jueves, 20 de abril de 2017

Prepárense para saborear la perita en dulce a la catalana


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En junio del pasado año publiqué: Las pérdidas del Banco Popular superan los 5.000 millones desde entonces han pasado dos cosas, a) lo que parecía una exageración fruto de una mente calenturienta resulto que al cierre del ejercicio se declararon unas pérdidas de 3.485 millones de euros (el récord de pérdidas de años anteriores). Se nos dice que este abultado resultado tiene su origen al provisionar 5.700 millones para cubrir la depreciación de sus activos tóxicos. Las cuentas del ejercicio de 2016 llevan la firma de Ángel Ron, a quien se le da el “pasaporte” y se ficha a un ex de JP Morgan, Emilio Saracho que corrige las cuentas y añade 600 millones que no se habían contabilizado entre las provisiones. Las pérdidas, después del añadido, superan los 4.000 millones de euros, y eso tan solo es el reconocimiento de parte, pero sitúa la dimensión del “agujero” del Banco Popular. Para ser un pronóstico a seis meses del cierre del ejercicio no está nada mal. La otra cosa que ha pasado, b) es que se ha llegado al fin del ciclo de las continuas ampliaciones de capital para solucionar los males del banco.

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El Banco Popular, en cuatro días ha perdido el 25% de su valor en Bolsa, la acción cotizaba el pasado jueves a 0,61 euros en un Dragón Khan que se repite cada año desde hace cinco años, ésta montaña rusa en la cotización se debe a la cofradía de pescadores de incautos que con sus reiteradas referencias a la solvencia del banco tratan de cumplir con la metodología oficialista de “aquí no pasa nada” y animan a los incautos a cubrir ampliaciones que están cerca de los 5.000 millones de euros, la última, en junio de 2016, se hizo a un precio de 1,25 euros por acción por lo que la pérdida de estos sagaces inversores se eleva, en 10 meses, al 50% y a los antiguos, el “aquí no pasa nada” se les ha llevado cerca del 90% de la inversión. El Banco Popular ha llegado al final del trayecto de encontrar una solución en base a las ampliaciones de capital. Las ampliaciones se han acabado, mejor dicho, esquilmado, con la fauna que se deja engañar con los cantos de sirena del director de la oficina ya que los inversores institucionales ya no los pillan.

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La receta que ahora toca va en la línea de la intervención. La intervención puede ser a la vista, es decir, se simula una compra por una entidad financiera en mejor posición. Al igual que el Banco Popular se “comió” el Banco Pastor, al Popular se lo comerá otro mastodonte y así sucesivamente hasta que quede solo el banco de todos los bancos. Se hará por el intercambio de acciones en un trueque en el que volverán a pringar los accionistas del Popular. La otra intervención la llamaremos la clásica: la que impulsa el Banco de España y su Servicio de Inspección que hasta la fecha no ve, no oye, ni dijo nada, ahora se transforma en un parlanchín que todo lo exagera. Junto a esta decisión de intervención, como manada de lobos, se añaden los medios de comunicación que sacan a la luz los trapos sucios que antes callaban y su participación en el aquelarre va a tanto la “página publicada”. También se incorporan a la manada, sin ningún rubor,  aquellos que antes juraban en arameo que “aquí no pasa nada”. Exagerar el “agujero” es lo que importa ya que la medicina, infalible, no es otra que los fondos públicos. El asalto a la caja del Estado es el botín que la manada espera impaciente.

La historia se repite
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El Banco de España, de la noche a la mañana encontró en 1.998 en el Banesto (Banco Español de Crédito) presidido por Mario Conde un agujero de 605.000 millones de pesetas, una fortuna para la época, se trataba de 17.000 supuestos morosos, que también se pusieron todos de acuerdo y de la noche a la mañana decidieron no pagar sus préstamos y créditos. Se necesitaron 285.000 millones de pesetas de las arcas públicas para solucionar los graves problemas de Banesto. Nadie, de los grandes medios de comunicación, se preguntó de la muerte súbita de ese banco centenario, cuando nueve meses antes se le autorizó una ampliación de capital que una buena parte se colocó en instituciones y fondos internacionales. Se trataba de una gran mentira o si lo prefieren de una estafa.

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Efectivamente, es el modus operanti de esta camarilla que controla, con mano de hierro, las estructuras del Estado, atentos a lo que les voy a decir: los nuevos administradores de Banesto afirmaban en un tribunal de los Estados Unidos que nunca existió ningún “agujero”, lo contrario de lo que enfatizaban aquí. El Wall Street Journal hizo mención de una demanda presentada por el potentísimo grupo inversor Carlisle Ventures Inc. visto en juicio en la Corte de Manthatan. Los norteamericanos habían concurrido a la ampliación de capital del Banco Español de Crédito atraídos por las bondades relatadas en su Memoria sobre la buena marcha y solvencia de la entidad. Implícitamente el Banco de España daba el visto bueno a todos los inversores, especialmente a los internacionales, de lo que aquella Memoria relataba. Su sorpresa fue morrocotuda cuando supieron la intervención del banco por un “agujero” descomunal que le habían producido miles de clientes morosos. Los americanos no se creyeron ni una sola palabra, es más, no estaban dispuestos a dejarse engañar. Tiburones de esa magnitud siempre llegan a las últimas consecuencias, no iban a permitir que su inversión en acciones de un banco español se fuera por el desagüe. Pretendían recuperar su inversión en su territorio: New York, lejos de los juzgados españoles.

La declaración ante el tribunal norteamericano del Banco de España y los administradores de Banesto aseguraron que las irregularidades detectadas –las mismas que propiciaron la intervención- eran irrelevantes. Los norteamericanos no se habían dejado chulear con el argumento infantil del “agujero”. En Estados Unidos se desmentía lo que en España se afirmaba: la existencia del monumental “agujero”. En España, ni la más mínima referencia al juicio de New York ni a nada que se le parezca. Silencio total. No hubo sentencia, Carlisle Ventures Inc. y Banesto llegaron a un acuerdo. El resto de accionistas no tuvieron tanta suerte y perdieron buena parte de sus ahorros. Al año siguiente de la intervención de Banesto por el Banco de España se recuperaron 596.696 millones de los 605.000 estimados como “agujero”. 
La perita en dulce de la Caja de Ahorros de Cataluña
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La oligarquía bancaria lucha una contra otra para poder echar mano al botín una vez que han señalado con el dedo al perdedor, llámese Banco Español de Crédito, Caja de Ahorros de Cataluña, o Banco Popular o el que venga detrás. El botín en la caja de ahorros catalana es de 13.000 millones de euros que salieron de las arcas públicas. El método para apropiarse del botín siempre es el mismo, solo que conforme se hacen con ellos cada vez son más sofisticados. Por mi parte he ido aprendiendo el método sobre la marcha y no me importa que los “malos” perfeccionen el golpe ya que las bases están en mis dos libros sobre la mangancia astronómica del dinero público en 
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El Poder, y en El botín de Botín. Sobre la transformación de la Caja de Ahorros de Cataluña en Catalunya Banc S.A. en banco, su caída en desgracia y la intervención del Banco de España, el SAREB y el FROB y la venta de un paquete de hipotecas al fondo Blackstone puedo anunciar que una investigación que me ha llevado su tiempo está a punto de llegar a su fin. Prepárense para saborear la perita en dulce de la caja de ahorros catalana, el delicioso postre estará servido en un par de semanas.

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