miércoles, 24 de junio de 2015

El burro y el potrillo | la sabiduría de aceptarnos a nosotros mismos


Un buen día un burro se mofaba de un potrillo, que dicho sea de paso por su edad no tenía aun la elegancia, garbo y belleza de su padre, el burro se veía asimismo, mucho más alto, más fuerte, más inteligente y que decir de su belleza hacía gala que no había hembra que se haya resistido a sus encantos.

El potrillo ante tanto insulto del jumento, fue en busca de su padre, y contándole lo que le había sucedido, éste pidió que él hablara con el asno para que deje de fastidiarlo.

El hermoso corcel, no se inmutó, solo le pidió al hijo que le ayudara a trasladar un gran espejo, que lógicamente puso frente al palenque donde estaba el asno. Y luego saludando al burro con cortesía posó con su hijo frente al espejo junto al sorprendido asno.

Inmediatamente el burro, se puso rojo de vergüenza, vio la enorme diferencia entre él y el corcel, sin poder contenerse, volteo la mirada al potrillo, agacho la cabeza y se dio media vuelta pues no quería seguir viendo su imagen en ese espejo y menos junto a los caballos.

El corcel acercándose al burro dijo estas sabias palabras: hijo, cada uno de nosotros es lo que nos dio la naturaleza, no somos culpables de ello, la felicidad existe cuando comprendemos y aceptamos quienes somos, cada especie tiene lo necesario para afrontar las exigencias de la vida, yo a través de este espejo, te veo hermoso, me siento raro a tu lado, pero hay una diferencia entre tú y yo, yo acepto lo que soy.

El burro algo consternado todavía, sintió que un gran peso salía de su alma, le sorprendió tanto la amabilidad del corcel que por primera vez se sintió muy bien a su lado. Comprendió entonces que el gran alivio que sentía era porque desterró de su espíritu la envidia. 

Lamentablemente los humanos siendo de una misma especie despotricamos y nos hacemos daño entre nosotros, pienso que antes de hablar de los demás, mirémonos en un espejo, seguro que no le quedara ganas de ofender a su hermano.

Eleyzam

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