miércoles, 10 de diciembre de 2014

UN MUNDO DEMENCIAL









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Vivimos en un mundo demencial.


De hecho, si fuéramos capaces de razonar con un mínimo de lógica, nos daríamos cuenta de lo profundamente perturbados que estamos todos a nivel de especie. 

Pero eso nunca sucederá, simplemente porque la definición de “locura” la hemos inventado nosotros mismos y podemos manipularla como nos venga en gana. 

Eso nos permite clasificar como “locas” a determinadas personas y negarnos a ver los atisbos evidentes de enajenación que nos afectan a todos en conjunto, a pesar de tener muestras cotidianas de ello delante de nuestras mismísimas narices. 

Pongamos un pequeño ejemplo: analicemos los demenciales mecanismos mentales que se ocultan tras algo tan popularmente aceptado como pedir un autógrafo 




LA LOCURA DE UN AUTÓGRAFO

Todos nos hemos acostumbrado a ver la imagen de gente persiguiendo a personajes famosos con el fin de pedirles un autógrafo o hacerse una foto a su lado. 

Lo vemos como la cosa más normal del mundo y es posible que muchos de nosotros hayamos seguido el mismo impulso alguna vez. 

¿Pero qué mecanismos mentales se ocultan tras un simple autógrafo o una foto con un personaje célebre? 

Para empezar, analicemos la realidad tangible de las cosas. 

Un autógrafo no es más que un garabato sobre un papel. El valor que pueda tener es exactamente el que nosotros decidamos otorgarle. Poco importa quién haya realizado esa firma, cómo y dónde. Sigue siendo un simple trazo sobre un papel, lo miremos como lo miremos. 











Lo mismo podemos decir de hacernos una foto al lado de un personaje famoso, célebre o prestigioso. Por más vueltas que le demos, es una simple foto y tendrá el valor que nosotros le otorguemos y ninguno más. 











Una demostración del valor nulo que tienen tanto el autógrafo como la foto es que la persona famosa las olvida en pocos minutos y nunca más vuelve a recordarlas. 


Entonces, ¿por qué razón las personas hacen cola durante horas por conseguir esos garabatos trazados con desgana o esas fotos forzadas al lado del famosillo de turno? 


La razón principal es que han decidido ejercer de parásitos. Y lo más irracional del asunto es que son parásitos de…nada. 


Vamos a explicarlo. 











Para empezar, debemos tomar conciencia de que el mecanismo que convierte a un determinado individuo en un personaje famoso, no tiene que ver necesariamente con sus capacidades, talentos o logros vitales. 


Hay personas que realizan grandes obras para la humanidad a las que no conoce nadie y a las que nadie se aproxima para pedirles un autógrafo o hacerse una foto a su lado. 


Y nadie lo hace porqué esas personas carecen de la “aureola” necesaria. 


¿Y qué es esa “aureola”? 


Esa “aureola” es un valor abstracto y por lo tanto ficticio, que las personas crean en el interior de su mente y que deciden aplicar sobre otros individuos concretos. Cuando muchas personas aplican, por contagio social, la misma aureola ficticia sobre un individuo, ese personaje, por consenso, se convierte en un “personaje célebre”. 


Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. 











George Clooney es un personaje famoso y es considerado, por convención social, una estrella de Hollywood. Eso hace que dentro de nuestra mente, la figura de George Clooney esté rodeada de una especie de imperceptible halo especial, casi como si fuera algo físico en el mundo real. 


La demostración de que percibes ese halo casi como algo tangible es que si te cruzaras con Clooney por la calle, darías un respingo y aunque no le pidieras un autógrafo o una foto, al llegar a casa le dirías a tus allegados: “¡No os le creeréis: he estado a un metro de George Clooney!” y probablemente te sentirías afortunado por ello. 


Y considerarte afortunado por haber estado cerca de Clooney no tiene ningún sentido lógico, porque no le rodea ninguna aura especial. 


Solo es un simple actor, una persona más como cualquier otra. 


Estar cerca de él no te curará el acné ni te hará crecer el pelo. 


Si para ti George Clooney tiene un valor especial, superior al resto de personas, es porqué tú has decidido otorgárselo. 


¿Por qué no le otorgas ese valor especial a la persona que te sirve el café cada mañana en la cafetería de la esquina? Al fin y al cabo, hace mucho más por ti que George Clooney, que solo los anuncia… 











Así pues, esa aureola especial que rodea a la estrella de Hollywood es una creación ficticia que solo existe dentro de tu mente y por extensión, en la mente de todos los que lo consideran una celebridad. 


Es el mismo mecanismo por el cual le concedes un gran valor a un trozo de papel al que llamas “dinero” o a ese fragmento de carbono cristalizado al que llamas“valioso diamante”. 


Ese valor es una ficción creada por tu mente. 


Una vez comprendido este mecanismo, es cuando nos topamos de bruces con nuestro profundo estado de demencia, con la inconcebible locura que aqueja a la humanidad en conjunto. 


¡Y es que esas mismas personas que otorgan ese halo mágico y ficticio al personaje famoso, olvidan que esa aureola solo existe dentro de su psique y entonces deciden aproximarse a la celebridad con el fin de absorber parte de ese resplandor que ellos mismos han imaginado! 


Porque no nos engañemos, la realidad es ésta: una persona que le pide un autógrafo o una foto a un famoso, está intentando apropiarse de parte de esa “aura mágica” que él mismo le otorga. 


Es sencillamente demencial. 








Se trata de un mecanismo psicológico absurdo y retorcido, propio de seres perturbados que disponen de un enorme encéfalo para procesar sus locuras, como es nuestro caso.


Si lo analizamos con cierta frialdad, el ridículo proceso que sigue nuestra mente es similar al siguiente:

A-Imaginas una burbuja mágica invisible que otorga determinados beneficios y poderes mágicos

B-Imaginas que esa burbuja mágica está situada en la cumbre de una montaña 

C-Una vez establecida en tu mente la asociación entre la burbuja y la montaña, olvidas que la burbuja te la has imaginado tú y pasas a creer que realmente la burbuja mágica está en esa cumbre D-Te vuelves loco por escalar la montaña para poder sumergirte en la burbuja situada en la cumbre y adquirir sus poderes mágicos

Lo que acabamos de narrar es muy similar a lo que sucede en la psique de todas esas personas que se sienten especiales por haberse hecho una foto al lado de un famoso o por poseer un garabato suyo.


¡Y todos lo vemos como algo normal, cuando en realidad es un acto de enajenación y estupidez colectiva! 





Lo más increíble del asunto es que lo tenemos delante de las narices y nadie se da cuenta del nivel de sinsentido al que hemos llegado como especie.

Y eso que solo estamos hablando de algo tan simple e inocuo como un autógrafo o hacerse una foto con un famoso…no estamos hablando de grandes conceptos, como la moralidad, las ideologías o la religión, cuyo nivel de complejidad y absurdo puede llegar a ser inasumible.

Sin embargo, y a pesar de parecer algo aparentemente tan anecdótico y simple, un autógrafo o una foto con un famoso encierra aún más elementos retorcidos en su interior…





·Inferioridad y Superioridad Ficticias

Lo más triste del asunto es que cuando creamos en nuestra mente esa aureola imaginaria que rodea al personaje célebre, implícitamente estamos considerándonos a nosotros mismos como seres inferiores, pues somos incapaces de generar ese mismo halo para nosotros mismos; y no lo hacemos porque, simplemente, no nos creemos merecedores de él.





Es más, al rodearle de una aura especial, elevamos a ese individuo célebre por encima de la masa; una masa de la que creemos que formamos parte integral, como elementos indiferenciados del resto.





Es precisamente esa visión inferior de nosotros mismos la que nos empuja a acercarnos a esa figura pública con el fin de tratar de absorber parte de aquello que en nuestra psique lo convierte en especial, como si él fuera un foco de luz y nosotros una polilla.





Y al realizar esta acción, de alguna manera, lo que hacemos es convertirnos en meros parásitos…













·Parásitos Virtuales 


Ésta es la triste realidad: una persona que se hace una foto con un personaje famoso, en ese momento está ejerciendo de parásito.





Como una pulga o una garrapata que chupa sangre.





Un parásito que trata de absorber el resplandor imaginario del personaje célebre, como si al compartir espacio físico con el famoso, entrara dentro de esa burbuja mágica que imagina a su alrededor y se empapara temporalmente con su aureola.





Es pues un parasitismo virtual, que curiosamente necesita de una representación visual y espacial constatables para activarse plenamente dentro de la mente de los individuos.





La demostración de ello es que aquella persona “anónima” que se hace una foto con un famoso, necesita mostrarla a los demás miembros de la masa, para que el proceso de parasitismo se haga efectivo.





Un mecanismo que solo contribuye a reforzar, aún más, la demencia grupal.










·Aureola por Contacto 


Pero si todo lo expuesto hasta ahora ya resulta ridículo de por sí, aún podemos hallar un nuevo elemento que profundice más en ese fango absurdo que satura nuestras mentes.





Y es que en el colmo de la demencia, hemos acabado creyendo que la aureola del personaje famoso se traspasa también a los objetos que ha tocado, la ropa que ha vestido o los garabatos que ha realizado sobre un papel. 


De nuevo, nuestra enajenada psique realiza una pirueta en el vacío y crea un nuevo mecanismo, aún más descabellado que los anteriores, al que someterse y esclavizarse.








Por más que nos empeñemos, una chaqueta vieja que ha pertenecido, por ejemplo, a Elvis Presley, sigue siendo una chaqueta vieja y no tiene más valor por ello que el que nosotros le decidamos otorgar dentro de nuestra mente.




Por más que nos empeñemos, un autógrafo sobre un papel sigue siendo un garabato, aunque lo haya hecho Albert Einstein, Brad Pitt o Michael Jordan. 











Es así de sencillo, no hay nada más. 


Mucha gente quizás considere que todos estos razonamientos son demasiado básicos y que no lleva a ninguna parte insistir en ellos. 








Pero no es así. 








El Sistema, por completo, se apoya sobre estos absurdos mecanismos sin sentido.





Todas nuestras creencias se basan en mecanismos similares a los que rodean a un simple autógrafo, a una foto con un famoso o a una pieza de coleccionista. 


Comprender el sinsentido de estos mecanismos tan simples es empezar a comprender cómo funciona toda esa maquinaria psíquica virtual que nos convierte en esclavos.





Y es urgente que afrontemos este problema que nos aqueja, pues estamos sometidos a un proceso de degradación cada vez más acentuado.














Un Proceso de Degeneración





Como hemos visto a lo largo de este artículo, los seres humanos somos capaces de llegar a las más elevadas cotas de absurdo por culpa de nuestra extraordinaria capacidad de abstracción; y a la vez, gracias a ella, somos capaces de asumir cada nuevo nivel de sinsentido como una nueva realidad dotada de las más sólidas lógicas internas.





Esa impresionante capacidad para generar nuevas lógicas basadas en el absurdo, la podemos experimentar cada noche cuando soñamos: somos capaces de crear inconscientemente escenarios surrealistas que no tendrían ningún sentido en el mundo real si estuviéramos despiertos y que sin embargo tienen una lógica interna sólida cuando estamos inmersos en el sueño.













Ese es un ejemplo muy evidente de nuestra capacidad para asumir nuevas lógicas de funcionamiento, por más que estén basadas en elementos irracionales o descabellados.





El problema es que, como sucede con muchos sueños, nuestro mundo psíquico-social vive un proceso de degeneración lógica que tiende a acelerarse cada vez más.





Quien más quien menos, se habrá dado cuenta de que nuestra capacidad para generar mentalmente aureolas ficticias relativas a determinadas personas y a los objetos que han tocado, no es algo exclusivo del mundo actual, sino que se trata de una tendencia ancestral que hunde sus raíces en la profundidad de los tiempos.













El guante de Michael Jackson o el último vestido que vistió Marilyn Monroe, no son más que la versión moderna de las reliquias de los santos o de las astillas de la cruz de Cristo.







Aureolas ficticias creadas alrededor de un personaje que después hemos traspasado a los objetos con los que el personaje entró en contacto.





Muchos podrían pensar que, por lo tanto, estamos igual que hace unos siglos y que esta tendencia mitificadora tiene mucho que ver con nuestra psicología profunda a nivel de especie.





Pero si lo observamos con atención, veremos un preocupante estado de degradación de las lógicas que mantienen en pie todo nuestro edificio abstracto. 


Cuando adoramos la reliquia de un santo, estamos realizando una complejísima pirueta psicológica, en la que no sólo concebimos una aureola mítica y mágica alrededor del personaje santo, sino que además la justificamos “lógicamente” relacionándola con nuestra creación conceptual más elevada y compleja: la divinidad, la gran obra maestra de nuestra capacidad de abstracción.





Sin embargo, ese mismo mecanismo, con el paso del tiempo, ha ido acercándose cada vez más a una lógica vacía de sentido.





Si la reliquia de un santo justifica su valor abstracto a través de sus presuntas capacidades milagrosas de origen divino, ¿Cómo podemos justificar el valor abstracto de una camiseta sudada de Cristiano Ronaldo o de Leo Messi?













Hemos pasado de adorar, como si fueran mágicos, objetos tocados por seres con supuestos poderes asociados al Creador del Universo a adorar objetos tocados por unos tipos que simplemente chutan un balón con los pies. 


Y lo hemos hecho con toda la naturalidad del mundo, como si tuviera algún sentido.





Es pues un proceso de degeneración abstracta y lógica, que podemos ver como se acelera cada vez más en nuestro mundo… 


Empezamos creando una aureola ficticia para objetos que tocó Jesucristo, que supuestamente era el hijo del Creador.





Posteriormente empezamos a crear una aureola ficticia para los objetos tocados por los santos, que son personajes secundarios que no habían conocido directamente a Jesucristo, pero que creían fervorosamente en él. 


Después hemos creado una aureola mítica para los objetos tocados por artistas, tales como pintores, actores o músicos, a pesar de que esos objetos, en sí mismos, no sean obras de arte.





Y así ha sido, en esa caída libre hacia el vacío absoluto de sentido lógico, en que después hemos acabado creando una aureola mítica para objetos tocados por tipos que corren o chutan un balón y ahora ya empezamos a crear una aureola mítica para objetos tocados por personajes que simplemente no hacen nada: solo son famosos porque salen en los medios, sin demostrar ningún talento artístico ni ninguna capacidad especial que justifique su presencia mediática.













Así pues, hemos pasado de la aureola mítica asociada al Creador del Universo a la aureola mítica asociada a nada.





Eso es una caída al abismo en toda regla; un aprisionamiento progresivo de la mente humana en el que las cadenas están formadas por eslabones cada vez más irracionales y absurdos.





Es como una gran pesadilla cuyas lógicas internas degeneran sin cesar y que parece que nunca va a terminar.





¿Cómo puede ser que nos esté sucediendo algo tan grave como especie y nadie se de cuenta?





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