miércoles, 29 de octubre de 2014

MENSAJE A LA GENTE BIEMPENSANTE

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El mundo lo necesita.
Más que nunca.
Tú, que estás leyendo estas palabras, debes recuperar tu soberanía individual y tomar plena conciencia de quién eres y de cuáles son tus auténticos anhelos, aquellos que llevas tan profundamente arraigados en tu interior que definen lo que eres en esencia.
Ninguna transformación social tendrá sentido si antes, cada uno de nosotros, no recuperamos plenamente nuestro poder como individuos libres.
Desgraciadamente, mucha gente piensa que defender a ultranza del poder y el criterio individuales por encima de las normas y las convenciones sociales es un canto de sirena, una estupidez o incluso una locura utópica sin sentido.
Son esa gente “Biempensante” que sentenciosamente nos dicen que la multitud de normas y valores que nos son inculcados desde pequeñitos a modo de programación mental, son las herramientas que nos permiten convivir en paz los unos con los otros.
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Acostumbran a afirmarlo sin ningún atisbo de duda:
“Son las normas de convivencia que nos hemos otorgado entre todos”

Nos lo repiten una y mil veces, a pesar de ser una de las mayores falsedades que escucharemos a lo largo de nuestras vidas.
¿Porque alguien recuerda haber tenido la opción de ratificar o rechazar las “normas de convivencia” que le han sido impuestas desde que nació como si fueran la única verdad posible?
¿O sencillamente, nos han inculcado esas normas desde la infancia, como una programación obligatoria sin derecho a ponerlas en duda bajo pena de ser castigados por el Sistema y la sociedad?
Esa es la auténtica realidad. Las normas sociales y las creencias que nos son inculcadas nada tienen que ver con “un acuerdo común”.
No hemos tenido ninguna otra opción que aceptarlas por la fuerza.
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Quizás llegados aquí la gente biempensante argumente que:
“Necesitamos reglas, leyes y normas porque no hay otra forma de convivir en sociedad”

Pero eso no lo podemos saber.
Precisamente porque a causa de ser programados desde la mas tierna infancia con estas normas y leyes, no podemos llegar a concebir ni experimentar alternativas a ellas.
De hecho, si alguien pretende hacerlo es perseguido por el Sistema y la sociedad.
Aunque curiosamente, podemos observar a grupos de animales salvajes conviviendo entre sí de forma asociada, sin normas escritas, sin jueces, sin leyes ni constituciones, sin policías, sin normas morales ni creencias religiosas: grupos de ballenas, delfines, gorilas, chimpancés, leones, elefantes, focas, pingüinos e incluso hormigas y abejas consiguen pervivir y proliferar por todo el mundo, a pesar de tener un nivel intelectual muy inferior al nuestro.
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Por lo tanto, si existen estructuras sociales mas simples que las nuestras, no basadas en complicados conceptos abstractos, nadie puede sentenciar rotundamente que “no haya otra forma de convivir en sociedad”.
Si animales con un nivel de conciencia inferior al nuestro lo consiguen, ¿quién dice que nosotros no podemos hacerlo también?
Por lo tanto, esa aseveración categórica de la gente biempensante sobre la indefectible necesidad de las leyes y las normas, resulta ser falsa. Otra vez.
Pero la gente biempensante no se rinde y sin duda contraatacarán con uno de su argumentos habituales:
“Sin normas ni leyes, el mundo se regiría por la ley del más fuerte”

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Afortunadamente, gracias a nuestras incontables normas y leyes, los más fuertes ya no abusan de los más débiles, como podemos ver constantemente por todo el mundo, ¿no?
Ya no existe la explotación económica, la marginación, el abuso de poder político, social, sexual o militar, ¿A que no?
Seguro que no seremos capaces de encontrar ni un solo ejemplo en el que los más fuertes se aprovechen de los más débiles a través de las propias leyes que supuestamente deberían impedirlo…
¿O es que quizás la “ley del más fuerte” solo ha cambiado de forma a lo largo de los siglos?
¿No será que “la ley del más fuerte” simplemente se ha perfeccionado y refinado gracias a la aplicación de conceptos meramente abstractos, pero sigue tan “fresca y lozana” como el primer día?
¿No será eso lo que estamos viviendo en realidad?
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Llegados a este punto y ante tan molestas muestras de sarcasmo, es muy probable que la gente biempensante, con expresión seria y profundamente preocupados por nuestra cordura, nos espete que:
“Sin normas sociales y leyes, viviríamos inmersos en el caos, la ‘anarquía’ y la destrucción”

Y quizás aquí tengan parte de razón,
Sin tantas normas y leyes, el mundo en el que viviríamos sería mucho menos “civilizado”.
Porque ciertamente, si algo define el mundo que hemos creado, es la palabra “civilizado”
Somos tan “civilizados” que cuando nos matamos los unos a los otros en alguna de las constantes guerras y conflictos que azotan nuestro planeta, lo hacemos siguiendo las reglas del juego que anteriormente hemos pactado. No vale matarse con según qué tipos de artefactos ni productos, ni en según qué días ni lugares. Debemos aniquilarnos “siguiendo las convenciones”.
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De esa forma nos garantizamos que las casas son destruidas de forma mucho más ordenada y la gente es asesinada de forma más racional y perecen mucho más tranquilos sabiendo que su muerte o la de sus hijos se ha producido al amparo de las leyes de la guerra y no en medio de una intolerable “anarquía”.
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Logo de la Corte Penal Internacional
Y cuando alguien se salta esas reglas establecidas para matar, lo denostamos y lo condenamos como “terrorista”, pues somos tan “civilizados” que concedemos más importancia al hecho de obedecer las leyes del asesinato que hemos pactado anteriormente, que al propio hecho de matarnos los unos a los otros.
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Ahora la gente biempensante negará con la cabeza y nos mirará con cara de lástima, pensando que “Definitivamente estamos locos”

Según ellos, sin normas sociales, ni leyes, ni estructuras de autoridad, el mundo caería en el caos, la destrucción, el abuso, el salvajismo…esa es la fe que tienen en el ser humano…
Y tienen parte de razón.
Si actualmente colapsaran las estructuras de autoridad, probablemente sería así.
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Porque los seres humanos actuales somos capaces de cambiar bienes de valor incalculable por acumular simples papeles con dibujitos a los que llamamos dinero; somos capaces de destruir millones de vidas y el mundo entero si es necesario, por conceptos abstractos que solo viven en el interior de nuestra psique.
Y somos incapaces de valorar nuestra propia individualidad y la de los demás y por lo tanto incapaces de concebir el auténtico valor de la vida humana y de la naturaleza que nos rodea.
Nuestras mentes corrompidas contienen el cóctel perfecto para el caos y la destrucción.
Y llegados aquí, deberíamos preguntarnos…
¿Quién nos ha programado para convertirnos en bestias destructoras y egoístas, capaces de matar por simples ideas abstractas o por creencias absurdas inventadas por nosotros mismos?
¿De donde surge este veneno que intoxica nuestras psiques?
¿De donde salen estos valores e ideas que nos han convertido en máquinas inhumanas esclavizadas por el propio software que llevamos instalado en la cabeza?
Evidentemente, del Sistema.
Es el propio Sistema, el que en lugar de mejorarnos como seres humanos y ayudar a la evolución de nuestra conciencia, nos ha convertido en lo que somos…
¡Que curiosa y divertida paradoja, amigos biempensantes, gente de orden, defensores de la ley y la moralidad, ilustres protectores del Sistema!
Es el propio Sistema, con sus conceptos vacíos y sus absurdos entes abstractos de obediencia obligatoria el que nos ha transformado en generadores de caos y destrucción, pues ya no somos seres plenamente conscientes de nuestro poder individual y lo que éste conlleva, sino máquinas obedientes de reglas escritas y valores sociales prefabricados; y las máquinas no valoran el mundo a través de emociones y sentimientos personales, ni generan visiones y criterios propios, ni asumen la total y plena responsabilidad de sus actos y consecuencias…solo se rigen por la programación que les ha sido impuesta y es esa programación lo único que las controla.
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¡Cuanta razón tiene la gente biempensante al decirnos que el propio Sistema que nos ha convertido en poco más que androides programados, es el único que puede controlarnos!
Pero quizás exista una solución.
Una solución que una persona biempensante no puede ni quiere concebir.
¿Que sucedería si nos desprogramáramos?
¿Qué sucedería si elimináramos toda la infecta basura que intoxica nuestras mentes?
¿Si borráramos todos esos absurdos entes abstractos vacíos de sentido y valor que nos someten, volviendo a ser un lienzo en blanco?
¿Si vaciáramos nuestra psique de patéticos dioses y religiones, reglas morales y costumbres, leyes, patrias, convenciones, ideologías, juicios de valor y falsos sueños inoculados?
¿Si desnudáramos nuestra mente de los sucios harapos que la cubren y que auto hipnotizados queremos ver como lujosas vestimentas?
Sí, estaríamos desnudos y libres.
Y entonces la gente biempensante tendría que taparse los ojos.

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