Hace mucho tiempo a un hombre le fue dada la oportunidad de visitar tanto el cielo como el infierno y después contarlo: Primero llegó al infierno y pronto vio que todo el mundo padecía Terriblemente a causa del hambre a pesar de que había todo tipo de comida en abundancia. Se dirigió a los comedores y observó que las mesas estaban llenas de manjares pero nadie era capaz de echarse nada en la boca pues tanto los tenedores como las cucharas de las que disponían eran enormemente largas.
Se dirigió inmediatamente al cielo: allí todo el mundo parecía sano y feliz, la comida era la misma que en el infierno, incluso usaban los mismos enormes cubiertos pero aquí, se sentaban uno enfrente del otro y se alimentaban mutuamente....
La piedra angular en la que se basa toda nuestra civilización es
la competividad; nuestro paradigma es absolutamente competitivo y a pesar de
que gracias a eso, caminamos indefectiblemente hacia la autodestrucción, no
parece que vayamos a ser capaces de cambiar de rumbo en un futuro inminente,
intoxicados como estamos por continuas informaciones que ya desde la infancia
bombardean nuestras mentes con las bondades de la belicosidad y la
confrontación como método único para sacar lo mejor del ser humano.
El continuo ensalzamiento de las virtudes de la competividad
es evidente, pues la mayor parte de nuestros ídolos la simbolizan, muchas veces
radicalmente, como en el caso de los deportistas de élite; nuestro sistema
político está basado en la confrontación y lo mismo el sistema judicial, el educativo
y especialmente el económico( se aprovechó la caída del comunismo para
glorificar las virtudes del capitalismo, liquidar la idea de cualquier tipo de economía
de desarrollo cooperativo y así dejar el paso expedito al ultra liberalismo que
a pesar de los desastres nos gobierna hoy en día).
Todos los días, millones de seres humanos, absolutamente
descontentos con su vida diaria ( y los más sensibles y empáticos, preocupados
también por la mísera suerte de los más desgraciados entre los desgraciados), se
preguntan a sí mismos como salir del pequeño infierno en el que se ha
convertido su vivir, tal es el stress y la presión que sienten a diario y que a
duras penas consiguen adormecer , ni que sea temporalmente, con alguno de los múltiples
trucos que el sistema pone a nuestra disposición.
Pues bien, el remedio se llama cooperación, y es la
antítesis del modelo actual pero no solo no está justamente valorado sino que
se ha demonizado con tanto denuedo que le hemos cogido auténtico pánico. La
cooperación tanto en el ámbito individual como a nivel macro es la solución que
daría fin a todos nuestros males y si bien no es posible institucionalizarla en
un entorno tan hostil a ella, sí que podemos convertir nuestro pequeño
infierno particular en un cielo cotidiano de uso doméstico que extienda sus
beneficios a nuestros allegados más próximos.
Tenemos grabado a fuego, la idea de que la competividad es la
única vía posible, y que toda alternativa es una utopía irrealizable pero si no
rechazamos en nuestro interior de una manera absoluta esa falsedad, nunca
lograremos el tipo de cambio que realmente necesitamos.
Ellos lo saben y hacen todo lo posible para mantenernos en
un estado de confrontación continua, por eso yo les desafío a que vayan
incorporando en su vida diaria mayores niveles de cooperación, observando en ustedes
mismos en que momentos están compitiendo y procedan gradualmente a
sustituir ese «modus operandi» con el cual hemos sido programados por su
opuesto y puedan percibir la absoluta belleza de DAR...
Sea typhon
Los Leones son peligrosos solo cuando están hambrientos: los
hombres siempre estamos hambrientos…
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