viernes, 11 de marzo de 2016

¿Genocidio o Catástrofe humanitaria?

Esa catástrofe llamada “humanitaria” ¿será el producto de una guerra civil como las que sufrimos en el Siglo XIX, del perverso Imperio, del diabólico sector privado de la economía en vías de desaparición, o de un maquiavélico plan de la “secta destructiva” para mantenerse en el poder mientras la hambrienta población sólo dispone de tiempo y de energía para tratar de conseguir a duras penas, y cuando hay, el “pan nuestro de cada día”?


 
¿Estaremos en este desgraciado país en los inicios de un genocidio indirecto?

Henrique Meier / Soberania.org
La expresión “genocidio” era desconocida hasta 1945 cuando luego de haberse descubierto el Holocausto perpetrado por el régimen nacionalsocialista alemán (1933-45), se acusó a los nazis que fueron detenidos y juzgados enNüremberg por las fuerzas aliadas con el carácter de “criminales de guerra” por el cargo de genocidio, significando, dicha palabra, el exterminio de grupos raciales, religiosos, nacionales, especialmente a los judíos, los polacos, los gitanos, los grupos integrados por individuos portadores de taras y defectos genéticos según los “científicos” nacionalsocialistas. La palabra genocidio es un híbrido compuesto por el griego “genes”, que significa raza, nación o tribu, y el latín “cide” que significa matanza. Los hechos de la vida europea en los años 1933-45 motivaron la creación de dicha categoría jurídico-penal y la formulación del concepto legal de crímenes o delitos de “lesa humanidad”.
Genocidio directo e indirecto
Aunque esa distinción no existe entre los autores que se han ocupado del tema, como tampoco en las legislaciones sobre la materia, me atrevo a establecer esa diferencia. El genocidio directo obedece a un plan deliberado para eliminar desde sus raíces a un pueblo, un grupo o una etnia determinada. Ejemplo emblemático de esta primera modalidad de “crimen contra la humanidad” es el “Holocausto”. Los nazis organizaron, y en parte ejecutaron empleando las técnicas de la sociedad industrial, un plan gigantesco para modificar, en forma definitiva a su favor, el balance de la población en la Europa ocupada eliminando a las “razas inferiores” para prevenir la “contaminación” de la pureza de la raza aria, así como a cualquier persona o grupo que se opusiese e las pretensiones de “supremacía racial y cultural” de la “Germanidad” representada en el III Reich y su Fhürer, Hitler, el enviado de la historia, el líder mesiánico que encarnaba al mito y la tradición de la misión providencial de la raza aria.
El crimen del genocidio directo comprende un amplio rango de acciones que incluyen no sólo la privación masiva de la vida, sino también la prevención de la misma (abortos, esterilizaciones) y métodos que ponen en peligro la vida y la salud (muerte artificial en campos especiales, separación deliberada de las familias para efectos de despoblación y así sucesivamente). Todas estas acciones están subordinadas a la intención criminal de destruir o inutilizar a un grupo humano permanente. Los actos están dirigidos contra los grupos como tales y a los individuos se les selecciona para su destrucción sólo por pertenecer a estos grupos. Considerando tal fenómeno, los vocablos que se utilizaban anteriormente para describir un ataque a las condiciones que forman una nación no eran adecuados. Los términos asesinato o exterminio masivo no se aplicarían en el caso de la esterilización porque no se asesinó a las víctimas, sino que se destruyó un pueblo por medio de una operación lenta al frenar su crecimiento demográfico. Además, el concepto de “matanza masiva” no comprende las pérdidas específicas para la civilización, en forma de aportes culturales que sólo pueden hacer los grupos de personas unidos por características nacionales, raciales o culturales.
El genocidio indirecto, en mi discutible criterio, ocurre como consecuencia de la aplicación de planes y medidas cuyo objetivo directo e inmediato no es la liquidación masiva de un pueblo, un grupo o una etnia, sino imponer un modelo de régimen político y económico que conduce inexorablemente no sólo a la pérdida de la libertad, sino a la progresiva muerte de sectores de la población que sufren los perversos efectos de dicho modelo. Ello ocurre usualmente en las dictaduras totalitarias de signo comunista.
A ese respecto, ejemplo de “genocidio indirecto” es la hambruna provocada por Stalin en Ucrania en la que murieron de inanición aproximadamente 7 millones de personas: “Holodomor”, palabra que significa la “Gran Hambre” en ucraniano. Ucrania, Kazakstán y la Ciscaucasia fueron las regiones más castigadas desde que José Stalin diseñara planes especiales para esos países poco después de su llegada al poder en 1924. Las causas fueron diversas, pero la principal fue el inicio de la colectivización forzosa y la llamada “Deskulakización” en 1929 que terminó con la deportación de casi 2 millones de campesinos para colonizar las regiones inhóspitas de Rusia, dejando los campos vacíos de trabajadores cualificados.
Los destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU), practicaron unas requisas de grano y trigo tan abusivas que condenaban al suelo a no tener el tiempo necesario ni las semillas suficientes para nuevas cosechas. Mientras que para un huerto normal la cantidad de grano que debía aportar al Estado era del 12%, para los animales del 25% y para los campesinos o trabajadores el resto del porcentaje de excedentes; en el año 1930 la URSS requisó para sus arcas el 30% en Ucrania, el 33% en Kazakstán y el 38% en la Ciscaucasia, cifra que ascendió exageradamente en 1931 al 41, 5% en la primera, al 47% en la segunda y al 39, 5% en la tercera. Aquella ambiciosa requisa por parte de la GPU marcó a todos esos lugares para que sufrieran una carencia alimenticia y una crisis rural sin precedentes[1].
La “Ley de las Espigas” decretada el 7 de Agosto de 1932, fue una de las iniciativas para subyugar a todos aquellos que se oponían a las requisas para confiscar granos y semillas a sus legítimos productores. La normativa preveía la detención y condena de todos los individuos que “robaran” alguna espiga de trigo o cebada para comer. Primero se castigó con prisión a los “ladrones”, hacinando los grandes centros penitenciarios como Balashevo o Elan. Pero, tantos eran los saqueos por encontrar algo de comida que al final se organizaron tribunales “especiales” que pudieran dictar penas de muerte a los saqueadores. Bajo esta la “Ley de las Espigas” unas 125.000 personas fueron encarceladas y otras 5.400 ejecutadas.
El objetivo fundamental de Stalin al imponer la colectivización forzada del campo y la confiscación de los granos de los terratenientes y campesinos ucranianos para exportar esa producción agrícola y obtener divisas para acelerar la industrialización de la Unión Soviética no fue provocar un genocidio; sin embargo, los efectos o daños de esas medidas se tradujeron en la muerte masiva de los ucranianos. Ante esa realidad el “padrecito de los pueblos” no se inmutó, antes bien, procedió a dictar una ley para reprimir a quienes se oponían a esas medidas, es decir, nada hizo para corregir las consecuencias perversas de su “política económica”; por el contrario, consciente de esa situación la agravó deliberadamente.
¿Estaremos en este desgraciado país en los inicios de un genocidio indirecto? Los pocos medios informativos independientes dan cuenta de personas de todas las edades que fallecen a causa de la escasez de medicinas: ¿cuál es la causa de esa escasez?, ¿el azar, la ira de los dioses como pensaban los antiguos griegos de sus desgracias? Analistas vaticinan, con fundamento en datos objetivos, acerca de la inminencia de una hambruna capaz de matar por inanición a millones de personas, a menos que la comunidad internacional venga en nuestro auxilio.
“’El problema de agricultura en Venezuela es política’, asegura Werner Gutiérrez, profesor de Agronomía de la Universidad del Zulia, para alertar que ‘o se reconduce el camino o vamos a pasar una hambruna tipo África’ por causa de caída de la producción, falta de divisas para importar bienes y agudización de la escasez de comida. La evidencia está en las colas de los supermercados…’No es que no hay comida barata para el pueblo’, expresa Gutiérrez. La realidad es ‘que no hay comida’, recalca en el Foro de Seguridad y Soberanía Alimentaria en Venezuela: Mito y Realidad, apoyado con el análisis macroeconómico de Machado, también profesor de LUZ”[2].
En este tema considero fundamental citar el artículo de la abogada y periodista Charito Rojas “Memo de la Quiebra”[3]. Refiere Charito que durante el gobierno de Chávez Frías (1999-2012) se expropiaron casi 1.200 empresas, entre ellasAgroisleña, columna vertebral del desarrollo agrícola del país (intermediaba créditos agrícolas, facilitaba la compra de insumos, semillas, agroquímicos, fertilizantes, brindaba asistencia técnica a los productores, garantizaba la comercialización de sus productos)[4], y aproximadamente 3 millones de hectáreas en producción. “Obviando las evidencias históricas- escribe Charito- que muestran el fracaso de los estados en poseer, producir y controlar, el chavismo, cerró los ojos a las garrafales consecuencias de allanar un derecho universal como es la propiedad, quitar a sus legítimos dueños el bien para darlo a quienes no son dolientes y sólo se aprovechan de lo que puedan exprimir. La ineptitud, carencias gerenciales y extrema corrupción han quebrado todo lo expropiado, con el panorama desolador que hoy vemos… Pero uno de los casos más escandalosos fue la compra de 6 Hipermercados Éxito y Cada. Convertidos en Abastos Bicentenario, los resultados de su operación no requieren comentarios”. Y concluye Charito: “Ni la muerte ha detenido la locura destructora. La estocada del heredero a la economía, en nuestra próxima columna”.
En efecto, Maduro al igual que Stalin, nada ha hecho para revertir en lo posible el “genocidio” en ciernes; por el contrario, ha continuado con la terquedad de un típico comunista negando evidencias y avanzando hacia al abismo, no de él y su familia, pues, al igual que la “nomenclatura” del régimen y los boliburgueses, nada falta en su bien provista mesa, como tampoco los fármacos que necesita, sino de la población en general condenada a una catastrófica situación que sólo podrá mitigarse con su expulsión del poder y de la “secta destructiva” de la que forma parte protagónica.
Vuelvo a preguntarme en medio de la angustia y desazón: esa catástrofe llamada “humanitaria” ¿será el producto de una guerra civil como las que sufrimos en el Siglo XIX, del perverso Imperio, del diabólico sector privado de la economía en vías de desaparición, o de un maquiavélico plan de la “secta destructiva” para mantenerse en el poder mientras la hambrienta población sólo dispone de tiempo y de energía para tratar de conseguir a duras penas, y cuando hay, el “pan nuestro de cada día”?

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Referencias:
[1] Vid, Rayfield, Donald. Stalin y los Verdugos. Taurus, Colombia, 2004.
[4] Agroisleña en el 2010 financió más de 320 mil hectáreas, de las cuales alrededor de 230 mil correspondieron a maíz y el resto a arroz, sorgo y otros cultivos. Fue un programa de grandes dimensiones que en el caso del maíz representó alrededor del 33% de todo el maíz que se sembraba en el país. Obviamente estos programas involucraron grandes volúmenes de financiamiento provenientes de la banca privada que se pueden estimar en más de 580 millones de bolívares. En otro ámbito Agroisleña tuvo una muy alta participación en el mercado de insumos agrícolas (agroquímicos, semillas, fertilizantes y equipos) que se puede estimar entre el 70 y 75% del mercado de estos productos. Fue distribuidora, o productora bajo licencia, de las más importantes transnacionales de agroquímicos y semillas del mundo entre los cuales destacan: Dupont, Syngenta, Bayer, BASF y muchos otros. En estas circunstancias, y como se puede deducir, era el distribuidor de los insumos más utilizados y conocidos por los agricultores venezolanos en todas las regiones del país. En este contexto es digno de destacar el papel central que esta empresa había jugado en la provisión de semillas de hortalizas y frutales de ciclo corto en los Valles Altos Andinos, las áreas hortícolas semiáridas de Lara y Falcón (Valle de Quibor, etc.) y el Sur de Aragua y Noroeste de Guárico donde se ubicaba la producción de cebolla, tomate, pimentón, lechuga, zanahoria, melón, patilla, lechosa y otras frutas y hortalizas. Otro aspecto digno de considerar se refiere al sistema de distribución comercial de este mercado, en el cual no predominaban las ventas en el mostrador de las tiendas sino que se apoyaba en relaciones directas con los agricultores que desarrollaban gerentes y técnicos vendedores de campo. Buena parte de su fuerza de ventas estaba constituida por técnicos con un trabajo muy independiente cuyo ingreso dependía fundamentalmente de las comisiones de venta y no del salario Tenía más de 1.200 trabajadores directos y dependían de ella aguas arriba y abajo más de 6 mil empleos. La expropiación de Agroisleña fue un golpe más grande para la agricultura nacional que para sus propios dueños. Disponible en http://www.innovaven.org/quepasa/agronot9.pdf.
Henrique Meier | Director del Área de Estudios Jurídicos y Políticos del Decanato de Estudios de Postgrado de la Universidad Metropolitana.
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