por Pepe Escobar
Cada vez que Washington y sus expertos de la CIA han querido eliminar o dominar un país en función de sus intereses geopolíticos han recurrido a la vieja estrategia de «divide y vencerás». En Chile financiaron a Pinochet en los años 1970 contra un gobierno elegido democráticamente; en Nicaragua armaron a los Contras en los años 1980 contra la revolución sandinista. Hoy, con la complicidad de los dirigentes de la Unión Europea y perjudicando los intereses de las empresas y ciudadanos europeos, desatan una guerra comercial contra Moscú. En Ucrania fomentan la guerra civil entre el oeste y este y apoyan a los grupos neonazis para sembrar el caos a las puertas de Rusia. Pero, a pesar de todas estas maniobras de Washington, un bloque competidor sigue emergiendo.
Rusia y China se burlan del
«divide y vencerás»
El Imperio Romano lo hizo. El Imperio Británico lo copió con estilo. El Imperio del Caos [Estados Unidos] siempre lo ha hecho. Todos lo hacen. Divide e impera. «Divide y vencerás» o divide y conquista. Es obsceno, brutal y efectivo. Pero no siempre resulta, porque los imperios se desmoronan.
Una habitación con vista al Panteón puede ser una celebración de Venus, pero también un vistazo a la obra de Marte. Había estado en Roma esencialmente para un simposio –Global WARning– organizado por un grupo muy comprometido, talentoso, dirigido por un ex miembro del Parlamento Europeo, Giuletto Chiesa (colega y miembro de la Red Voltaire). Tres días después, cuando se desató la corrida sobre el rublo, Chiesa fue arrestado y expulsado de Estoniacomo persona non grata, una ilustración gráfica más de la histeria antirrusa que se apodera de las naciones bálticas y del control orwelliano que la OTAN ejerce sobre los débiles lazos de Europa [1]. Simplemente no se permite el disenso.
En el simposio, celebrado en un antiguo refectorio dominicano del siglo XV con divinos frescos, que ahora es parte de la biblioteca del Parlamento italiano, Sergey Glazyev, por teléfono desde Moscú, presentó una lúgubre interpretación de la Guerra Fría 2.0. No existe un verdadero «gobierno» en Kiev; es el embajador de Estados Unidos quien gobierna. Una doctrina anti-Rusia se ha urdido en Washington para fomentar la guerra en Europa y los políticos europeos son sus colaboracionistas. Washington quiere una guerra en Europa porque está perdiendo la compertencia contra China.
Es lamentable tener que decir que la Unión Europea no defiende los intereses económicos de sus miembros. Pero más terrible y escandaloso es comprobar que, en cuestiones de geopolítica internacional, la Unión Europea obedece ciegamente las órdenes de Washington, como un perrito faldero. Esto demuestra la corrupción de las elites que reinan en Bruselas. Los políticos europeos —a excepción de unos pocos— se han vendido desde hace tiempo, trabajando para el Imperio y contra la voluntad e intereses de sus ciudadanos. El más representativo y belicoso de estos peones vendidos es el nuevo presidente de Ucrania, Petro Porochenko, que en el siguiente video (arriba) es calificado de traidor por un ciudadano de su propio país.
Glazyev mencionó la demencia de las sanciones: Rusia trata simultáneamente de reorganizar la política del Fondo Monetario Internacional, combatir la fuga de capitales y minimizar el efecto del cierre de líneas de crédito para muchos hombres de negocios. Sin embargo, el resultado final de las sanciones, dice, es que en Europa estarán los perdedores económicos en última instancia; la burocracia de Europa ha perdido el enfoque económico al hacerse cargo los geopolíticos estadounidenses.
Solo tres días antes de la corrida sobre el rublo pregunté a Mijail Leontiev, de Rosneft (Secretario-director de Prensa del Departamento de Información y Publicidad), sobre los crecientes rumores de que el gobierno ruso se prepara para aplicar controles de divisas. En esos días nadie sabía que el ataque al rublo sería tan rápido y concebido como un jaque mate para destruir la economía rusa. Después de unos expresos sublimes en la Tazza d’Oro, al lado del Panteón, Leontyev me dijo que los controles de divisas eran ciertamente una posibilidad. Pero no todavía.
Lo que subrayó es que se trata de una guerra financiera propiamente dicha en la que colabora una quinta columna en elestablishment ruso. El único componente igual en esa guerra asimétrica son las fuerzas nucleares. Pero Rusia no se rendirá. Leontiev no definió a Europa como un sujeto histórico sino como un objeto: “El proyecto europeo es un proyecto estadounidense”. Y la “democracia” se ha convertido en una ficción.
La corrida sobre el rublo llegó y se fue como un devastador huracán económico. Sin embargo, no se amenaza con un jaque mate a un experto jugador de ajedrez a menos que tu poder de fuego sea mayor que el relámpago de Júpiter. Moscú sobrevivió. Gazprom hizo caso al pedido del presidente Vladimir Putin y venderá sus reservas de dólares estadounidenses en el mercado local. El ministro de Exteriores alemán Frank-Walter Steinmeier expresó oficialmente su oposición a que la Unión Europea aumente la presión con sanciones contraproducentes contra Moscú. Y en su conferencia de prensa anual, Putin destacó que Rusia soportaría con éxito la crisis. Sin embargo, yo me interesé especialmente por lo que no dijo [2].
Cuando Marte se hizo cargo, en una aceleración frenética de la historia, me retiré a mi habitación del Panteón tratando de sintonizar a Séneca; de eutimia –serenidad interior– a ese estado de imperturbabilidad que los estoicos definían como aponía. A pesar de todo, cuesta cultivar la eutimia cuando se desata la Guerra Fría 2.0.
Muéstrame tu misil imperturbable
Rusia podría siempre desplegar una opción económica “nuclear”, declarando una moratoria de su deuda externa. Entonces, si los bancos occidentales se apoderaban de los activos rusos, Moscú podría apoderarse de todas las inversiones occidentales en Rusia. En todo caso, el objetivo del Pentágono y la OTAN de un conflicto armado en el teatro europeo no tendría lugar. A menos que Washington fuera lo bastante insensato como para comenzarla.
A pesar de todo, esa sigue siendo una posibilidad seria, si el Imperio del Caos acusa a Rusia de violar el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), incluso mientras el propio Washington se prepara para forzar Europa –en 2015– a aceptar el despliegue de misiles crucero nucleares estadounidenses.
Rusia podría ser más hábil que los mercados financieros occidentales al separarlos de su riqueza de petróleo y gas natural. Los mercados colapsarían inevitablemente, caos descontrolado para el Imperio del Caos (o “caos controlado”, según las propias palabras de Putin.) Imaginad el derrumbe de más de 1.000 billones de dólares de derivados. “Occidente” necesitaría años para reemplazar el petróleo y el gas natural ruso, pero la economía de la Unión Europea sería instantáneamente devastada.
Precisamente cuando este vertiginoso ataque occidental contra el rublo –y los precios del petróleo– utilizando el aplastante poder de firmas de Wall Street ya había estremecido a bancos europeos expuestos hasta la médula, sus permutas de cobertura por impago se dispararon. Imaginad a esos bancos colapsando en un estilo de castillo de naipes de Lehman Brothers si Rusia declarara el default, provocando así una reacción en cadena. Pensad en una Destrucción Mutuamente Asegurada (MAD), pero sin guerra. A pesar de todo, Rusia es autosuficiente en todos los tipos de energía, rica en minerales y agricultura. Europa no. Este podría ser el resultado letal de una guerra impuesta por las sanciones.
Esencialmente el Imperio del Caos va de farol y utiliza a Europa de peón. El Imperio del Caos es tan débil en ajedrez como en historia. Sobresale en el aumento de las apuestas para obligar a Rusia a ceder. Rusia no cederá.
La oscuridad aparece al comenzar el caos
Parafraseando a Bob Dylan en When I Paint My Masterpiece, abandoné Roma y aterricé en Pekín. Los "Marco Polo" de nuestros días viajan en Air China. En 10 años, lo harán en sentido inverso tomando el tren de alta velocidad de Shanghái a Berlín [3].
Desde una habitación en la Roma imperial a otra en un pacífico hutong, una reminiscencia lateral de la China imperial. En Roma, los bárbaros se apiñan dentro de las puertas, saqueando suavemente las migas de un patrimonio muy rico, y eso incluye a la mafia local. En Pekín, se mantiene a los bárbaros bajo estricta vigilancia; por supuesto esto contiene un elemento panóptico, esencial para asegurar la paz social interna. La dirigencia del Partido Comunista Chino –desde las reformas trascendentales del Pequeño Timonel Deng Xiaoping– perfectamente consciente de que su Mandato Celestial está directamente condicionado por la perfecta sintonización fina de nacionalismo y de lo que podríamos llamar “neoliberalismo con características chinas”.
En una línea diferente de los “suaves lechos de Oriente” que sedujeron a Marco Aurelio, los esplendores sedosos del Pekín moderno ofrecen una idea de una potencia emergente extremadamente segura de sí misma. Después de todo, Europa no es nada más que un catálogo de esclerosis múltiple y Japón atraviesa su sexta recesión en 20 años.
Para rematar, en 2014 el presidente Xi Jinping ha desplegado un frenesí diplomático/geoestratégico sin precedentes, vinculado en última instancia con el proyecto a largo plazo de seguir borrando de forma lenta, pero segura, la supremacía estadounidense en Asia y reorganizar el tablero global. Lo que Xi dijo en Shanghái en mayo encapsula el proyecto: “Es hora de que los asiáticos dirijan los asuntos de Asia”. En la reunión de APEC en noviembre, hizo un doble, promoviendo un “sueño de Asia-Pacífico”.
Mientras tanto, el frenesí es la norma. Aparte de dos inmensos acuerdos de 725.000 millones de dólares para el gas –el gasoducto Poder de Siberia y Altai– y una reciente ofensiva relacionada con la Nueva Ruta de la Seda en Europa Oriente [4], virtualmente nadie en Occidente recuerda que en septiembre el primer ministro chino Li Keiqiang firmó no menos de 38 acuerdos comerciales con los rusos, incluyendo un acuerdo de intercambio y un acuerdo fiscal, que implican una interacción económica total.
Se puede afirmar que el giro geopolítico hacia la integración Rusia-China es la mayor maniobra estratégica de los últimos 100 años. El máximo plan maestro de Xi no es ambiguo: una alianza comercial Rusia-China-Alemania. Los empresarios y los industriales alemanes lo desean ardientemente, aunque los políticos alemanes todavía no se dan cuenta. Xi –y Putin– están construyendo una nueva realidad económica en el campo eurasiático, llena de ramificaciones políticas, económicas y estratégicas cruciales.
Por cierto, será un camino extremadamente accidentado. Todavía no se ha filtrado a los medios corporativos occidentales, pero académicos de mente independiente en Europa (sí, existen, casi como una sociedad secreta) están crecientemente alarmados de que no exista un modelo alternativo al timo caótico del entrópico timo duro de neoliberalismo/capitalismo de casino promovido por los Amos del Universo.
Incluso si la integración eurasiática prevalece con el paso del tiempo y Wall Street se convierte en una especie de bolsa de valores local, China y el mundo emergente multipolar todavía parecen estar trabados en el modelo neoliberal existente.
Y a pesar de todo, tal como Lao Tzu, ya octogenario, dio al joven Confucio una bofetada intelectual, a “Occidente” le haría falta que lo despierten. ¿Divide e impera? No funciona. Y probablemente fracasará miserablemente.
Tal como están las cosas, lo que sabemos es que 2015 será un año espeluznante en una miríada de aspectos. Porque de Europa a Asia, desde las ruinas del imperio romano al reemergente Reino del Medio [5], todos continuamos todavía bajo el signo de un temible, peligroso y desenfrenadamente irracional Imperio del Caos.
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