Jabiertzo | Historias de China | 12/03/2015
El auge de China como potencia mundial está teniendo y tendrá efectos sobre la cultura global que apenas hemos comenzado a vislumbrar. Y aunque es cierto que está todavía muy lejos de poder extender sus valores y su visión del mundo al resto de las naciones, lo cierto es que va a tener cada vez más que decir sobre el modo en que otras potencias proyectan -o les conviene proyectar- su imagen.
Es decir, en los próximos años, y a menos que China acabe asimilando la lectura estadounidense de lo que supone ser chino, es previsible que el gigante asiático haga algo más que desperezarse en lo relativo a su identidad y su forma de entender el mundo. Y esto es algo que preocupa cada vez más al Tío Sam, cuya agenda cultural tendría mucho que perder en caso de que el país más poblado y con mayor potencial económico le saliese rebelde.
De hecho, mientras China está pasando a vigilar y controlar cada vez más celosamente los contenidos que llegan desde Occidente, los adalides de la hegemonía cultural norteamericana han pasado a promover una visión del país asiático más compatible con las claves de su dominación cultural.
Por eso, no es de extrañar que, tanto en los debates públicos como en los académicos, se esté extendiendo una serie de tesis dirigidas a combatir aquellos rasgos de la idiosincrasia china que cuestionan o bloquean la dirección a la que apunta el ideal americano de sociedad global, a saber:
1-China no es un país religioso:
Los académicos norteamericanos han conseguido convencer a medio mundo de que la teoría de la secularización estaba equivocada, y no van a darse por vencidos ante China solo porque más del 90% de la población niegue (en todas las encuestas) tener creencias religiosas. Por eso, harán todo lo posible para convencer al mundo y a los propios chinos de que están siguiendo el plan de dios incluso aunque no lo sepan, y no dudarán en defender tesis como la de que el confucianismo es una religión y que Falungong no es una secta.
2-La fe en dios no explica la calidad moral y ética de los chinos:
Aunque en Occidente nos hemos acostumbrado a mil películas en las que el caos domina en cuanto se pierde el temor a dios, lo cierto es que en la China atea se vive con mucha más seguridad y menos presencia policial que en el país de la libertad. Y aunque es verdad que en China no gustan demasiado de los modales, los americanos reciben en China un trato mucho más hospitalario y acogedor que el que reciben los chinos llegados a Estados Unidos. Ahora bien, ello no evita que haya cantidad de estadounidenses esperando viajar a China para “salvarlos” en lo moral.
3-China no tiene un único credo destacado:
La heterodoxia es otra de las características chinas que, casualmente, parece no gustar demasiado a la élite de la cultura global, seguramente debido a que acarrea una dosis de relativismo un tanto indigesta para su gusto. Pero es que, lo intentemos como lo intentemos, no hay manera de que el popurrí de creencias de China encaje en el esquema de “una gran religión para una gran nación”, aunque ello no es óbice para que Harvard respalde a Tu Weiming y sus seguidores en la propuesta de un nuevo confucianismo religioso como cura a la “crisis moral” de China.
4-El secularismo chino y su concepto de la familia tienen mucho que ver con el éxito económico:
El compromiso hacia el bienestar material de los antecesores y los sucesores supone una fuente de motivación al esfuerzo que explica parte de las claves del mal llamado “milagro chino”, cuyas connotaciones me resultan tan dudosas como las del también popular concepto de “capitalismo confuciano”. Y es que, aquí el esfuerzo personal no se realiza en nombre de la gloria divina o la satisfacción de egos celestiales, sino en favor de la continuidad y el auge de una familia que transciende y ofrece una salida transcendental a la persona.
5-La mayoría de los chinos, incluidos los universitarios, apoya al Partido Comunista de China:
Aunque los medios made in USA gusten especialmente de rescatar los grandes errores del partido, lo cierto es que, desde los años 90, el nivel de afiliación ha aumentado de manera muy notable, y hoy en día cerca de la mitad de los estudiantes universitarios se convierten en miembros antes de graduarse. Por supuesto, parte de este éxito se debe a la presencia continua de la organización política en los procesos formativos, pero aun así, la democracia al estilo americano es un ideal que los chinos ven lejos y no sin cierto escepticismo.
6-China ha apostado por la meritocracia, y está dando resultados:
Mientras en Occidente hemos establecido pactos sociales basados en la distribución de los derechos, en China parece haberse acordado un pacto de carácter meritocrático, por el cual las familias permiten al Partido Comunista de China tutelar y monitorizar la educación y formación de sus hijos a cambio de garantizar que sean los más aptos quienes antes se coloquen en los puestos de responsabilidad.
Y aunque la corrupción aquí es un problema más grave que en Estados Unidos (debido en parte al nepotismo que deriva de su particular sociología), es muy posible que el previsible refuerzo de los mecanismos meritocráticos y las medidas anti-corrupción traigan más logros en materia de desarrollo económico, social y científico.
7-El gigante se ha hecho potencia a base de presionar hacia dentro, no hacia fuera:
Según los medios americanoides, China siempre está a punto de atacar a sus países vecinos, pero parece bastante claro que su jugada geoestratégica es muy diferente a la empleada por Estados Unidos, porque mientras estos últimos han protegido el derrochante estilo de vida de sus ciudadanos a base de presionar a países con recursos, China ha optado por aprovechar las oportunidades de crecimiento abiertas por la globalización a través de presionar y generar competencia en el seno de su abundante población.
Y si bien la historia cuenta para justificar los aspectos que menos nos gustan de China, como su carencia de precedentes democráticos, también debería servirnos para reconocer el papel poco agresor del país asiático a lo largo de su historia. Aunque ya lo dice el refrán, “piensa el ladrón que todos son de su condición”.
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