El petróleo no deja de sorprendernos y sigue marcando las agendas económicas y políticas globales. Desde que se conoció el alcance de su poder constructivo y destructivo a partir de la I Guerra Mundial, el mundo del siglo XX y XXI parece predestinado a continuar el camino que marcan sus altos y bajos. En una suerte de bendición y maldición, nadie ha podido escapar de su influencia. Tener o no tener petróleo en los últimos 100 años, ha significado riqueza o pobreza, progreso o atraso, guerra o paz. La obsesión por encontrar más y más petróleo ha hecho de la creatividad y el ingenio humano un ejercicio de invención infinito que nos conduce inexorablemente a extraer hasta la última gota que la tierra celosamente esconde en cantidades desconocidas.
Lo cierto es que al parecer estamos frente a una “nueva era del petróleo” y con él lo más destructivo para unos y lo más beneficioso para otros, “el precio”, que empuja a países como EEUU al despegue definitivo de su economía y a otros como Venezuela, los arrastra al abismo. Es llover sobre mojado insistir en que los países con importantes reservas de hidrocarburos tienen el deber y la obligación de administrar bien sus ingresos cuando los precios están altos, para invertir y desarrollar otros sectores de la economía, además de ahorrar para contar con suficientes recursos, para cuando los precios estén bajo.
Esta máxima advertida en Venezuela a pocos años de convertirse en un país exportador y durante mucho tiempo en el principal productor de crudo del mundo, ha sido ignorada, desentendida y burlada, por decir lo menos. El ilustre escritorArturo Uslar Pietri, previno lo que podía pasar sí el petróleo no era sembrado y en tal sentido expresó en un artículo publicado en 1936 que:
“…Urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia”.
En Europa, un fenómeno parecido y superado, se presentaría en los años 60, conocido como la “enfermedad holandesa”, expresión acuñada a los daños que causaron a la economía de los Países Bajos los extraordinarios ingresos en divisas recibidas como consecuencia del descubrimiento de yacimientos de gas natural, que sobrevaloró la moneda neerlandesa en perjuicio de las exportaciones de otros productos. En Venezuela y prácticamente en la mayoría de los países de la OPEP y fuera de ella Rusia, México y más recientemente Brasil, han despilfarrado cientos de miles de millones de dólares recibidos de la venta de crudo durante largos años, en una suerte de mal incurable.
No cabe, y lo digo con responsabilidad, alardearnos de los logros que nos ha traído el petróleo (que los hay), si lo comparamos con la magnitud del dinero ingresado a las arcas del Estado y de las grandes multinacionales, por concepto de su venta. La pobreza que padecen nuestros pueblos es simplemente inaceptable, repudiable e inexplicable. El estado de las economías de los países poseedores de las mayores reservas de petróleo y gas del mundo, las infraestructuras (vialidad, servicios públicos) y otros aspectos, deben hacernos reflexionar sobre cómo se ha administrado.
Nada más con echar un vistazo al recorrido de los precios y la producción de petróleo desde que comenzó su explotación en EEUU y los eventos más trascendentes relacionados con tales hechos, nos permiten refrescar lo determinante que el oro negro ha sido para esta civilización, para bien o para mal.
Otra máxima que los gobiernos no deben ni pueden olvidar es, que lo único permanente es el cambio. Cuando los precios del crudo se elevan piensan que nunca bajarán, entonces se endeudan y nacionalizan o estatizan todo cuanto pueden, crean una burbuja y se bañan con los petrodólares. Promueven el clientelismo político, la corrupción y se aferraran al poder. Luego cuando los precios bajan acuden a la OPEP para que baje la producción y los precios vuelvan a subir y si no, dan otro salto al vacío: privatizan todo a su paso. Los gobiernos que acuden a la política de presionar los precios al alza reduciendo la producción, se olvidan además, que esa estrategia también les puede fallar.En esta ocasión la OPEP parece que si aprendió la lección de los 80 y se resiste a que la lleven por ese camino.
En aquella oportunidad el cártel petrolero intentó sin éxito hacer flotar los precios del crudo recortando la producción. Esa acción lejos de funcionar operó en sentido contrario, al punto que la producción se redujo de 32 MMBD a 16 MMBD y en el caso de Venezuela de 3.7 MMBD que llegó a producir en 1970, a 1.7 MMBD en 1985. En aquel momento los países de la OECD aumentaron su producción para contrarrestar la ofensiva de los países árabes a raíz de la crisis del petróleo de mediados y finales de los 70, frente a lo cual la OPEP no pudo hacer nada. Ahora nos encontramos frente a un escenario parecido en pleno desenvolvimiento, pero con un actor diferente: los EEUU.
En noviembre de 2012 la Agencia Internacional de la Energía claramente (AIE) advirtió que el desarrollo energético en ese país sería profundo y que su efecto se sentiría más allá de Norteamérica. También dijo la Agencia, que los Estados Unidos superarían a Rusia como principal productor de gas por un margen significativo para el 2015 y que en 2017 se convertiría en el principal productor de petróleo y exportador antes de 2030. Estas predicciones ampliamente difundidas no fueron profecías, ni falsos vaticinios. Se fundamentaron en hechos ciertos. El “fracking”, que no era un arma secreta, hizo explotar los yacimientos de petróleo y gas de lutitas y con ello EEUU no solo ya supera a Rusia, sino también a Arabia Saudita como mayor productor. ¿Qué puede hacer la OPEP? Nada. La propuesta de Venezuela de bajar la producción para que los precios suban, es un hazme reír, saben que el ciclo de precios bajos llegó y las agujas del reloj no se detienen.
En este escenario, cuyos efectos son todavía impredecibles como desvastadores, habrá ganadores y perdedores. EEUUa la cabeza resurge nuevamente de la mano del petróleo. Europa verá una luz en el largo y oscuro túnel, ya que la factura que está pagando por su alta dependencia del petróleo y del gas que promedia un 70%, se verá significativamente reducida, lo cual se traduce en miles de millones de euros en ahorros. Por el contrario, países como Venezuela quedarán atrapados bajo los escombros. La destrucción de su economía de la mano de los mayores asaltadores del poder que esa Nación haya conocido en su historia, la deja al desnudo frente a una crisis que amenaza con no dejar nada en pie. Solo la creatividad y una salida pronta que implique un cambio de régimen podría rescatar al menos la poca salud que le queda a la administración pública y con ello algunos dólares que son, o regalados a países aliados a través de la farsa “venta” preferencial de petróleo (un poco más del 30% de la producción), o que van a parar a las manos de una cúpula corrupta que sin escrúpulos se roba al menos el 20% de la factura petrolera.
Otros como México verán frustrado parte de las esperanzas cifradas en una reforma energética que ha puesto su acento en la palabra equivocada. El petróleo aun con su innegable importancia para la economía mexicana, tiene que darle paso a otro modelo energético. La diversificación de la matriz energética es no solo necesaria sino imperiosa. El potencial en las energías renovables no puede seguir esperando. La reforma debe modular y entonar en esa dirección para que el país no continúe siendo esclavo del pasado. México necesita pegar en otra veta, aprovechando su menor dependencia del petróleo en comparación con Venezuela. Rusia por su parte se desploma empujada por una guerra que no ganará, porque tarde o temprano las líneas fronterizas seguirán su curso hacia Moscú, donde espera un pueblo cansado de mitos ideológicos que clama por mejor calidad de vida.
Por el contrario Noruega, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita soportarán sin mayores dificultades el aguacero de los precios bajos. En efecto estos 3 países acumulan en sus Fondos Soberanos riquezas provenientes de las exportaciones petroleras superiores a los 800.000, 600.000 y 500.000 mil millones de dólares respectivamente. Contrariamente Venezuela posee un Fondo de Desarrollo Nacional (FONDEN) convertida en “caja negra” sin fondo,por donde se han ido más de 100 millardos de dólares, administrados sin ningún control ni transparencia y sin que se conozca a ciencia cierta a donde fueron a parar o en que fueron invertidos.
El sacudón que se avecina no será ni el primero ni el último. Con el desplome de los precios del petróleo en los 80, se derrumbó la Unión Soviética. En esta oportunidad caerán las tiranías de Cuba y Venezuela, se estremecerán México yBrasil y seguirá ardiendo África del Norte y el Medio Oriente. La revolución del shale gas y shale oil afectará la geopolítica más de lo que muchos piensan. Si la producción sigue en aumento y se levantan las prohibiciones de exportación vigentes en los EEUU y este se convierte en país exportador, la historia nos dará muchas sorpresas.Pero además si China se incorpora a la revolución de los “shales” con sus enormes reservas, estaríamos de rodillas frente a los dos principales consumidores de energía y muy probablemente frente a los dos más importantes productores.Dos ases a la vez es demasiado para quienes perdieron la oportunidad histórica de la aurora. Ahora les toca el ocaso o reinventarse un nuevo amanecer.
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