“LA VOLUNTAD ES EL MOTOR DEL ESPÍRITU”
NO SE SIENTA CULPABLE SI PIENSA QUE LO HA INTENTADO MUCHAS VECES Y NO LO HA CONSEGUIDO. SI UD. ES UNO DE LOS QUE PIENSA QUE NO TIENE FUERZA DE VOLUNTAD PARA LOGRAR ALGO, POR FAVOR, CONSIDERE LEER ESTE ARTÍCULO.
(Autora: Dra. Marisela Rodríguez Rebustillo, Ph. D. – Profesora Titular de Psicología e Investigadora )
En mi labor como terapeuta me he encontrado muchas personas que desean librarse del poder de las adicciones. Hay diferentes tipos de adicciones: sexo, comida, bebidas, sustancias tóxicas (alcohol, tabaco, drogas), juego, trabajo, compras. La adicción es cualquier conducta compulsiva que se va fuera de nuestro control, es decir, que nos domina. El objeto de la adicción puede cambiar, puede ser un objeto inanimado, una actividad, una persona, con lo cual establecemos una relación de dependencia, generando el síndrome de abstinencia, con todos los síntomas asociados, sobre todo, la ansiedad. Lo que tienen en común todos estos objetos adictivos es que nos causan placer, es decir, que satisfacen o mejor dicho, creemos que satisfacen una de nuestras necesidades, pues realmente nos hacen olvidar la verdadera necesidad que está de base. Distorsionan nuestra esencia, en tanto, nos hacen reflejar ilusoriamente, que lo que necesitamos es comer, comprar, fumar, etc. para sentirnos bien, cuando en realidad lo que tenemos son otras carencias, mayormente de índole psicológica, tales como, sentirse seguros, aceptados, queridos, reconocidos.
El no poder contenerse genera un fuerte sentimiento de culpabilidad, pues la persona se siente débil e incapaz de luchar contra el objeto adictivo. Siente que algo que está fuera de sí lo controla, a pesar de estar consciente que es un error, que le provoca daño, o perjudica a otras personas. Lamentablemente todas las terapias contra las adicciones están basadas en un enfoque cognitivo-conductual. Es decir, se basan en las recompensas ante la conducta de abstinencia y en las interpretaciones del porqué la persona ha comenzado a manifestar una adicción específica. Estas racionalizaciones hacen que la persona se comprometa con el terapeuta a evitar estas conductas, que después serán recompensadas con el reconocimiento ante el grupo de pertenencia, ya sea la familia o el grupo de terapia que comparte la misma adicción.
Se afirma que la persona adicta es un enfermo crónico, que no puede curarse nunca más. Es decir, que debe evitar por todos los medios ponerse en contacto con el objeto o situación adictivos, por temor a recaer. Esto sucede porque en realidad, la persona con una adicción desarrolla una cadena de adicciones, a veces de diferente índole, en tanto, ninguno de los objetos adictivos satisface la verdadera necesidad que está provocando la carencia. Unos se convierten en sustitutos de otros, es decir, es una cadena de sustituciones. Hemos tratado a personas que justifican haber comenzado a beber alcohol ante la ruptura de una relación, o como consecuencia de la pérdida de un ser querido. Sabemos que ante una ruptura es normal que la persona se sienta mal, pero si le es imposible sobreponerse ante la pérdida, pensamos que esa relación constituía en sí misma una dependencia fuera de control, que para “superarla” da lugar a otra dependencia, en el ejemplo, el alcohol.
Si bien es cierto que existe una interacción entre los genes y el ambiente en la conducta adictiva, por ser esta tan compleja no es posible determinar con exactitud las causas de esta patología. Aún no se han hallado las técnicas que permitan precisar cuáles son los genes implicados en esta patología, proponiéndose hasta el momento un modelo multifactorial, donde el aspecto genético puede condicionar cierta vulnerabilidad a padecer adicciones, aunque el rol decisivo lo siguen asumiendo los factores ambientales (1).
Por lo tanto, nuestra posición se centra en la ponderación de los factores ambientales, sin obviar la importancia, aún no precisa, de los factores genéticos. Sabemos que dentro de los factores ambientales encontramos a la familia con sus respectivos modelos de interacción. Por este hecho, se hacen imprecisos los límites entre lo genético y lo educativo.
¿POR QUÉ ESA SENSACIÓN DE NO TENER VOLUNTAD PARA SUPERAR ALGO?, ¿POR QUÉ ESA FALTA DE ENERGÍA PARA LOGRAR SU PROPÓSITO?
Para explicar esta falta de energía o fuerza de voluntad, debemos adentrarnos en la explicación de los mecanismos de satisfacción de las necesidades, basándonos en la tesis que no existe conducta inmotivada, es decir, que no responda a una necesidad determinada. Cuando alguien actúa, existe una necesidad pulsando esa conducta, aunque no siempre el sujeto sea consciente de esta.
Para entender este mecanismo me referiré a lo que en terapia Gestalt se le conoce como el ciclo de la experiencia, introducido por J. Zinker (2). Este ciclo se puede entender como un ciclo de energía que se recorre en la aparición de una nueva experiencia en la vida de cualquiera de nosotros. Cuando una necesidad [1] surge, recorremos varios estadios hasta su satisfacción. El primer momento se inicia con la Sensibilización, es decir, la persona experimenta un déficit en el organismo, surge una tensión por algo que aún no logra precisar, por ejemplo, cierto cosquilleo en el estómago. La segunda fase es la Toma de conciencia, y es cuando la persona descubre el objeto de su necesidad, en el ejemplo citado, es cuando la persona se da cuenta que ese cosquilleo que siente es hambre. La Movilización se produce cuando la persona se prepara para la acción, es decir, decide que necesita comer. La Acción ocurre cuando la persona se dirige al objeto que satisface su necesidad, en este caso, localiza dónde se encuentra el alimento y va a buscarlo. El Contacto se produce cuando la persona se encuentra con el objeto y logra satisfacer su necesidad, en este caso, come. Una vez satisfecha la necesidad, surge el Post contacto, es decir, estando la persona plenamente satisfecha, ocurre una pérdida de energía y entra en un estado de reposo o relajación, es decir, no le apetece nada más, así sea su plato preferido, hasta tanto no vuelva a sentir hambre.
Si seguimos este esquema de satisfacción de las necesidades, nos damos cuenta que cuando una necesidad surge, se genera una tensión que brinda la energía suficiente para movilizar a la acción. Esa energía tendrá un curso adecuado hasta su pérdida total, una vez que la necesidad se haya satisfecho con el objeto que le corresponde. ¿Qué bloqueos pueden transcurrir durante este proceso?
Si surge la necesidad, pero esta no encuentra el objeto adecuado para su satisfacción, por ejemplo, tenemos la sensación de hambre, pero no encontramos algo para comer, esa tensión nos pulsará a buscar un objeto sustituto, digamos, beber algo. Es como tratar de engañar a la necesidad buscándole un paliativo que pueda calmarle momentáneamente, pero que retornará a reclamar su satisfacción en breve. La tensión continúa moviendo a la persona, que al no encontrar el objeto adecuado, buscará otra cosa que adormezca su carencia. Nunca se saciará con el objeto sustituto, porque en verdad, ese objeto no está destinado a la verdadera necesidad.
Muchas veces las terapias que promueven la abstinencia, suprimen el objeto sustituto y la tensión inicial no encuentra salida, por lo que provocan generalmente una conducta agresiva, en tanto la agresividad no es más que una movilización a la acción. Si evitas que la acción se produzca, aunque sea en la búsqueda de un objeto sustituto, la tensión inicial se acumulará, por tal razón, la persona se torna malhumorada, ansiosa y hasta violenta. Se generan además sentimientos de culpa, en tanto la persona siente que debe huir para evitar caer en la tentación, cuando en realidad, lejos de evitar, hay que buscar el encuentro o la toma de conciencia de la verdadera necesidad que “se esconde” tras la adicción.
Por eso no soy partidaria de que el adicto sea un enfermo crónico, sino que es un enfermo mal tratado.
Una adicción es un estado de carencia perenne, que lejos de encontrar la saciedad, exige de dosis cada vez mayores, pues los objetos adictivos son sustitutos de los verdaderos objetos que llevarían a la persona a lograr ese estado de reposo o relajación, donde ya no se requiere más de lo mismo. Las personas adictas carecen de algo, es decir, nunca logran satisfacer la necesidad que dio origen a la tensión que los impulsa a realizar una acción con carácter repetitivo y fuera de control.
Este mecanismo psicológico lo emplea la publicidad, al manipular las necesidades del cliente y estimular al consumismo. Conocen que la mayoría de las personas no están plenamente satisfechas y, además, no son totalmente conscientes de su estado; corren detrás de lo que creen necesitar, con la esperanza de encontrar ese estado de relajación llamado felicidad. Tienen la ilusión de que sus carencias serán resueltas una vez que adquieran el producto que se les ofrece. Albergan la falsa idea que un producto, o un determinado estilo de vida, les proporcionará la felicidad que tanto ansían. Lo peor de todo es que la mayoría desconoce qué es lo que realmente necesita.
Desde que nacemos nos vemos obligados a reprimir nuestras necesidades, por ir en pos de un modelo o prototipo de lo que nuestros padres, y la sociedad en general, espera de nosotros. Necesidades básicas como las fisiológicas (comer cuando no tenemos deseos; no comer lo que deseamos, o ir a la cama cuando no tenemos sueño); de protección y seguridad (dejarnos solos cuando necesitamos estar acompañados o que invadan nuestro espacio cuando queremos estar solos); de aceptación e identificación (condicionar el afecto y la aceptación a que hagamos lo que no deseamos). ¿Quién no ha padecido alguna de estas violencias psicológicas y físicas durante toda su vida?
Llega un momento en que nos desconectamos de nuestras verdaderas necesidades y comenzamos a creer que realmente necesitamos aquello que nos indican los otros. Este es el origen de las adicciones. Olvidamos cuál es nuestra verdadera necesidad y nos convertimos en un “barco sin rumbo”, a merced de cualquier objeto, persona o situación donde colocar nuestras tensiones surgidas por las necesidades latentes. Las necesidades continúan allí, ocultas para nuestra conciencia. Independientemente del momento en que hayan surgido, continúan generando tensión. Pero lo peor de todo es que el contacto con ese sustituto no alivia la tensión surgida, sino la acrecienta ¿A dónde va a parar esa tensión?
En la búsqueda de una sustitución, hallaremos un alivio momentáneo. Lo peor de todo es que estas sustituciones no nos saciarán jamás, no calmarán nuestra ansiedad, solo nos la harán olvidar por un rato. Y seguimos compulsivamente, sin poder parar, buscando el alivio que cada vez tarda más en llegar y aumentando la sensación de impotencia, al sentirnos débiles porque no podernos luchar contra estas.
¿Existe entonces la falta de voluntad? Como se habrá dado cuenta, la compulsión por llenar “esta canasta sin fondo” nos va debilitando realmente. Solo obtiene el descanso reparador quien ha completado un ciclo. Si tengo hambre y como una comida gustosa y nutritiva hasta quedar plenamente satisfecho, es muy probable que si me presentan un nuevo plato, por muy atractivo que sea lo rechace. Podrá preguntarse, ¿porqué a la persona que es adicta a la comida, siempre que le presentan comida no se puede resistir al impulso de comer aunque su estomago esté totalmente lleno? Porque esa persona que come compulsivamente no lo hace por hambre fisiológica, sino que comiendo trata de satisfacer una necesidad de otra índole, probablemente un hambre de afecto.
¿CÓMO SABER CUÁLES SON LAS VERDADERAS NECESIDADES Y CÓMO PODEMOS SATISFACERLAS?
Un niño cuyas necesidades fisiológicas están adecuadamente satisfechas, según libre demanda; cuando se siente protegido, seguro, aceptado, estimulado, comenzará a desarrollar una gran fuerza de voluntad, que no es otra cosa que la energía suficiente para decir NO cuando tiene que rechazar lo que no desea, o defender sus necesidades con total convicción e independencia. No se trata de que sea un niño caprichoso al cual hay que complacerle en todo, sino se tratará de un niño tolerante, paciente, dispuesto y creativo, que puede adaptarse perfectamente a las situaciones y aprende a jerarquizar sus necesidades, en tanto espera el momento más conveniente de satisfacerlas. Se ajusta a las condiciones de manera creativa porque está seguro que podrá satisfacerlas siempre. En cambio, el niño berrinchudo y dominante, es un niño inseguro, que sabe que tiene que usar esos mecanismos si pretende satisfacer sus necesidades. Un niño adaptable es aquel que sabe que podrá satisfacer sus necesidades, sin tener que manipular a los demás.
En resumen, podemos decir que el reconocer nuestras verdaderas necesidades, sin autoengaños o racionalizaciones, y saber orientarnos dónde encontrar aquello que las satisface, es tener un plan, un objetivo, es otorgarle un sentido a nuestra vida. A menudo el adicto carece de estas expectativas, o se traza planes inalcanzables, desconociendo sus posibilidades reales. Ocurre un bloqueo llamado postergación, es decir, la persona posterga cada cierre, y no podrá iniciar adecuadamente la satisfacción de una nueva necesidad, en tanto haya alguna insatisfecha. Abraham Maslow, en su teoría de la Motivación humana, planteaba que las necesidades más elevadas no surgen hasta que las inferiores han sido satisfechas (3).
EL ADICTO ES UNA PERSONA QUE SE DESENSIBILIZA, ES DECIR, DEJA DE SENTIR SUS VERDADERAS NECESIDADES, DEJA DE SENTIRSE A SÍ MISMO.
¿QUÉ SOLUCIÓN EXISTE ENTONCES AL RECONOCIMIENTO DE LAS NECESIDADES LATENTES, QUE ESTÁN EN EL FONDO DE CADA EXPERIENCIA?
Sabemos que el proceso de autoconocimiento es difícil. Existen demasiados mecanismos de defensa, acumulados desde la infancia, enmascarando nuestras verdaderas necesidades. La toma de conciencia se produce con la ayuda de un terapeuta que permita detectar situaciones inconclusas, expresar lo no expresado, buscar la dirección y hacer la expresión directa. Experimentar en el presente lo que no quiere o lo que oculta, a fin de darse cuenta. Vivenciar, experimentar de nuevo, como si estuviera ocurriendo en el momento actual. Reflexionar sobre nuestra infancia, repetir frases, gestos, darle vida a los objetos que usamos como sustitutos y permitirles “que nos hablen”. Es decir, tratar de traducir en el plano verbal determinados gestos, actuar e identificar sentimientos y emociones.
Si ha perdido la confianza en usted mismo, si se encuentra culpable por luchar contra algo que considera más fuerte que usted, piense que no todo está perdido, que en el presente puede encontrar el modo de ser un verdadero vencedor. La terapia Gestalt es una muy buena opción.
Autora: Dra. Marisela Rodríguez Rebustillo, Ph. D. – Profesora Titular de Psicología e Investigadora Titular
Referencias:
1. Ibañez Cuadrado A. (2008): Genética de las adicciones. Revista Adicciones, no.2, Vol. 20, enlace:http://www.adicciones.es/ficha_art_new.php?art=587
2. Zinker, J. (1979): El proceso creativo en Terapia Gestáltica. Buenos Aires. Paidós.
3. Maslow, A. H. (1943): A THEORY OF HUMAN MOTIVATION, Originally Published in Psychological Review, 50, 370-396. Enlace:http://www.altruists.org/f62
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