martes, 12 de mayo de 2015

El cuento del granjero chino: ¿Por qué no debemos anticiparnos a las consecuencias?



Un día, el hijo de un viejo granjero dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: “¡Qué mala suerte!”

Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a visitarlo y le dijeron: “Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”.

El anciano solo les respondió: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, mientras su hijo estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron: “En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”.

El padre, en vez de lamentarse, respondió: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el ejército llegó al pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida. Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a salvo en el hogar.

Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. Nuevamente el granjero contestó: “Puede ser, puede ser”.

Aprender a ver más allá del presente: Clave para alcanzar la serenidad

Se trata de una historia muy sencilla pero encierra una enorme enseñanza, algo que a menudo olvidamos: en la vida no hay situaciones completamente buenas ni totalmente malas, todo encierra pros y contras. Aunque a veces, cuando estamos saturados por la tristeza, la ira o la frustración, nos resulta difícil encontrar los aspectos positivos.

Sin embargo, detrás de cada “mal” puede esconderse una oportunidad, un cambio positivo. Por supuesto, también ocurre lo contrario, detrás de una situación aparentemente positiva, puede esconderse un problema que nos complique aún más la vida.

También es cierto que no siempre podemos prever qué ocurrirá al día o a la semana siguiente, por lo que, en vez de caer presas de la desesperación e imaginar el peor de los escenarios, la actitud más inteligente es simplemente esperar hasta poder constatar las consecuencias reales de los hechos.

No sacar conclusiones apresuradas implica adoptar una postura cauta que nos permita estar atentos a las posibles oportunidades o a los riesgos que pueden perfilarse en el horizonte. De hecho, una situación negativa nos puede sumir en un estado de desesperanza tan grande que no somos capaces de apreciar las oportunidades cuando estas se presentan. De la misma manera, un estado de euforia exagerado nos impedirá notar los riesgos que se avecinan y nos hará asumir una actitud excesivamente confiada.

Ambas actitudes son contraproducentes porque nos aíslan del mundo y de lo que sucede, haciendo que vivamos en la burbuja de nuestras emociones y pensamientos.

Sin embargo, comprender que las consecuencias de determinadas situaciones o acciones pueden ser imprevisibles no solo es un ejercicio intelectual sino también emocional. Una vez que hemos interiorizado que la condición que estamos viviendo hoy, mañana puede dar un giro sorprendente, comprendemos que todo no es más que una etapa y, como tal, pasará. Es probable que las preocupaciones de hoy, mañana te hagan sonreír.

Por supuesto, eso no significa que no sentiremos dolor pero el sufrimiento será mucho más llevadero. Cuando somos plenamente conscientes de que el problema que estamos viviendo es pasajero, podremos adoptar una actitud más serena. Eso no indica que no debamos ponernos manos a la obra para solucionarlo, sino que debemos tener la suficiente entereza como para saber ver más allá del presente.



Sin duda, se trata de un cambio de perspectiva que no se puede lograr de un día al otro. No obstante, merece la pena intentarlo porque nos conduce a una vida más serena y nos ayuda a encontrar la tranquilidad incluso en medio de la tormenta.

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