domingo, 18 de octubre de 2015

Monsanto ultima una tecnología que mata especies mediante el apagado de genes

Monsanto ultima una tecnología que mata especies mediante el apagado de genes

Imagen: www.technologyreview.es
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Monsanto ultima una tecnología de organismos que mata especies mediante el apagado de genes

La multinacional prepara el lanzamiento de plantas transgénicas y pesticidas basados en una técnica que sacudió a la ciencia mundial en 2006 y en poco más de dos años llegará a los campos de Estados Unidos, Brasil y, por supuesto, la Argentina: la interferencia de ARN.

Por Patricio Eleisegui
@Eleisegui
Ese rasgo de nuevo dios que Monsanto transmite desde los laboratorios cada vez que sacude la biotecnología con un nuevo desarrollo se percibe hasta en los ascensores de las oficinas que la multinacional posee en la ciudad de Buenos Aires. La compañía opera cuatro pisos y medio del edificio de Maipú 1210, frente a la plaza San Martín, que también sirve de base de operaciones para otro gigante: Arcor.
Es el mediodía del jueves 3 de septiembre y se trata de la primera visita que este autor realiza a la sede local de la creadora del glifosato. 
La cita debe su origen a un intercambio concretado días antes -vía redes sociales- con Luiz Beling, presidente de la compañía para la región Latinoamérica Sur. 
El motivo: las versiones sobre una nueva tecnología plaguicida que, desarrollada por la empresa estadounidense, opera interfiriendo la producción de determinadas proteínas.
El interés por conocer tanto el estado de situación del proyecto como su potencial arribo a la Argentina derivó en una consulta a la que el ejecutivo brasileño no rehuyó. 
Muy por el contrario, Beling no sólo respondió -aunque de forma escueta- algunas preguntas sino que, además, extendió contactos de científicos de Monsanto en Buenos Aires para que quien aquí escribe pueda indagar en el tema con mayor profundidad.
Estamos manejando la nueva tecnología desde Saint Louis (sede central de la firma en Estados Unidos). La persona para contactar localmente es Miguel Álvarez Arancedo (director de Asuntos Regulatorios de la multinacional)“, aconsejó el ejecutivo.
Una serie de correos electrónicos intercambiados en el lapso de 24 horas con el equipo de prensa de la compañía bastó para concertar un encuentro con especialistas que prometían explicar todos los detalles del invento en progreso. 
Previo a ello, Beling anticipó cuándo y dónde se dará la irrupción comercial de la tecnología: “Se está preparando para ser lanzada en Estados Unidos en el 2018. Primero será en Estados Unidos y luego en Brasil y la Argentina“.
Edificio_Maipú_1210
Lejos de lo que cualquiera podría presuponer, las medidas de seguridad en el edificio que habita Monsanto en el barrio porteño de Retiro no se diferencian de las vigentes en otros complejos de oficinas: anuncio en recepción previa exposición de documentos, foto, breve declaración de pertenencias -uno de los guardias no se contuvo: “Además de papeles ¿no tenés un sanguchito, algo para comer?“-, molinete de las visitas, ascensor.
Las oficinas, divididas entre los pisos 4, 7, 9, 10 y la mitad del 11, tampoco guardan mayores distancias respecto de las instalaciones de otras compañías. Incluso de menor tamaño. 
Recepción junto al ascensor, espera repartida entre dos sofás y una mesa en la que proliferan folletos de la compañía y sus acciones sociales. Un ejemplo: “La Chocleada”, programa que propone la recolección a mano, por parte de alumnos de colegios secundarios, de una hectárea donada de maíz transgénico.
Según el material disponible en la recepción de la compañía, sólo entre 2006 y 2013 se llevaron a cabo 137 “chocleadas” en provincias como Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Salta, Santa Fe y Santiago del Estero, además de recolecciones en el departamento uruguayo de Montevideo.


“La Choleada”, de acuerdo al folleto, es coordinada por una asociación civil que en su sitio institucional también reconoce vínculos con la fabricante de agroquímicos Adama, Cargill, los productores nucleados en CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), y la Bolsa de Cereales, entre otros actores del sector. Su nombre: Movilizarse.
A través de otro programa llamado “Semillero del Futuro“, en tanto, Monsanto también financia proyectos de producción agrícola y alimenticia en general, como así también investigación aplicada al campo. 
La evangelización de docentes rurales también integra la propuesta. 
Para acceder al beneficio monetario, la compañía exige presentar proyectos en las representaciones más cercanas. 
En sus folletos, la firma destaca que entrega montos de hasta 60.000 pesos por iniciativa. “Semillero del Futuro” también rige para Uruguay y Paraguay. 
Para ambos casos, la multinacional sostiene el mismo rango de desembolsos según el proyecto: hasta 15.000 dólares.
Material extra en la mesa de espera al encuentro con los científicos de la compañía: “Agrolimpio”, campaña de CASAFE -la principal cámara que nuclea a los fabricantes y comercializadores de agroquímicos en la Argentina- que detalla desde la ubicación de los centros de acopio de envases de pesticidas hasta el destino de los bidones una vez que son reciclados. 
Estadísticas de 2011 del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) fijan en más de 17 millones el total de recipientes con químicos que, a nivel local, se comercializan por año. En la actualidad, comisiones de Agricultura y Ambiente del Senado de la Nación sostienen que el número ya alcanza los 20 millones.
¿En qué se convierten los envases reciclados? 
El folleto sintetiza:

• Postes.
• Varillas.
• Baldes para albañil.
• Fratachos.
• Caño negro para cloaca.
• Reductores de velocidad.
• Conos de señalización.
• Cajas para baterías.
• Vainas para fibra óptica.
“Patricio Eleisegui, por acá, subamos un piso y vamos a la sala de reuniones”, saluda e indica el ascensor una integrante del área de Comunicaciones de la empresa. Atravesada el área de soporte técnico de Monsanto en la Argentina, y ya en el sitio previsto por la compañía para la entrevista, se me informa que Miguel Álvarez Arancedo no estará presente por compromisos de viaje. 
Y que su lugar será ocupado por una mujer que, cargada de papeles, momentos después de instalados en la sala de reuniones toma asiento frente a este autor: la doctora Clara Rubinstein, líder de Asuntos Científicos de la multinacional para América Latina.
Su intención, por supuesto, será erradicar cualquier visión negativa que quien aquí escribe pueda obtener sobre la principal apuesta de Monsanto hacia adelante: el desarrollo de plantas transgénicas y pesticidas basados en una técnica que sacudió la ciencia mundial en 2006 y en poco más de dos años llegará a los campos de Estados Unidos, Brasil y, por supuesto, la Argentina: la interferencia de ARN.
El ARN (o RNA) es una molécula inteligente que, entre otras funciones, se ocupa de transmitir órdenes que el ADN envía a las células para la producción de una determinada proteína. 
Cuando opera de esa forma, este ácido recibe el nombre de “Mensajero”. 
En tanto se desarrolla a modo de copia del ADN, el ARN está conformado por pequeñas masas moleculares unidas unas a otras bajo un patrón que los científicos identifican como de “simple cadena”. 
Este criterio es una diferencia básica respecto de las formaciones que, por ejemplo, presentan los virus, cuyas estructuras se basan en un ordenamiento de doble cadena de moléculas.
Cuando ocurre la aparición de ARN de doble cadena, es común que las células de cualquier organismo disparen complejos proteicos con el fin de eliminar a estos mensajeros. 
El resultado es la supresión, por extinción del ARN extraño, de la orden emitida por el ADN. En concreto, una determinada proteína deja de ser sintetizada. 
Dicho proceso, que dentro de los laboratorios se conoce como “interferencia”, tiene lugar de forma natural en todos los seres vivos en cada instante de sus respectivas existencias.
Atenta a este proceso, y productos de la crítica social al desarrollo de agroquímicos y las resistencias que los insectos vienen desarrollando a sus semillas con toxina BT -inmunidad que la compañía reconoce puertas hacia adentro-, Monsanto puso en marcha en el último lustro un programa para el desarrollo de semillas que incorpora la interferencia de ARN como una herramienta para la erradicación de los insectos que atacan a algunos de sus eventos transgénicos.
El resultado es el desarrollo que Beling confirmó para 2018: la semilla de maíz Corn Rootworm 3 (CRW3), un organismo genéticamente modificado que incorpora un ARN de doble cadena que se activa sólo cuando una variedad de escarabajos ataca las raíces de la planta. 
Basta que la larva del insecto pruebe el tejido del vegetal para que ese mensajero, ya dentro del coleóptero, active un mecanismo de defensa celular que termina por inhibir proteínas básicas para la supervivencia del escarabajo. 
En consecuencia, este muere.
Según Monsanto, la técnica permite operar sobre un blanco específico aunque, claro, el ARN varía por secuencias dentro de poblaciones de una misma especie. Por ende, la interferencia en tanto plaguicida sólo sería efectiva para una determinada generación de insectos. 
Este aspecto, la finitud del efecto, sumado a lo costoso de desarrollar ARN, es una de las primeras cuestiones que siembran dudas respecto de la apuesta de la compañía. 
Pero, claro, la estadounidense no acotará esta tecnología únicamente al desarrollo de semillas: en voz baja, Monsanto trabaja en el diseño de variedades de spray que, ARN incorporado, actuarán contra insectos o malezas específicos.
Si bien la empresa mantiene este desarrollo todavía en etapa preliminar, todo hace suponer que dicho compuesto también se aplicará bajo el esquema de fumigaciones. A diferencia de la semilla de maíz, se desconocen fechas de lanzamiento comercial y arribo a la Argentina de esta nueva modalidad pesticida.
Del otro lado de la mesa, en la sala de reuniones, Clara Rubinstein se anticipa a la primera pregunta con comentarios sobre un fenómeno desbordado sobre el que, durante años, Monsanto evitó referirse por tratarse de una consecuencia directa de los plaguicidas -sobre todo, el glifosato- y transgénicos comercializados por la empresa en Argentina y el mundo:las resistencias.
“La resistencia es inevitable. Justamente, la resistencia está en la naturaleza. 
En las bacterias, las plantas, los insectos. Las resistencias son ineludibles. Rotar cultivos lo que hace es evitar eso. Rotar principios activos, también”, comentó.
Patricio Eleisegui (PE): ¿En qué consiste la interferencia de ARN?
Clara Rubinstein (CR): El ADN es como el diccionario donde está todo el código para fabricar proteínas, que son las que cumplen todas las funciones de la agenda. Sobre el ARN, bueno, hay varios, con funciones diferentes. Son lo que se llama moléculas inteligentes. 
Uno de los principales ARN es el que se llama el mensajero.
El mensajero es una copia que usa el templado, el molde, del ADN, y que lleva el mensaje a la maquinaria de producción de proteínas de la célula. Le indica a las células qué determinada proteína hay que fabricar. Después hay ARN de distintos tipos y con otras funciones.
En el tema de interferencia, este es un mecanismo natural que utilizan todos los organismos vivos, hombres, plantas, lo utilizamos todos, que justamente se descubrió a partir de estudiar cómo las plantas se protegen de los virus.
Las plantas naturalmente tienen mecanismos para protegerse. 
De hecho, hay muchos vegetales que nosotros consumimos que vas a ver que están llenos de partículas virales, tienen todos esos puntitos, y las plantas están vivas. Muchos de esos mecanismos tienen que ver con el ARN de interferencia. Es como desarrollar una inmunidad.
Molecularmente, es un mecanismo natural que se dispara cuando hay pequeños ARN que son de doble cadena. Los ARN mensajeros son de simple cadena. Es una cadena que se lee a partir del molde de ADN que lleva ese mensaje. 
Cuando se generan dobles cadenas de ARN eso no es normal. 
Entonces, la propia célula tiene mecanismos que disparan complejos proteicos, y otras cosas que vienen a sumarse, para destruir los ARN doble cadena. 
Eso lleva a una interferencia.
¿Qué quiere decir interferencia? 
Que se interfiere con la producción de la proteína que esos mensajeros codifican. Son como pequeñas moléculas que disparan toda una reacción que lo que hace es inhibir la producción de una proteína.
Uno de los mecanismos es ese: la degradación de mensajeros. Hay otros mecanismos que son post transcripcionales, y que también operan en otros organismos y para regular otro tipo de vías metabólicas.
Esto es un mecanismo general por el que las células y los organismos controlan la expresión de sus propios genes y de genes que vienen de afuera. Por ejemplo, una infección viral. Los virus vienen con doble cadena. Es un mecanismo natural.
PE: ¿Cómo se direcciona esto de manera tal que ataque al insecto que la empresa considera plaga?
CR: Hay distintas aplicaciones para este mecanismo. Una de las grandes vías de investigación y desarrollo está en las empresas farmacéuticas. Este sector está desarrollando medicamentos a base de ARN utilizando este mismo concepto. O sea, que esto es un mecanismo de regulación que existe, y que puede ser utilizado para bajar la expresión o disminuir la expresión de los genes que producen una enfermedad.
Ese mismo principio se está aplicando en otras situaciones u organismos. En el caso del control de plagas, uno de los primeros productos donde se utiliza esta herramienta, este mecanismo, es un maíz resistente a una plaga de las raíces, que es un coleóptero, un insecto, cuya larva se come las raíces.
Este coleóptero es de la familia de los escarabajos. No entra en la planta. Entonces este es un caso bastante específico porque la aplicación de ARN es muy compleja. En este caso se dio que se encontró actividad en esta plaga en particular, y es específica a la especie. Sólo a esa especie.
Fuera de eso es muy complejo desarrollar herramientas. Se identificó un gen de esa especie para la cual se desarrolló un pequeño ARN de doble cadena que como blanco tiene una proteína que la especie necesita. Sin esa proteína, la especie muere.
PE: ¿Y cómo es que entra en funcionamiento ese ARN? ¿Se activa cuando el insecto consume la planta?
CR: Se activa cuando el gusano, la larva, come la raíz. La planta lo expresa. Es un transgénico. No es que se aplica, ya lo expresa la planta. Está presente en los tejidos de la raíz donde el gusano viene y come.
En ese caso en particular, esto tiene una actividad en el insecto: apaga el gen. En realidad impide que ese gen se exprese. En vez de BT, el transgénico tiene ARN. Es más preciso, va más al target.
El maíz resistente al gusano de la raíz es un producto crucial, probado. Es el primer caso de uso de ARN.
Hay una evolución hacia manejos más integrados. Y estos manejos integrados utilizan todas las herramientas disponibles. Y entonces ahí viene el control químico en colaboración con el control biológico.
PE: ¿Y ese ARN no afecta a otras especies? ¿No existen ARN compartidos por distintas especies?
CR: Sí, pero cuidado con eso porque hay diferencias. Los genes tienen funciones biológicas que pueden ser las mismas, por ejemplo determinar una proteína de la pared de la célula. Pero cada especie es polimórfica, o sea que tienen una secuencia ligeramente diferente o muy diferente. Aunque la función biológica sea la misma.
El problema o la ventaja que tenés con el uso de ARN es que son híper específicos. Dirigís estos ARN a una pequeña porción de la secuencia. Que es específica de esa especie.
PE: Bueno, pero puede ocurrir que las siguientes generaciones del insecto presenten variaciones en las secuencias que hagan ineficaz a ese ARN…
CR: Puede ocurrir que se llegue a generar. Pero es poco probable porque las secuencias que se eligen no se eligen al azar. Se hace deliberadamente con secuencias que dentro del gen son muy conservadas. Es poco probable que una mutación genere resistencias en pocas generaciones.
Esto te evita utilizar un insecticida para controlar un coleóptero. Esto se combina igual, no está solo. Se combina con una proteína BT. Es apilado. Tenés varios modos de acción y este es uno de los pilares del manejo de resistencias.
Acá combinás un modo de acción, una proteína que trabaja sobre el epitelio digestivo de los insectos que la ingieren con otro modo de acción, con un ARN que está dirigido contra un blanco.
PE: En tanto la planta expresa en toda su estructura ese ARN ¿después queda en el fruto?
CR: Te lo tengo que averiguar exactamente. Depende de los promotores que se utilicen para la expresión de estos genes. En general, si la expresión es constitutiva va a estar en distintos tejidos expresándose a distintos niveles. Cuando uno usa promotores específicos vas a tener más concentración en los tejidos que te interesen. En general en el grano la expresión es tan baja que no se detecta.
PE: ¿En qué estado se encuentra este maíz con el ARN? Me refiero a su aprobación a nivel local…
CR: Hay un solo evento. No está en la etapa comercial en la Argentina. Está bajo análisis. Pero sí está aprobado a nivel comercial en otros países.
PE: ¿Se lo está probando en la Argentina?
CR: Toda la parte de ciencias regulatorias a campo se hace en la Argentina. No sólo para Argentina sino para todo el mundo. Las pruebas de campo son reguladas, controladas. Lo que se hace en Argentina sirve para todo el mundo.
Se utiliza tecnología de punta, marcadores moleculares. Los laboratorios están en Fontezuela, cerca de Pergamino.
PE: ¿Cómo es la inclusión de ARN en spray?
CR: Es una potencialidad y está en fase de investigación. Puede llegar a complementar el manejo integrado. Tiene mucha promesa y potencial. La implementación no es simple, es compleja.
Monsanto por ahora no vende insecticidas. Son herramientas biológicas que tienen mucha potencialidad. Si se desarrolla adecuadamente puede ser una gran herramienta como insecticida. Hoy Monsanto está en investigación. La empresa investiga en un área que se llama biológicos que tienen que ver con estas y otras tecnologías.
Esta tecnología puede aplicarse a cualquier cultivo, pero hay que desarrollarla.
Apagado el grabador, Rubinstein aclara que se mantendrá disponible para cualquier consulta adicional. Sin embargo, un correo electrónico remitido por este autor días después, con preguntas surgidas tras revisar el material científico disponible en torno a la utilización de ARN para el desarrollo de plaguicidas, nunca será respondido.
La retirada de las oficinas de Monsanto en Buenos Aires incluye acompañamiento hasta el ascensor y otras promesas de diálogo fluido con la compañía. 
El tono cordial de la despedida no impide que quien aquí escribe perciba cierta intranquilidad respecto de lo que hará este periodista con la información que acaba de transmitirle la empresa. “Patricio es crítico de algunos de los productos de Monsanto“, había alertado a Rubinstein una integrante del equipo de prensa de la firma instantes antes del inicio de la entrevista.
La indagación en torno a los estudios sobre el ARN aplicado al agro, como es de suponer, no arroja grandes resultados dado lo reciente y desconocido de este tipo de desarrollos. Una vez más, la biotecnología le saca varios cuerpos a los mecanismos de control y los testeos de seguridad. 
De hecho, incluso en Estados Unidos proliferan las observaciones sobre los efectos desconocidos que pueden generar estos nuevos plaguicidas volcados a cualquier ecosistema. Es fácil suponer que las competencias de la Argentina en términos de análisis de laboratorio y monitoreo de consecuencias se encuentran muy por detrás de la nación en la que Monsanto posee su base central.
En 2012 trascendió la primera crítica a la experimentación con ARN: la Safe Food Foundation & Institute -en español, Fundación de Alimentos Seguros- de Australia declaró que el consumo de una variedad de trigo desarrollado con ese mecanismo por el gobierno de dicho país podía resultar mortal. 
El organismo argumentó que el ARN incluido en las plantas para modificar sus niveles de almidón coincidía con las enzimas del cáncer de hígado. 
Y que podía interferir con estos compuestos. 
En paralelo, pruebas en supermercados de los Estados Unidos ubicaron ARN virales en frutas y verduras concordantes con genes humanos.
Un artículo de Technology Review, la revista científica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, sus siglas en inglés) destaca además que, ya en 2014, 
la Agencia de Protección del Medio Ambiente estadounidense (EPA, en inglés) pidió a un panel de expertos que ayudara a definir cómo se regularán los insecticidas de ARN, incluidos los esprays además de los que se incorporan en los genes de una planta. 
En una carta de 81 páginas dirigida a la agencia, Monsanto hizo una campaña en contra de regulaciones especiales. Alegó que los productos de ARN deberían estar exentos de las pruebas de seguridad a las que calificó de irrelevantes, incluidas las que evalúan si resultan tóxicos para los roedores y si podrían causar alergias, así como estudios en profundidad de lo que ocurre con las moléculas en el medio ambiente. 
Sólo las proteínas causan alergias, según Monsanto.”
“El Consejo Nacional de Abejas le dijo a la EPA que el uso de interferencia de ARN en estos momentos colocaría a los sistemas naturales en ‘el epítome de riesgo’ y podría ser tan lamentado como nuestra adopción anterior del DDT”, agrega. 
Para luego aclarar. “A los apicultores les preocupa que los polinizadores sufran daños por los efectos no deseados. Señalaron que aún se desconocen los genomas de muchos insectos, por lo que los científicos no pueden predecir si existirá una concordancia entre sus genes y los objetivos del ARN.”
La falta de conocimiento por fuera de lo que ocurre en los laboratorios vuelve a decir presente mientras la compañía acelera el paso para inundar el mercado con plaguicidas que le permitan recuperar el rédito económico que, por efecto de las resistencias que ya muestran vegetales e insectos, amenaza acotarse en el corto plazo. 
Monsanto no es la única que apuesta a este cambio de paradigma: Bayer y Syngenta también experimentan con herramientas para el control de plagas basadas en ARN.
Como ya viene ocurriendo con los transgénicos que resisten a herbicidas, Argentina vuelve a ganar el centro de la escena como territorio de pruebas de desarrollos con consecuencias imprevisibles. 
Una vez más, los riesgos de estos ensayos corren por cuenta de los mercados con menos instrumentos para determinar el impacto general que tendrán herramientas diseñadas con el propósito declarado de erradicar especies.
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