jueves, 3 de septiembre de 2015

El lado positivo de la tristeza




Huimos de la tristeza. La aborrecemos, la despreciamos. Si no somos felices como perdices, hemos fracasado. Pues es un error, porque los momentos tristes son necesarios. 








En nuestra sociedad la actividad, incluso excesiva, es lo más valorado, y no hay mucho espacio para la reflexión y la calma. La competitividad nos obliga a disimular nuestras vulnerabilidades y a taponarlas hasta anularlas. El “modelo femenino”, desde siempre más permeable a la tristeza y a las lágrimas, no es el apropiado para zambullirse en el ambiente laboral aún muy “agresivo” y tiene que modificar sus patrones para transformarlos en más “masculinos”. 

En nuestra sociedad se sobrevalora la felicidad y se la promueve por encima de todo, pero desde una perspectiva superficial y materialista que invita a estar siempre en la cresta de la ola. En este contexto no hay espacio para estar triste y llorar. Valoramos la tristeza  como un signo de “debilidad”, y en esta sociedad se protege de forma paternalista al débil… pero no se le valora. La tristeza no implica debilidad. 

La tristeza abre nuestra parte vulnerable, pero vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, aunque en esta sociedad los hemos convertido en sinónimos.
La tristeza nos empuja a…
  • Pedir ayuda: Estoy triste, necesito de los demás, necesito apoyo y afecto”.
  • Tomar conciencia de las cosas: “Párate a sentir y a pensar. ¿Cómo estás? ¿Cómo será tu vida a partir de ahora? Debes seguir aprendiendo sobre ti”.
  • Resituarse en la vida: “Llora tu pérdida, tómate tu tiempo y dirige tu energía hacia la nueva vida. Saldrás fortalecido”.
Cada vez tenemos menos espacio para la tristeza, y si estamos tristes nos hablan de depresión. Entonces acudimos a las píldoras mágicas que nos sacan de forma artificial de nuestra tristeza, el famoso prozac y sus derivados. O directamente aprendemos a ocultar nuestros sentimientos de tristeza y nos anulamos emocionalmente, ya que si ocultamos la tristeza estamos cerrándonos a otros sentimientos.

Cuando esto ocurre aflora una emoción, que es la del miedo, con todos sus primos hermanos de inseguridad, preocupación, insatisfacción, ansiedad, que únicamente están dando la voz de alarma, nos están avisando de que las cosas no están yendo bien, que estamos huyendo de nosotros mismos.
Y, es curioso cómo vamos “contra natura” una vez más, como en tantos otros aspectos en nuestra sociedad. Los neonatos saben llorar y expresar tristeza para “pedir ayuda y consuelo” desde el primer instante de sus vidas, si sienten hambre, dolor, si necesitan compañía… Porque la tristeza es la otra cara de la felicidad, y para llegar a ésta hay que conocer a aquélla.

¿Para qué  sirve la tristeza?

La tristeza es una de las emociones básicas más útiles en el ser humano. Ya Darwin en su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872), hace referencia a la tristeza como una de las emociones básicas universales presentes en el hombre y otras especies, independientemente del contexto ambiental o cultural.
Cumple una función adaptativa esencial que nos permite, en primer lugar, pedir ayuda. El individuo no sobrevive solo, necesita al grupo. Además, con las respuestas de consuelo naturales ante alguien que sufre fomentamos nuestros vínculos afectivos o recuperamos los que se habían enfriado. La tristeza aleja la ira de los otros y evita que se establezcan situaciones de conflicto, une al grupo.

Estar triste sirve también para tomar conciencia de nosotros mismos y darnos cuenta del valor de las cosas, del valor de aquello que hemos perdido, sea un ser querido o un elemento importante en nuestro trabajo. Nos permite abrir la puerta al significado de la pérdida, hacer balance de nuestra vida y de nuestras metas, balance de nuestros errores y aciertos y darles el peso que se merecen. Nos ayuda a conocernos.
Y es que la tristeza aparece ante las “pérdidas”, de cualquier índole. Pérdida de un ser querido por fallecimiento, distancia o cambio de rol; pérdida de un estatus social o poder; pérdida de trabajo o de poder adquisitivo, de calidad de vida por una enfermedad o cambio en nuestras circunstancias; pérdida de bienes; pérdida de tiempo libre, de raíces o pilares importantes como ocurre cuando emigramos a otros países; pérdida de identidad personal, de ilusiones y objetivos… Esa tristeza nos sobrecoge y llega con un presente: nos permite darnos la oportunidad de mantener la energía en un momento difícil, para salir a flote, después, con las ideas más claras y con energía renovada para el cambio.

¿Cómo identificarla?

Ante estas u otros pérdidas, la tristeza funciona como un mecanismo para facilitar la regulación de la persona y reconstruirse ante el cambio, por ello, necesitamos de un tiempo de poca actividad y de reflexión, por ello, cuando estamos tristes, no tenemos ganas de hacer nada, corporalmente nos sentimos abatidos, cansados, la musculatura no responde, estamos sin fuerzas, sin apetito, nos replegamos ante nosotros mismos adoptando posturas defensivas y de autoprotección, las comisuras de los labios bajan y el tono facial disminuye, los párpados se entornan, y frecuentemente tenemos ganas de llorar.
La tristeza puede ir asociada a otros sentimientos como soledad, añoranza, ira, culpabilidad, autoreproche. Soledad:  nos sentimos desamparados sin ese objetivo, persona o actividad en nuestras vidas. Añoranza o nostalgia: tenemos pensamientos recurrentes de que el pasado fue mejor, nos abordan recuerdos positivos de lo que entonces vivimos. Ira: proyectamos la ira hacia la persona o situación que ha desaparecido en nuestras vidas: por qué no se tomaba su medicación, por qué no tuvieron en cuenta lo que yo necesitaba… Ira y autorreproche: nos enfadamos con nosotros mismos y nos reprochamos porque no fuimos capaces de cuidar más esa relación, porque no tenemos las características que piden en esa empresa, etc. Culpabilidad: y aparece el sentimiento de culpa: si yo hubiese estado más atento, me habría dado cuenta de que estaba enfermo, si yo me hubiese centrado más en el trabajo hubieran visto que soy la persona adecuada para ese puesto, si hubiese sido valiente en ese momento no me vería en esta situación…

¿Tristeza o depresión?

Cuando nos sentimos tristes durante una temporada, tenemos miedo a desarrollar una depresión. Pero la tristeza y la depresión no son la misma cosa, aunque las dos se confunden a menudo y alegremente se recetan y consumen antidepresivos y demás fármacos psicoactivos. Cuando hablamos de depresión hablamos de tristeza patológica, de un trastorno psicológico. La sintomatología de la depresión puede resumirse en los siguientes puntos, según el DSM, manual de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA):
  • Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, y casi cada día.
  • Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día.
  • Pérdida o aumento importante de peso sin hacer régimen (p.ej. más del 5% corporal en un mes), o pérdida o aumento del apetito casi cada día.
  • Insomnio o hipersomnia (sueño excesivo) casi cada día.
  • Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día.
  • Fatiga casi cada día.
  • Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches por estar enfermo).
  • Disminución de la capacidad para concentrarse, o indecisión, casi cada día (ya sea una atribución subjetiva o una observación ajena).
  • Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin o con un plan específico o una tentativa de suicidio.
Estos síntomas provocan “malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo”. En el caso de la depresión, estos síntomas…
a)    No son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p.ej. una droga, un medicamento) o una enfermedad médica.
b)     No se explican mejor por la presencia de un duelo.
c)   Persisten más de dos meses o se caracterizan por una acusada incapacidad funcional, preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o enlentecimiento psicomotor.
Es cierto que una tristeza mal resuelta llevarnos  a una depresión. Pero en un primer momento la tristeza debe aceptarse y resolverse sin ningún fármaco.

6 Pautas para volver a sonreír

Es importante darse tiempo y espacio para ese duelo y expresar este sentimiento. Y también pedir ayuda y buscar el consuelo de una mirada sin juicio, un abrazo, que nos va a facilitar el llanto y el desahogo.
Algunas de las pautas a seguir en un proceso de tristeza por la pérdida de algo valioso son:
  1. Aceptar la realidad de una pérdida: eso ya no está a mi alcance, no lo puedo obtener, se ha ido…
  2. Sentir el dolor y la tristeza ante la realidad de la pérdida, no huir de ella y dejar que nos hable de nosotros, de nuestras necesidades y valores. Escuchando nuestros sentimientos de pérdida aprenderemos mucho de nosotros mismos.
  3. A veces solos no podemos. Busquemos el apoyo de personas cercanas que nos consuelen y entiendan nuestros momentos para llorar y aceptar ese sentimiento.
  4. Aceptar que aparezcan otras emociones como la rabia, la culpa, incluso la risa ante algo divertido.
  5. Ir adaptándose al ambiente en el cual falta el ser que murió, o las circunstancias que ya no tenemos, a través de la actividad: ejercicio, alguna afición, dejando espacio para propiciar otros estados emocionales.
  6. Y sobre todo, démonos tiempo. La tristeza natural tiene un proceso y no debemos forzar una salida brusca de ese sentimiento.
Recordemos que la felicidad es la otra cara de la moneda: sin tristeza no podremos ser felices de verdad.
Marina Brunete Esteban (Terapeuta del CPA) 
Fuente: http://psicologia-cpa.blogspot.com/

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