puede ser la expresión “poner freno”.

Esperamos que haya quedado claro que algo oscuro se esconde en los “textos sagrados” del Nuevo Testamento. Las tres cartas de Juan, el Evangelio de Juan y el de Marcos están escritos íntegramente en dos etapas de redacción, asimismo con doctrinas opuestas.
Algo raro se ocultaba en la fundación del Cristianismo. Daba la impresión de que un primer fundador escribió los textos fundacionales con doctrina acertada, similar a la de los Maestros griego del pasado. Y luego vino otro, con ideas mucho más elementales, llenas de visión mágica y con ganas de meter miedo, e hizo que el texto final reflejara su visión, destruyendo las ideas primeras, a pesar de ser mejores que las suyas. Por cada 10 frases de la primera etapa de redacción, el segundo colocó 90 de las suyas.
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Los propios textos demuestran – sin ningún género de duda – que se dio una pugna ideológica brutal en los mismos comienzos, cuando se estaban redactando los “textos sagrados” cristianos, el Nuevo Testamento. La prueba ha quedado en los mismos escritos en griego. No se puede negar el hecho, porque son los textos con los que se predica la doctrina y se defiende la historia. Y nunca desaparecerán.
¿Quiénes eran el uno y el otro? ¿Cuándo actuaron? ¿Por autoridad de quién? A estas preguntas podremos responder, también con pruebas escritas, a lo largo de este escrito.

NOTA DEL AUTOR

SUGERENCIAS PARA PODER ESTUDIAR ESTE APARTADO
No se trata, de que nadie se crea nada. Ni de que el Autor del libro esté en posesión de la verdad absoluta. Cuando alguien investiga, averigua algo y escribe un libro sobre ello, es suficientemente sensato como para tener claro que sus razones han de convencer. Por eso se esfuerza en que éstas aparezcan claras en su libro. Y eso he hecho. Las razones aparecen claras y convincentes en el libro. Las pruebas tantas veces mencionadas están en el libro.
En este artículo se puede sólo mostrar en qué consisten las pruebas, de qué índole son. No pretenda nadie convencerse de la tesis del Autor con estos artículos. No plenamente, sin ningún género de dudas. No se pretendió eso en ningún momento. Porque no es posible. Las 864 páginas del libro no pueden producir el mismo efecto de convicción que las 20 ó 30 páginas de estos artículos.
Con esteartículo el lector sabrá si la investigación es genuina o no. Si expone aspectos conocidos o desconocidos, serios o insulsos, con cierta fuerza probatoria o sin ninguna. Si le merece la pena enterarse a fondo, en el libro, o no. Nada más.
Vamos ahora con unos comentarios sobre cómo entrar en la prueba primera, la doble etapa de redacción. Este artículo no es para leerlo de principio a fin y pretender llegar a una conclusión sobre la validez o no de la prueba. Tal cosa, así, es imposible. Cualquiera que tenga estudios universitarios sabe que para entender y aprenderse una lección difícil no basta con leerla una vez de corrido.
Ya se ha dicho en la primera línea del apartado, se requiere la atención plena del lector. Porque lo que se muestra es una lección difícil, algo de lo que el lector no tenia idea, algo nuevo. Por tanto hay que estudiarlo, no sólo leerlo. Sólo con leerlo no se entiende. Y quienes han comentado algo en las primeras 24 horas tras su publicación, no han entendido. Porque no lo han estudiado. Hay que leer muy despacio, volviendo continuamente sobre sus pasos cada vez que surja alguna duda.
La Carta Original, en negro, se entiende fácil. Cuando se ha leído es obligado buscar ese pasaje en los propios Evangelios y cotejar la versión ofrecida con la versión que tiene el lector en su “Biblia”. Y fijarse en las diferencias, que las habrá. Especial interés en la traducción al griego “Logos”, que aquí se traduce por “Esencia” (también podría ser “Divinidad”) y ver qué pasa con ese concepto si se traduce, por ejemplo, por palabra. Darse cuenta de ello.
Como el texto total de la Carta está a diferentes colores, es fácil percibir qué es etapa original y que es añadido posterior. El lector debiera leer todo seguido el texto en rojo, para comprender qué conceptos son queridos al interpolador, o segundo escritor. Y leer de corrido el texto total. Primero, en la versión que aquí se ofrece, bien traducida del griego, lo que escribió Eusebio. Y, luego, leer el texto que le ofrece su Biblia, la que él compró en una tienda de Biblias. Y comparar ambos textos, el mensaje que transmiten.
Viene la parte más complicada, más laboriosa de entender: Captar cómo se hace una interpolación para que ésta no sea notada. Se trata de ver la habilidad del falsificador, [porque una “interpolación” es una falsificación, no nos engañemos; llamemos a las cosas por su nombre] para que su trampa pase inadvertida.
Y aquí es donde el lector debe aplicar lo mejor de su mente para poder seguir las indicaciones que se hacen, volviendo al texto rojo y negro cuantas veces haga falta, para captar los conceptos de “despegues” y “aterrizajes”. Hay que verlo con toda claridad. Es siempre lo mismo, repetir una palabra que haga de nexo, que engañe al lector, y éste no pueda diferenciar lo que había de lo que se añade.
Una vez esta comparación esta dominada y comprendida, viene lo último ya. Las pruebas complementarias para demostrar que son dos textos hechos por dos personas con mentalidades opuestas. Esto es vital, porque no sería grave si el segundo ampliara y prolongara la predicación del primero, que tiene más derecho que él para predicar algo en concreto, porque es anterior, más cercano al “Fundador”.
Las muletillas, palabras que se repiten, indican qué mensaje puso el primero y qué quiere introducir el segundo autor. Son distintas, porque las ideas de uno y otro son excluyentes, no son las mismas, son opuestas. El primer mensaje no contenía las ideas del segundo. Esto se comprueba con las muletillas y con las ideas que se contienen en el texto. No las hemos indicado en el artículo, lo debe hacer el lector.
Hemos puesto una tarea al lector interesado: Encuentre, en el resto de la Carta de Santiago, una segunda Carta original. La clave, la expresión “freno” o “poner freno”. Con eso debe bastar. Es difícil y largo encontrar las tres primeras frases de la Carta Original. Pero, una ve encontradas las tres primeras, las demás salen enseguida. Para el que no logre encontrarla, la solución está en este enlace. Tenga en cuenta que si mira el enlace, ya no podrá buscarla por él mismo nunca:

Vídeo con Navarra Televisión. Día 28-8-2.016


ACRÓSTICOS OCULTOS

Otra prueba de que Los Evangelios y todos los libros “cristianos” primitivos fueron escritos en el siglo IV lo constituyen los acrósticos – que llamaremos también “firmas” – que están escondidos en numerosos escritos “cristianos” anteriores a Nicea.
¿Qué es un acróstico? Un mensaje que se da medio oculto en un escrito. He aquí un ejemplo. Mensaje de un muchacho:
La destinataria se sentirá muy complacida, siempre que no sospeche que el verso esconde un mensaje envenenado en forma de acróstico:

Había en la Antigüedad dos tipos de acrósticos: Los que se colocaban en un texto para ser vistos, y los que se incrustaban en un texto para ser vistos sólo por el destinatario del escrito. Que tal acróstico se encontrara en ese escrito era prueba de que aquel mensaje venía, efectivamente, de la persona que firmaba el escrito.
Para ello era necesario que ambos, remitente y destinatario, se hubieran puesto de acuerdo previamente para concretar qué palabra o palabras podían formar parte del mensaje oculto y a qué distancia de los extremos de los párrafos, o líneas, debían encontrarse sus letras.
Lo mejor será explicarlo con un ejemplo. Supongamos que el lector y el Autor de estas líneas se ponen de acuerdo para incluir en su correspondencia una determinada clave, que indique que es precisamente el otro el que ha escrito el mensaje que uno recibe. Sea esa clave “SIMÓN”.
El acuerdo previo podría ser como sigue:
1. En escritos con 5, 6 ó 7 párrafos, se incluirá la palabra “SIMÓN” hacia el inicio o hacia el final de los párrafos, pudiendo colocarse tanto al derecho como al revés. Para escritos con más párrafos, se establecerá otra clave con más letras.
2. Las letras de “SIMÓN” estarán a 8 lugares de los extremos, contando la letra de la firma como un lugar.
Los acrósticos más frecuentes se colocan al inicio de los párrafos, como primera letra de dicho párrafo. Es el ejemplo ofrecido. En tal caso es fácil ver si hay un acróstico o no; basta echar una mirada a las primeras letras y ver si forman un texto legible o no. Así son los acrósticos que hemos denominado “para ser vistos”. No se pretende ocultarlos, todo lo contrario.
Acróstico de Porfirio dedicado al Emperador Constantino
Pero en la Antigüedad también se usaban acrósticos “para no ser vistos” sino por dos personas, las que habían pactado a qué reglas debía obedecer.
Si el acróstico que hemos mencionado, “SIMÓN”, fuera un acróstico “para ser visto”, las reglas serían que se colocara siempre al inicio de los párrafos, y siempre de modo que se lea al derecho, conforme avanza la lectura. Y los lugares que ocuparían el total de las letras de la firma serían 5, las propias letras.
Pero como nuestro acróstico es del tipo “para no ser visto”, se colocará preferiblemente al final de los párrafos, para dificultar su localización. Y se meterá alguna letra un lugar, dos, o tres lugares dentro del texto, porque así lo ordena la segunda regla pactada.
Un ejemplo de qué aspecto ofrecería un texto arbitrario dotado de acróstico oculto sería el siguiente:
Mi querido amigo Sisebuto:
Espero que al recibo de ésta estés bien.
A mí me son totalmente favorables los hados.
He podido encontrar al amigo del que hablamos.
Lo hemos resuelto todo y pronto podré salir de aquí.
Recibe un fuerte abrazo y mis mejores saludos.
Siempre tuyo, Fulgencio.

Recuérdese que el acróstico está puesto “para no ser visto”. Nada hace sospechar a un lector ignorante del convenio privado que en este escrito haya una palabra clave oculta.
Pero sepamos lo que Sisebuto va a ver cuando reciba la misiva:
Las letras de la palabra pactada, “SIMÓN”, ocupan las posiciones 1-1-3-2-1, cuya suma es, efectivamente, 8. Eso le indica a Sisebuto que la carta proviene, en efecto, de su amigo Fulgencio. Sólo él es capaz de dar esa estructura al escrito.

Se entiende ahora que esta clave, “SIMÓN”, vale para escritos con 5, 6 ó 7 párrafos. Que dejan ninguna, una o dos frases sin letra de la firma. La firma se colocaba centrada en el texto. Para escritos más largos, habrá que pactar otras palabras con más letras.
Dicho esto, digamos también que una de las personas que redactó Evangelios y escritos “cristianos” primitivos, anteriores a Nicea, no estaba de acuerdo con la tarea que le habían encomendado y que debía realizar. Y se las ingenió para colocar el mismo acróstico, “SIMÓN”, en todos los textos que escribió. Con ello demostraba que todos aquellos libros los había escrito él y no eran de los diversos Autores que figuraban como tales. Estamos refiriéndonos a los Evangelios.
La falsa Carta de Santiago era uno de estos escritos. Por ello en dicha Carta hay una firma de “SIMÓN”. Como él escribía en griego, la firma está en el texto primitivo, que está en griego.
Para poder ofrecer al lector la firma en el texto en griego, antes lo traduciremos al castellano. Pero lo haremos de modo que se conserve la firma. Para ello debemos forzar un poco el texto, ya que de lo contrario la firma no aparecería en la traducción.

Traducción de la Primera Carta Original en la Carta de Santiago

1. Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesúcristo, a las doce tribus de la Diáspora.
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2. Tened amplio gozo, hermanos míos, cuando encaréis tentaciones diversas,
3. sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia,
4. y la paciencia consigue una obra completa,
para que seáis perfectos y plenos, y nada os falte.
5.    Si alguno de-vosotros está-falto de Sabiduría, pídala al-que la da,
Dios, a-todos, generosamente, y sin reproches, y la tendrá.
6. Pero pídala con fe, sin dudar.
Que el que duda es como ola del mar llevada y zarandeada por el viento.
7. Que no imagine ese hombre que recibirá algo de Dios.
8. Unhombre indeciso, inestable en todos sus caminos.
9. Gloríese en cambio el hermano humilde en su grandeza,
10. Opuestamente el rico gloríese en su pequeñez,
porque pasará como la flor de heno,
11. porque salió el sol con calor abrasador y secó la hierba,
y su flor cayó y la belleza de su rostro murió.
Así también se marchitará el rico en sus negocios.
12. Muy dichoso es el hombre que soporta la tentación,
porque, una vez probado, recibirá la corona de la vida,
que él prometió a quienes le aman.
13.   Nadie, tentado, diga, que: “Por Dios soy-tentado“,
porque Dios nada malo procura, ni tienta a nadie.
14.  Todos somos tentados por nuestras propias concupiscencias,
halagados y arrastrados.
15. Siempre la concupiscencia, tras concebir, engendra pecado,
y consumado el pecado, surge la muerte.
16. No os equivoquéis, amados hermanos míos.
17.  Todo don bueno y toda dádiva perfecta viene de-Arriba,
procede del Padre de las Luces, en quien no hay cambio
alteración o sombra.
18.   Por-su-deseo os engendró con-la-Esencia de-la-Verdad,
siendo vosotros las primicias de cuanto Él ha creado.
19. Escuchad, amados hermanos míos.
Sea todo hombre rápido para oír, lento para hablar, lento a la ira.
20. Que la ira del hombre no produce la justicia de Dios.
21. Luego, expulsando toda mancha y resto de maldad,
con mansedumbre, recibid la-Esencia injertada en-vosotros,
que puede salvar las almas vuestras.
22.    Volveos pues Esencia activa, no sólo la escuchéis,
engañándoos vosotros-mismos.
23.    Pues si alguno escuchara la Esencia, pero no actuara,
sería como un hombre que mira su rostro innato en el-espejo,
24.   Pero mira y se va, y repentinamente olvidó cómo era.
25 Pero quien atisba la Ley perfecta, la de la-libertad, y persevera,
no como oyente olvidadizo, sino haciendo obras,
ése será bienaventurado en las obras suyas.

Veamos qué enseñanzas se pueden obtener de este texto. El Autor coloca el acróstico en la interpolación, en la segunda etapa de redacción. Siempre lo hace así.
Es el momento de descubrir la personalidad de los dos Autores de que hemos hablado. El hombre que presenta a Jesús como un Maestro de Sabiduría es Eusebio de Cesarea (luego veremos por qué se sabe que es él.) Él era un Maestro de Sabiduría y toda la doctrina auténtica que hay en el Nuevo Testamento es suya, son parte de su Sabiduría.
El Autor que defiende las ideas de la interpolación es Lactancio, el hombre de la idea, el jefe del equipo, el protegido de Constantino. Cuando Eusebio escribe los escritos del lote que le han correspondido debe hacer que el total refleje las ideas de Lactancio. Pero incluye una primera etapa, con doctrina verdadera. Y luego él mismo la interpola con las ideas de Lactancio, copiando su estilo, muletillas, ideas a inocular, etc.
Y es el momento de decir también que la palabra “SIMÓN” en griego ‘koiné’ significa “falso, burla”. Con ello Eusebio se estaba burlando de toda la doctrina de Lactancio y dejaba constancia de que era falsa.
Debemos aclarar también que la división en versículos es muy posterior, y es un intento de desdibujar la estructura original en párrafos, cada párrafo con una letra de la firma.
En concreto, digamos que los versículos 1, 2 y 3 eran un solo párrafo en el texto primitivo. Un solo párrafo queda fuera de la firma de “SIMÓN”. Pero si se ponen más, se disimula este hecho.
Del mismo modo, 6 y 7 eran un solo párrafo, y se dividió en dos por la misma razón. También 8 y 9 eran un solo párrafo, y se dividió en dos para que así las letras de la firma no encabezaran párrafos seguidos y no se vea tan clara la firma.
Igualmente, 10 y 11 eran un mismo párrafo. Esto se ve con toda claridad, porque ambos tratan de la flor de heno. Se dividió en dos para echar un poquito de niebla sobre la firma. Y por último, también 19 y 20 eran un solo párrafo. Ambos hablan sobre la ira.
Evidentemente, una traducción no es prueba de nada. La prueba es el texto original en griego. Y en él se aprecia con toda claridad la firma delatora, “SIMÓN”, puesto por Eusebio de Cesarea. Lo que en nuestro idioma es SIMÓN, en griego antiguo, con la fuente empleada – Symbol – es…

Primera Carta Original en la Carta de Santiago

Por limitaciones de espacio, no podemos ofrecer más que un solo acróstico de “SIMÓN” obra de Eusebio de Cesarea, autor de los Evangelios. En “Año 303. Inventan el Cristianismo”, se ofrecen catorce.
Lo que sí se puede indicar es por qué identificamos a “SIMÓN” con Eusebio de Cesarea. Es muy sencillo, porque hay una obra perfectamente conocida por todos los estudiosos del Cristianismo primitivo, la “Historia eclesiástica” de Eusebio de Cesarea. En ella también aparecen varias firmas de “SIMÓN”. Eso también se ve en el libro citado.
Los detractores que han surgido – ninguno de los cuales ha leído el libro donde expongo las pruebas documentales – argumentan que lo de “SIMÓN” no son acrósticos. El argumento que esgrimen es que no responden a la definición que de “acróstico” hace la “Real Academia Española de la Lengua”.
Epístolas de Plinio. Lyon, 1.693.
Contienen acrósticos ocultos.
A esto pueden objetarse tres cosas: Que las reglas a las que obedecían los escritos de tiempos de Constantino y de Trajano (pues también se han encontrado acrósticos similares en la correspondencia de Trajano con Plinio) no pueden verse limitada por las definiciones que se hagan por una Institución que ve la luz en el siglo XVIII. Equivale a darle efectos retroactivos en el tiempo y en el idioma, y eso no es de recibo. Porque la Academia define conceptos para el castellano y los acrósticos están en latín del siglo IV y anteriores.
Pero a mayor abundamiento, dice la Real Academia Española de la Lengua (1):
Acróstico: Dicho de una composición poética: Constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo o una frase. Utilízase también como sustantivo masculino.
Y de “medio” dice mi Diccionario Espasa Quince:
Medio: Dícese de lo que está entre dos extremos, en el centro de algo o entre dos cosas.
De modo que lo que se adjetiva con el calificativo de “medio” puede estar en el centro de algo, pero también puede estar entre dos extremos, o entre dos cosas.
Y las letras de los acrósticos de Eusebio están entre dos extremos de los textos. Luego son efectivamente “acrósticos”, incluso según lo definido para el idioma castellano por la Real Academia Española de la Lengua desde tiempos de la Ilustración.
Y por último, casi podría asegurarse que incluso los autores modernos colocan acrósticos en sus obras. ¿Para qué? Por si se copia su obra, para poder demostrar ante un Juez que oculto en el texto y con unas reglas que sólo él conoce y que él ha decidido, esta su nombre como autor del libro. Y precisamente porque este hecho es sabido, quien copia la obra de otro se la da usualmente a un ayudante, para que la re-escriba cambiando todas las frases, y destroce así cualquier acróstico del autor que pueda haber.
Y las reglas que coloque un determinado autor para su acróstico pueden ser todo lo complicadas que quiera, pero siempre eso será un acróstico, porque esas reglas son fijas, se cumplen siempre. No se puede poner vallas a la decisión de cómo hace uno su propio acróstico. Porfirio hacía acrósticos “para ser vistos” y el mensaje estaba en las diagonales y bordeando el texto, que era cuadrado. Editado en la Colección Pisaurensis.

Para finalizar este tema, todos los Evangelios, otras obras más del Nuevo Testamento – como la Carta de Santiago – y otros escritos ““cristianos”” anteriores a Nicea, obras de Eusebio de Cesarea, llevan la firma delatora de “SIMÓN” puesta por Eusebio, su Autor.
Ya sé que razonar con acrósticos y con etapas de redacción a alguien que tal vez nunca se haya dedicado a estos temas, pueda resultar un poco arduo. Pero para entender el mundo hay que saber cómo funciona. Y en tiempos de los romanos se funcionaba así, con falsificaciones, con acrósticos, con libros usurpados por terceras personas … Y con lo que aun nos queda por ver, que es todavía más complicado.
La vida nunca ha sido simple, y antiguamente, menos. Por raro que nos parezca. Los antiguos tenían mucho más ingenio que nosotros hoy en día. Los ordenadores nos han vuelto perezosos, de mente roma …
Nos queda la tercera prueba, las “estructuras” con las que se escribía en la Antigüedad.
Luces en la Oscuridad. Pedro Riba. 1-10-2.016
(1) Algunos cambian el orden y hablan de la Real Academia de la Lengua Española. No. La que es Española es la Academia, no la Lengua.


ESTRUCTURAS EN ESCRITOS ANTIGUOS


Otro detalle muy importante si se pretende analizar escritos antiguos es conocer cómo se escribía en la Antigüedad. La necesidad de defenderse de las interpolaciones, y la poca fiabilidad de las copias, hechas a mano y sujetas a error, llevaron a los primeros escritores a inventar un curioso sistema para resolver ambas deficiencias.
Se utilizó el ingenio para suplir la falta de medios de entonces. Se inventó la escritura con estructura. De forma que todo escritor antiguo dotaba a sus textos de estructura.
Sepamos qué significa esto.
Conforme se escribe un texto, se aumenta el número de palabras que lo componen. Y conforme se redacta el escrito, se añaden signos de puntuación.
A cada signo de puntuación que se colocaba se llevaba la cuenta de cuántas palabras tenía el escrito. O, para ser más exactos, se anotaba la cantidad de palabras que había en la última frase añadida, el texto entre los dos últimos signos de puntuación. La suma total de palabras del escrito era un número cada vez mayor. Se formaba, por tanto, una sucesión de números cada vez mayores, las palabras de que constaba el escrito.
Veámoslo con un ejemplo. Nos serviremos de la carta que usamos en un artículo anterior, si bien los signos de puntuación serán distintos.
La mayor parte de los números eran números normales, sin valor alguno. Pero había unos pocos números especiales. Eran especiales los números que eran la suma desde uno hasta cierto número. Como mínimo había que sumar tres números. Así seis, era un número especial, porque
6 = 1+2+3
Sumándole 4 resulta 10, que también era un número especial:
10 =1+2+3+4
Y también eran números especiales 15, 21, 28, 36, 45, 55, 66, etc. A estos números que eran suma del uno al número se llamaban Sumatoriales del número.
Se expresarán como sigue:
6 = 1(3)->3              10 = 1(4)->4
Había otros números especiales. La suma de n números empezando por dicho número. Como mínimo, tres sumandos. El número 12 era un número especial, ya que
12= 3+4+5
A estos números se les llamaba Ianuales. El siguiente Ianual era 22, porque
22= 4+5+6+7
Y los siguientes Ianuales eran 35, 51, 70, etc.
Y se expresarán así:
   12 = 3(3)->5                
22=4(4)->7
Separemos la carta anterior por líneas y llevemos la cuenta de las palabras de cada tramo entre dos signos de puntuación. En la primera columna el número de tramos. En la segunda se indican las palabras de cada tramo. En la tercera, el acumulado de palabras del texto a esa altura del escrito. Luego viene el texto de cada tramo y finalmente los Sumatoriales e Ianuales logrados por el Autor.

Estructura de la carta de Fulgencio

Falta indicar un detalle. Para formar el primer Sumatorial, que en este caso es el Sumatorial de 5, tiene que haber una frase con una palabra, otra con dos, otra con tres, otra con cuatro y otra con cinco palabras. Se pueden sumar dos frases con 2 y 3 palabras para que se forme la frase con 5 palabras, como sucede aquí.
Es decir, los Sumatoriales reflejan cómo de largas son las frases de que consta el escrito. Por eso son necesarios muchos signos de puntuación, para formas frases tan cortas al principio. Si el lector quiere tener una comprobación de este hecho, tome un libro con las Fábulas de Fedro, en latín, y lo verá.
Digamos también que terminar el escrito con un Sumatorial o un Ianual era un detalle que dejaba en muy buen lugar al Autor.
Esto ha sido un ejemplo sencillo, ‘ad hoc’. Vayamos ahora al texto que nos ocupa.

Advirtamos antes que en un artículo no se puede dar razón de todos los aspectos relacionados con las estructuras, por ejemplo, de los criterios de puntuación de la Antigüedad, máxime cuando han sido tergiversados, deformados y mal enseñados durante siglos.
Se ha hecho creer en las “cátedras” sobre “Cristianismo primitivo” que los antiguos no usaban signos de puntuación, que escribían con escritura continua, sin separar siquiera unas palabras de otras. Eso queda desmontado en cuanto uno accede a un papiro neo-testamentario en griego. En el libro se dedica un capítulo a este tema.
Pondremos la estructura de la Carta Original de Santiago, la primera etapa de redacción. Y la pondremos en nuestro idioma.
Cuando se unen dos palabras con un guión es porque en griego esas dos palabras nuestras se expresaban con una sola palabra en griego. El griego y el latín se declinan, lo que une en una sola palabra el nombre y la preposición, o el artículo. La traducción debe hacerse con el mismo número de palabras que el original, para conservar la estructura.
Casi todos los números normales son la suma de otros anteriores consecutivos. Así,
20 = 2+3+4+5+6
Hechas estas advertencias, veamos la estructura que Eusebio dio al Original de la Primera Carta supuestamente de Santiago, personaje inexistente.

Primera Carta en “Santiago”. Primera etapa de redacción.

Traducción.

Esta Carta Original, o primera etapa de redacción, tiene estructura. Eso ya es una prueba – la tercera de las que se indicó que se ofrecerían – de que fue construida como un texto separado, independiente.
No es fácil dar estructura a un escrito y menos que ésta se forme debido al azar. Incluye los Sumatoriales de 6, 8, 10, 11 y 17. Además, incluye los Ianuales de 4 y 7.
El azar formaría 3´7 Sumatoriales. Ello indica que esta estructura es más bien ligera, abierta. Para empezar a ser una estructura cerrada, los Sumatoriales deben ser el doble de los que forma el azar. Explicaciones, en el libro.
Una vez redactada esta primera etapa de redacción, Eusebio la interpoló y también logró dar estructura al texto total. Pero exponerlo haría este artículo demasiado largo, ya que la interpolación es mucho más amplia que el Original, como el lector ya sabe.

Lo dicho hasta ahora son las bases para poder entender la tercera prueba, que no podremos ilustrar en su totalidad en este artículo. Pero sí podemos enunciarla.
Si el lector compara la seriedad de la doctrina aportada por Eusebio cuando es Eusebio (primeras etapa de redacción) con las enseñanzas elementales y vacías cuando actúa con la mentalidad de Lactancio, redactor jefe, (segunda etapa de redacción, o texto interpolado); si además toma conciencia de que esas máximas prestadas de otros “textos sagrados” le parecían a Lactancio un hallazgo inmenso, digno de salvar el mundo, no le será difícil aceptar que Lactancio no era una persona de grandes luces.
Y que pudo caer en el error de redactar todos los libros que se inventó con la misma estructura. Y siendo como era Profesor de Retórica, esta estructura era muy complicada, muy cerrada, con muchos Sumatoriales e Ianuales. Por este motivo se le denominó en la Edad Media “el Cicerón cristiano”. Angelitos …
Esto era un error fatal.
Cualquiera que analizase los libros redactados por Lactancio para aparentar ser de autores “distintos” iba a ver que todos tenían la misma estructura, una complicada y muy singular. Es decir, se apreciaría que estaban escritos por una misma persona.
Ésta es la prueba tercera: La misma estructura, complicada y muy personal, en más de la mitad de los escritos del Nuevo Testamento y en las obras de multitud de supuestos autores “cristianos” primitivos, todo ello obra de Lactancio.
Claro está, no hemos sido los primeros en descubrir los acrósticos ocultos, “para no ser vistos”, de Eusebio en todas sus obras; ni en darnos cuenta de la inmensa metedura de pata de Lactancio al lucir su buen hacer como escritor. Esto se descubrió ya en el siglo IV, antes de “San Jerónimo”, antes de Teodosio.
¿Qué se hizo?
No vamos a desvelar toda la trama de “Año 303. Inventan el Cristianismo” …
Pero si el lector compara el texto de la carta de Fulgencio a Sisebuto, dotada de estructura, que nos ha servido de ejemplo al inicio de este artículo, con el texto que tenía en el artículo anterior, que mostramos a continuación, puede adivinar cómo se solucionó el problema.
En la carta original no hay ninguna frase con tres palabras. Luego no hay ningún Sumatorial posible. Tampoco hay Ianuales. No hay estructura alguna.
Con unos pocos cambios en el texto, sin alterar el sentido del contenido, con eliminar apenas algunos signos de puntuación, y añadir o quitar una palabrita aquí y otra allá, se puede eliminar la estructura, o se podría dotar al escrito de una estructura mucho menos lucida y más sencilla.
Eso fue lo que se hizo.
Por eso hay tantas Variantes en las copias que han llegado a nosotros del Nuevo Testamento. Miles y miles de Variantes: Cambios realizados en el texto para borrar el gazapo de Lactancio. Cada cual cambió el ejemplar que tenía en el cenobio, convento o parroquia …
Todo se puede explicar.
¿Qué ocurriría con los acrósticos de “SIMÓN” …?
Entrevista en Nueva Dimensión. Día 6-11-2.016


CONCLUSIONES


Tenemos un problema a la hora de sacar conclusiones relativas a nuestras creencias, a la doctrina que se ha predicado desde siempre en nuestra tierra. Y es que nuestra mentalidad ha crecido y se ha desenvuelto durante toda nuestra existencia en ese engaño.
Nos ocurre como al pobre hombre encerrado de por vida en la caverna de Platón. Cuando se le ofrece la posibilidad de salir a la luz del Sol, hasta es posible que quede deslumbrado y prefiera volver a la caverna.
Es necesario un cambio de paradigma, palabra que no he utilizado apenas en mi vida. Hay que cambiar el escenario. Y eso requiere que cambiemos nuestras meninges, nuestra forma de razonar. Debemos ser conscientes de que hemos sido engañados. Hemos vivido engañados toda nuestra vida.
Y ese engaño no sólo nos afecta a nosotros. Afecta a toda nuestra sociedad. Toda nuestra sociedad occidental está asilvestrada, salvaje, en lo que a educación para la vida se refiere.
Una doctrina que eduque para la vida tiene que cumplir al menos tres objetivos:
1. Tiene que facilitar la Felicidad en este mundo, que quien la sigue avance hacia ella y sea consciente de ello.
2. Tiene que ayudar al humano a evolucionar, a madurar, a crecer internamente, a desarrollar sus facultades más valiosas, a impulsar su sentido crítico, a darle confianza en sí mismo, en vez de hacerle dependiente de otros, en vez de volverlo infantil.
3. Tiene que prepararnos para el salto al Más Allá. Ha de explicar, y permitir confirmar al que la sigue, lo que hay después de la muerte, y no hacer de eso un tabú sobre el que nadie debe ni investigar.
Todo eso lo daba el Conocimiento que surgió en Grecia. Y Lactancio y sus manías nos han privado de ello. Y se necesita eso para convertirnos en humanos plenos, para saber en lugar de creer, para Ser.
Ha faltado la Ética. Ha faltado todo. Ha faltado la enseñanza de la manera correcta de comportarnos en la vida. Y, como consecuencia, han medrado los peores. Porque no han tenido freno, porque quienes se lo debían poner, los guías, eran tan ignorantes y corruptos como ellos. Los supuestos educadores estaban en blanco, eran los que menos sabían, porque eran los sembradores de la ignorancia, los propagadores del vacío conceptual.
Es la nuestra una civilización cimentada en la ignorancia. No hemos avanzado en 1.700 años … Peor aún. Lo que se sabía y se enseñaba desde el año 400 antes del cambio de era hasta el 300, todo el saber humano acumulado en ese tiempo, todo eso se ha perdido. Por culpa de tres individuos indignos de enseñar nada a nadie: Lactancio, Constantino y Teodosio.
Lactancio, un latifundista metido a ideólogo, que no debía haber tenido la ascendencia que tuvo. Ignorante, entró en el terreno de las Ideas como un elefante en una cacharrería, ciego e inconsciente de todo lo que destrozaba. Lo tenía todo que aprender, no era capaz de enseñar nada a nadie. ¡Y es el fundador de la religión de Occidente, el que él llamó “Cristianismo”!
Constantino, un joven ambicioso e inconsciente, que accedió al poder por ser hijo de su padre. Que lo aumentó por su ambición y sus conocimientos militares, y que invadió el terreno de las conciencias, como si, por ser el Emperador, todo le estuviera permitido.
Ordenó matar a su primogénito, Crispo, a su mujer, Fausta, a su cuñado, Licinio, y a su sobrino, Liciniano, un niño de apenas 10 años. En crueldad para con su familia sólo fue superado por Herodes, que ordenó matar a su mujer, Marianne, y a tres de sus hijos; al primogénito cuando estaba Herodes en su lecho de muerte.
Y a este pequeño monstruo de maldad, los historiadores cristianos de su siglo le apodaron Constantino el Grande, porque les había dado carta de naturaleza.
Y Teodosio, otro Emperador militar del todo inconsciente de hasta dónde llegaba su poder. Si en su tiempo el Cristianismo inventado por Constantino era la religión favorecida desde el poder, Teodosio decretó que fuera la única permitida, prohibiendo testar a los que no fueran cristianos. Con eso logró que todo el Imperio se convirtiera.
Esto, amigo lector, es una invasión en toda regla. Personas ignorantes e incompetentes se entrometen en un terreno que desconocen y, por el poder que les han dado, imponen sus criterios, todos ellos mucho peores que los que regían en la época.
Algo parecido ocurrió con las invasiones de los pueblos llamados “bárbaros” por los romanos; los que no eran romanos, los vecinos del Norte. Eran más fuertes y entraron a sangre y fuego en el Imperio. Y toda la civilización alcanzada por Roma, heredada de Grecia y los demás Imperios que Roma había conquistado y asimilado, todo eso se perdió.
Con Roma, en mi ciudad, Pamplona, había alcantarillas y Termas. Tras las invasiones del siglo V dejó de haberlas. Y las primeras alcantarillas que se construyeron en Pamplona lo fueron en tiempos de Napoleón, por los franceses, en 1.802 aproximadamente. Las termas, mucho después. Catorce siglos largos de retraso.
Con los tres infaustos personajes antes citados, el atraso en el mundo de la Ideas, de las doctrinas, fue de 17 siglos, si somos optimistas, y de 24, si tenemos en cuenta todo lo destruido por tales especimenes, si contamos a qué fecha nos remontamos, al año 400 AEC. A esa fecha nos han retrotraído.
¿Y ahora, qué?
Lo primero, debemos conocer la Historia auténtica. Porque la que nos han contado, y que muchos historiadores y Enciclopedias dan por buena, es un fraude, una estafa, un insulto a nuestra inteligencia.
La realidad es que en todas las civilizaciones antiguas alguien llegó al Conocimiento. Al Conocimiento de cómo es la naturaleza humana, de qué hacemos aquí, y de cómo llegar a esa meta. Este Conocimiento, en Occidente, surgió en la Grecia del siglo VI Antes de la Era Común (AEC).
A largo de los siglos siguientes,
Pitágoras de Samos,
Anaxágoras de Claxomenes,
Empedocles de Agrigento,
Parménides de Elea,
Demócrito de Abdera,
Heráclito de Éfeso,
Sócrates de Atenas,
Zenón de Zitio,
Epicuro,
Diógenes de Sínope – fundadores, estos tres últimos, de las Escuelas
estoica, epicúrea y cínica – sus directores,
Cleantes,
Crisipo;
Epicteto, ya en el siglo I de nuestra era,
Ammnio Saccas, en Alejandría
Plotino, en Roma en el siglo II, hasta llegar a
Hipatia de Alejandría, avanzado ya el siglo IV

explicaron ese Conocimiento en Escuelas de Conocimiento, a sus contemporáneos, y en libros, a las generaciones posteriores.
Diógenes
Pero la intolerancia agresiva de Lactancio, que invadió todas las obras “cristianas” primitivas, se contagió a sus seguidores. La paranoia de Lactancio pretendía que la religión que él había inventado era la única verdadera. Realmente, actuaba por temor a la ira de Dios, que iba a mandar el fin del mudo romano.
Y sus seguidores arremetieron contra todas las doctrinas no cristianas y las sepultaron. Quemaron sus libros, arrasaron sus Templos y cerraron las Escuelas de Conocimiento. Y no quedó nada, prácticamente nada. Sólo la doctrina de Lactancio, que tomó el nombre de un fundador inexistente, Jesucristo, el Cristianismo.
Y luego siguieron mil setecientos años de oscurantismo, ignorancia y ausencia de formación de la población entera de Europa, que luego sería de América y parte de Oceanía, conforme los europeos hicieron lo que Roma antaño, conquistar, someter y saquear a los vecinos más débiles. Con la ventaja de los avances de la navegación, que puso a su alcance todo el globo.
¿Frenos éticos? Ninguno. Los principios de Lactancio eran el miedo al fin del mundo y el afán de aplacar al Dios Único, celoso de adoración por parte de los ciudadanos romanos. Su moral, elemental, la que suponía una cierta meta para los egipcios de hace 3.000 años.
Aquí tenemos el viejo paradigma y el nuevo. La aceptación ciega de los desvaríos de un fanático, el viejo, y la vuelta al sentido común y al interés por el ser humano, el nuevo, que debemos iniciar, reconstruir.
Debemos elevarnos sobre nuestra situación cotidiana, y considerar la historia en la que estamos inmersos, la historia de la tribu. Ver sus puntos débiles y corregirlos.
Averiguado el vergonzoso proceso mediante el que nacieron las que han sido nuestras creencias, el Cristianismo, me pareció que la mejor forma de divulgarlo era relatarlo en una novela histórica, una novela que explicara la historia real de cómo sucedieron los hechos en ese horroroso siglo IV, donde Europa y Occidente se hundieron, esperemos que no para siempre.
Y porque el proceso es impresentable, inaudito, de los que dan ganas de vomitar, sus defensores, los que viven de la falsificación “cristiana”, deben ocultarlo por todos los medios. No pueden ni siquiera aceptar que sus orígenes fueron los que fueron. No pueden reconocer su nacimiento.
Y por eso no quieren enterarse, no quieren saber, no quieren leer. Y ponen todo tipo de excusas para justificar que rechazan, desprecian y critican con toda fuerza algo que no quieren, que no pueden conocer.
Y es que no hay defensa, no hay argumentación posible. Las pruebas son tan evidentes, tan demoledoras, están por escrito, son fehacientes, imborrables: Los propios capítulos de todo el Nuevo Testamento: Los Evangelios, las falsas Epístolas de Pablo, la de Santiago, las 3 Cartas de Juan, las 3 de Pedro y la de Judas, todas ellas obras de Lactancio y Eusebio de Cesarea, en el siglo IV. Una inmensa falsificación.
Lo he dicho en varios entrevistas: “Tengo ganas de que al menos un detractor, un defensor de la falsificación, me diga: “Sr. Conde, en la página tal de su libro está Vd. equivocado.” Y me dé una razón. Aún no ha pasado.
Sí ha pasado – y se puede rastrear en varias discusiones tenidas en medios de comunicación virtuales – que ha habido detractores, cuatro, que han accedido a leer el libro. Todos ellos han desaparecido de la escena. No han podido seguir argumentando. En lo sucesivo su postura ha sido “No sabe, no responde”. Me hubiera gustado que hubieran sido nobles y hubieran dado señales de vida. No hacía falta que se disculparan, sólo que retiraran sus objeciones … Pero no.
No tiene sentido, es absurdo, que una minoría, que todavía vive en y del viejo paradigma, imponga su ignorancia a una mayoría que lo ha superado ya. En este país, no más del 20 % cree todavía en las viejas doctrinas de Lactancio, mientras que mas del 80 % las ha desechado. Pero los que tienen más medios, los menos evolucionados, siguen manteniendo la ficción, nos siguen engañando a la mayoría. Mientras se les permita, con la inacción, con el conformismo, con la apatía y la visión a corto plazo.
Debe cambiar el medio, el ambiente, la Ética de nuestra sociedad. Hay que desechar los rumbos equivocados, que nos conducen cada vez más lejos de la meta a la que tenemos derecho, nuestra propia Evolución, nuestra maduración, nuestro crecimiento.
Manifestar nuestra exigencia de que dejen de educar a nuestros pequeños con una doctrina falsa que castra nuestra Evolución. Exigir que cambie la educación y se enseñe lo que Lactancio, Constantino y Teodosio abolieron, el Conocimiento que se enseñaba en Grecia ya en tiempos de Sócrates, que murió por divulgarlo poco antes del año 400 AEC.
Sócrates
Revestirnos de Ética y exigir lo mismo a nuestros gobernantes, rechazando a los que no la siguen. Dotarnos de gobiernos éticos, dando nosotros ejemplo.
Enterarnos de en qué consiste el Conocimiento que se enseñaba en Roma y en Grecia antes del año 300, e incorporarlo a nuestro día a día.
Me viene a la memoria un dicho que circuló en España en los últimos años del franquismo: “Un pueblo tiene el régimen político que se merece.” Trasladado a hoy sería: “Un pueblo tiene el gobierno que se merece.”
Pero no se piense que la solución vendrá de fuera, ni siquiera de un gobierno más centrado en la Ética. Habrá de sustentarlo cada uno con su proceder diario.
Porque depende de muchos es tan virtual. Pero también, porque es cuestión de muchos, su fuerza será tan grande.
La Caja de Pandora. Génesis del Cristianismo. Día 14-11-2.016


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