miércoles, 15 de abril de 2015

Rennynismo tardío

Quien acumula bolívares no lo hace por acumular gloria, sino por amasar dinero y el poder que ello representa


Luis Marín / Soberania.org


El primero (quizás el único) que en función pública se atrevió a plantear la necesidad de cambiar el nombre a la moneda venezolana fue Renny Ottolina, en el que sería su último programa “Para Reflexionar”, poco antes de ser muerto el 16 de marzo de 1978, fecha deliberadamente olvidada, en una oscura y nunca esclarecida colisión aérea.


La concibió como parte de una campaña para “recuperar el nombre de Bolívar”, por lo que esto implica para rescatar la conciencia de lo que significa ser venezolano. Usarlo en algo tan vil como el dinero significa que el nombre cada día pierde importancia. Pedro León Zapata también lo dijo a su manera, como si fuera un chiste serio:“No sé porqué se empeñan en llamar Bolívar a una moneda que no vale un Carujo”, en alusión, por supuesto, al antihéroe por excelencia, Pedro Carujo.


Cuando en 1789 Antonio Guzmán Blanco cambió el nombre del signo monetario del venezolano de oro, que originalmente se llamaba peso, como en todo el mundo hispano, quiso rendir un tributo, quizás de buena fe, aunque no exento de demagogia, pero el resultado ha sido todo lo contrario.


En verdad, Guzmán fue la imagen viva del despotismo ilustrado en Latinoamérica, nadie se tomó tan en serio y quiso llevar a la práctica con tanto celo el programa de la Ilustración para el desarrollo de la sociedad. No sólo se le debe la proliferación de obras públicas, sino también la entronización de la corrupción administrativa. Nadie se enriqueció tanto en forma ilícita como él, hasta los próceres actuales, déspotas iletrados.


Lo cierto es que cuando se menciona al bolívar, en minúscula, nadie en el mundo piensa en el héroe sino en cuál es la equivalencia en dólares de un signo monetario; así como quien acumula bolívares no lo hace por acumular gloria, sino por amasar dinero y el poder que ello representa.


Que la moneda tenga la efigie de Bolívar es otra cosa, porque en efecto, todas las monedas las llevan de personalidades pero no así sus nombres, por ejemplo, la libra esterlina tiene la efigie de la reina y no se llama Elizabeth, como la peseta tenía la imagen de Franco. En USA cada billete tiene una imagen distinta, uno de Washington, dos deJefferson y así hasta los cien de Benjamín Franklin, pero la moneda se llama dólar. Es curioso que hasta los chinos hayan puesto en el billete la imagen de Mao, el más antimonetarista, pero la moneda se llama yuan. 


Si se le ocurriera ponerle su nombre al peso cubano, se destruiría Fidel Castro en el momento en que una mujer discutiera con el bodeguero diciéndole: “Oye tú, yo no te pago más de un fidel por ese rollo de papel toalet, eso no, ni hablar chico, ese es un papel de muy mala calidad, eso no vale más de un fidel y tú me quieres pedir dos”. Se pusoFidel Castro a la altura de ser medida del papel toalet ¡y lo hacemos con Bolívar cada día!, pues, para horror nuestro, para horror de horrores, decía Renny.


Y eso que no alcanzó a ver ni oír lo que nosotros cada vez que se tilda de “bolivarianos” a sujetos e instituciones de los que luego se predican una retahíla de crímenes horrendos, desde asesinato a mansalva de niños, jovencitas, misses, estudiantes, luego secuestros, torturas, ejecuciones, extorsión, narcotráfico, lavado de dinero, corrupción y pare usted de contar.


Uno de los crímenes que puede servir de epílogo a la tiranía castrochavista tiene carácter simbólico: haber escarnecido el nombre de Bolívar y desprestigiado sin remisión al bolivarianismo. Lo que nos devuelve paradójicamente a la campaña de Renny: cuando se separe el nombre de Bolívar, que no hay sino Uno, del nombre de la moneda, ese día lo habremos ganado de nuevo.


Se habría conformado con volver a llamarla peso, pero eso no le quita la maquinita de imprimir billetes a los políticos, de manera que mejor sería llamarla dólar. Y “Bolívar no habrá sino Uno, que es lo que yo quisiera”.
Antipolítica 


La acusación que más frecuentemente le hacen los detractores de Renny es la de haber sido el fundador de la“antipolítica” por su ataque general contra todos los partidos políticos, en el entendido de que estos serían esenciales para el funcionamiento de la democracia.


Las dos afirmaciones son falsas. Si existiera la “antipolítica” ciertamente Renny no es su fundador, es confundir la“Política” con la politiquería de los partidos, un artificio argumentativo para dejar colar que política sólo es la actividad que realizan los políticos profesionales y quien no esté de acuerdo con ellos es “antipolítico”.


La crítica de Renny no estaba dirigida al sistema de partidos sino a las actividades ilícitas de los partidos, que violan la ley flagrantemente y convirtieron al país en “un patio de bolas criollas” donde pueden hacer olímpicamente todo lo que les da la gana, atropellando a los ciudadanos y saqueando el erario público.


Sería exigir demasiada honestidad intelectual pretender que los políticos profesionales admitieran la diferencia entre criticar actividades obviamente ilícitas sin recurrir al subterfugio de escudarse en la sacrosanta institución desviando el ataque hacia los partidos en cuanto tales, lo mismo que quienes son señalados por sus actividades criminales se arropan con la bandera y berrean que se está atacando a “Venezuela”.


También es meridianamente falso que los partidos políticos sean esenciales para nada, con solo constatar que la democracia existe desde tiempos inmemoriales y los partidos políticos como se les conoce hoy en día son un fenómeno recientísimo, que si acaso se remontaría al siglo XIX, aunque su auge es propio del siglo XX, la era del totalitarismo.


Tanto más burda es la mentira siendo imposible ocultar la emergencia de movimientos de electores independientes de los partidos que han logrado alcanzar el poder incluso en Latinoamérica, como fue el caso en Perú, Colombia, pero también en Venezuela, con las alianzas de agrupaciones que dieron al traste con las maquinarias tradicionales.


Los partidos cruzaron la línea de las triquiñuelas tradicionales para caer en francos delitos, así como los sindicatos que originalmente eran organizaciones de ayuda mutua se convirtieron en mafias criminales que practican el chantaje a cielo abierto y resuelven sus controversias a tiro limpio.


Renny fue el primer promotor de la ‘meritocracia’, término que popularizó, para enfrentar a la ‘partidocracia’, al imperio del carnet partidista, al abuso ilegal e inconstitucional de las cartas de recomendación como requisito indispensable para poder acceder a cualquier cargo público y enfiló las baterías contra las prácticas ventajistas de todos los partidos, incluso los de la izquierda, los puros, “los puros bandidos de la izquierda”.


Funcionarios honestos con quince o veinte años trabajando en una institución ven como les nombran de jefe a un inepto, porque es el que tiene el carnet y la recomendación y otros tantos pasan por la humillación de tener que pedirlos porque sino ni los toman en cuenta para el ingreso. Pero quizás lo que causó alarma en la casta política fue la efervescencia que comenzó a despertar en el electorado, la primera vez que se desafió la hegemonía bipartidista con probabilidades de éxito.


Con una mano en el corazón, ¿quién podría creer que con un candidato tan opaco como Luis Piñerúa Ordáz, AD podía enfrentar la ola de independientes que estaba levantando Renny con su extraordinario carisma y las poderosas armas de credibilidad y confianza que generaba en el público?


Quizás en aquel momento comenzó el naufragio del puntofijismo y no el viernes negro, como se dice a veces. Los partidos le jugaron sucio a Renny y traicionaron a la República. La mala decisión de borrar a Renny le cerró un camino civilizado a Venezuela.
Adiós, se acabó el show


Renny es un gran desconocido para los jóvenes venezolanos que hoy dan la batalla por la libertad y la decencia en este expaís, al contrario de hace cuarenta años, cuando no había ni un solo venezolano que alguna vez no lo hubiera visto, oído y recibido su influencia directa o indirectamente.


Pero con poca investigación y mínimo esfuerzo se puede redescubrir su mensaje y, quizás con asombro, constatar que las taras que denunciaba Renny están aquí presentes, mucho más exacerbadas y son las causas profundas del naufragio de la República. Decía, por ejemplo:


“Los chinos, mientras estén bajo el sistema en que están, son mis enemigos naturales, como venezolano, en ese sentido (…) yo sí, definitivamente, anticomunista. Yo no creo en masas”.


El proyecto estratégico que le ofrecía a Venezuela para los siguientes veinte años era el de convertirse en un país agrícola, porque sino nos vamos a morir de hambre. Ya estamos desabastecidos. Todo el petróleo y el hierro no va a alcanzar para pagar la comida que tendremos que importar, si es que no las quieren vender (y a qué precio), porque ellos también la van a necesitar.


Tuvo el coraje de oponerse a la expropiación de fincas y a la política de reforma agraria, de inspiración mexicana, que infaliblemente genera miseria, por el dogma de repartir la tierra en pequeñas parcelas entre los campesinos; cuando lo que da resultado son grandes conglomerados de agroindustrias, como funcionan en EEUU, Canadá y digamos que incluso en Brasil.


Así no se puede progresar, porque “la naturaleza no conoce de justicia social”. Si se divide la tierra en pedacitos no se puede producir en gran escala, ni resolver los problemas de riego, fertilización, dispersión del crédito y un largo etcétera muy bien fundamentado; pero los caudillos prefirieron tomar el camino decimonónico del conuco, con los resultados que tenemos a la vista.


¡Para otros si hay dinero! clamaba en 1977 y hacía la larga lista de países que entonces recibían las dádivas de la socialdemocracia, atada al proyecto internacional socialista, como lo está el socialcristianismo a la internacional socialcristiana, mientras que aquí no había dinero ni para dotar al cuerpo de bomberos para apagar incendios.


En la política menuda se atrevió a criticar a los motorizados porque ya entonces no respetaban ley alguna y respondía al chantaje populista diciendo que el hecho de ser humilde, si es que realmente lo eran, no autoriza a nadie a violar la Ley.


¿Cómo se puede arreglar al país? Haciendo todo al revés, porque los partidos nos tienen en un mundo al revés. Aquí el que cumple la Ley es un bobo (hoy se dice que la Ley es para los pendejos). Los corruptos son premiados y ascendidos y ¡pongan preso al denunciante! Es un hecho notable que Gonzalo Barrios sólo vaya a ser recordado por aquella ingeniosa frase según la cual “en Venezuela hay pocas razones para no robar”.


¿Ustedes saben cómo funciona la rosca de los partidos políticos, esa doble columna de poder? ¿Es el gobernador quien manda aquí en cualquier estado o el comisario político soviético detrás del poder constitucional? ¿Quién de los dos manda? Y a que no manda el gobernador por encima del secretario general del partido y al primero que raspan es al gobernador. ¡Yo estoy contra eso!


¿Y tú sabes de donde te sale tu dictador? En que, si en virtud de la Ley no conseguimos una solución legal a esto y esto continúa como va, tendrás tu dictador dentro de muy poco tiempo. Y es lo que hay que evitar.


Renny temía que le hicieran algo: ya me cerraron el programa una vez, a lo mejor me lo vuelven a cerrar. A ver si me ponen cocaína en el carro, me acusan de narcotraficante y caigo en manos de un juez del partido.


Por odio no progresa nadie. Por odio no hay progreso. El odio no puede ser la base para el progreso.


Aunque Renny dijo no estar de acuerdo con los griegos que rezaban: “Y como era muy querido por los Dioses, murió joven”. Hasta en eso, tuvo razón.



Luis Marín | Abogado. Profesor de la Universidad Central de Venezuela.
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