- ELECCIONES EN GRECIA
El poder de la imagen
La experiencia griega es digna de estudio. Estados Unidos, que impuso su política simultáneamente a Bruselas, Berlín y Atenas, puso a prueba en Grecia la manera de paralizar una oposición popular masiva recurriendo al uso del «pensamiento doble». Ahora falta propagar en el resto de Europa la sensación de impotencia así obtenida para posibilitar la incorporación de la eurozona a la zona donde rige el dólar estadounidense mediante la creación de un gran mercado único transatlántico. - Alexis Tsipras, ídolo de la izquierda «antiimperialista» europea
A pesar de los sondeos que predecían un resultado equilibrado con los de Nueva Democracia, Alexis Tsipras acaba de ganar sus segundas elecciones legislativas con un 35,46% de los votos contra un 28,10% para este último partido. Tsipras decidió de inmediato reinstaurar la antigua mayoría gubernamental aliándose con el partido de los Griegos Independientes, representantes de la derecha nacionalista. Algunos observadores, como Romaric Godin, estiman que «los griegos saben premiar a quien lucha, aunque al final salga derrotado» [1]. Para Godin, «este espíritu de lucha» devolvió la dignidad al pueblo griego.
Primeramente, es importante señalar que el apoyo está lejos de ser masivo, si se tiene en cuenta que hubo un 45% de abstención, o sea, un 10% más que en las elecciones de enero. Si agregamos a eso las boletas en blanco o anuladas (2,5% contra un 0,5% en enero), resulta que cerca de la mitad de los electores manifestaron su descontento hacia la política del gobierno. La abstención, el voto en blanco así como la incapacidad de los disidentes de Syriza –la Unidad Popular– para constituir una fuerza política reconocida por los electores revelan la existencia de un alto grado de desconfianza hacia el conjunto de la clase política y, sobre todo, la existencia de un sentimiento de impotencia. ¿Para qué ir a votar si de todas formas no sirve de nada?
La total sumisión de Tsipras al dictado de los acreedores, después de haber organizado un referéndum en el que los electores se opusieron masivamente a esa capitulación, ha destruido todo deseo de oponer resistencia. Aunque la victoria de la derecha habría sido una derrota, la lucha contra las reformas hubiese podido continuar por otros medios. Pero la victoria de Tsipras, por el contrario, hunde al pueblo en una situación en la que ya ni siquiera tiene las palabras necesarias para seguir luchando. La derrota se convierte en “victoria” y a la colaboración se le llama “resistencia”. La “Troika” ya no es el adversario del gobierno griego, ahora se convierte en su aliado en su «lucha contra la oligarquía y el fraude fiscal». Las reformas iniciadas por el gobierno supuestamente serían más eficientes con la ayuda de las instituciones europeas, que se presentan así como importantes instrumentos de lucha contra el capital financiero.
Sin embargo, a pesar de su carácter paradójico, la mayoría que Syriza acaba de obtener y su relativa victoria en las urnas indican algo muy real: la actual supremacía de la imagen por encima de los hechos.
Una imagen de resistencia
Vemos, en efecto, que la capitulación del primer ministro Tsipras no afectó su imagen. Tsipras pudo darse el lujo de declarar: «No se me puede reprochar no haber luchado. Yo luché hasta donde nadie ha luchado» [2]. Con ello sale de una problemática de enfrentamiento para ponerse en posición de víctima. La iconografía que resulta de esta posición de víctima fusiona dos aspectos: proyecta la imagen del héroe que ha luchado más que nadie antes que él al mismo tiempo que la imagen de la víctima que no tuvo otra opción que firmar los acuerdos bajo la amenaza «del revólver en la sien».
Así se consagra la imagen de la «izquierda radical». La madre de Alexis Tsipras, de 73 años, cuenta al semanario popularParapolitika (Παραπολιτικά): «Últimamente Alexis no come ni duerme. Pero no tiene opción, tiene una deuda con el pueblo que confió en él» [3]. Su esposa agrega: «Sólo lo veo muy raramente. Vive entre el aeropuerto y el Parlamento. No tiene tiempo de ver ni a sus hijos. ¿Cómo tendría tiempo para verme a mí?» Todo se reduce al sufrimiento del político fiel pero herido. La supremacía de la imagen suprime toda separación entre los ciudadanos y el poder. La crítica se convierte entonces en una herejía ya que negaría el sacrificio que está haciendo el dirigente.
De esa manera se desplaza el verdadero motivo del enfrentamiento desde la oposición objetiva entre fuerzas sociales hacia el conflicto interno del primer ministro y su estado de ánimo. Se despoja a la gente del carácter material de sus propias luchas para tratar de proteger la imagen de Tsipras. El resultado de las elecciones reafirma a un primer ministro que renunció al cumplimiento de sus promesas electorales y que invirtió con su acción los resultados del referéndum que él mismo había organizado. Su éxito [electoral] prueba la eficacia de un procedimiento que exige a los pueblos dejar en suspenso sus propios intereses para mantener intacta la imagen de resistencia de su dirigente.
Supremacía de la imagen
La imagen exhibe lo invisible: la lucha desigual de Tsipras. Revela lo que se esconde detrás de los hechos, detrás de su capitulación ante la Unión Europea. El resultado de las elecciones convierte la mirada de Tsipras sobre sí mismo en algo “objetivo” y es eso lo que se pone en lugar de la realidad. La imagen se hace así más real que la realidad y escapa a la contradicción. La fusión que se instaura así entre los ciudadanos y su dirigente hace que su «resistencia» no puede ser cuestionada ni objeto de crítica.
La imagen siempre ha sido un tema central para el gobierno griego. Por ejemplo, la simple modificación en la manera de designar a sus interlocutores –la «Troika» se convirtió en «las Instituciones»– también fue presentada como una victoria.
Sin embargo, el gobierno griego se plegó por completo a las exigencias de los acreedores y aceptó el endurecimiento de sus exigencias. Por cierto, las exigencias de la «Troika» no han terminado aún. La nueva degradación económica del país permitirá a las «Instituciones» exigir más restricciones y nuevas privatizaciones. Debido a la situación de urgencia, estas privatizaciones tendrán realizarse vendiendo a precio de ganga. Debido a la capitulación, el gobierno griego no podrá hacer otra cosa que participar en el descuartizamiento del país. A pesar de ello, gracias a la manipulación de la imagen, el abandono de los principios iniciales es designado como «lucha».
Borrando la diferencia entre una cosa y lo contrario
La imagen «es la cosa sin serlo», establece una equivalencia entre lo que existe y lo que no existe. De esa manera, se hace posible presentar la capitulación como una victoria. Es así como, al comparecer ante el Parlamento griego para llamar los diputados a acelerar el proceso de aplicación del acuerdo firmado con las «Instituciones» europeas, Tsipras declara: «Es crucial no perder ni un milímetro del terreno que ganamos al firmar el acuerdo.» [4]
Ese proceso de eliminación de la diferencia entre una cosa y lo contrario es una constante en la política de ese gobierno. El primer ministro llamó a sus conciudadanos a pronunciarse, a través de un referéndum, en contra de las propuestas de la Unión Europea, propuestas que finalmente fueron rechazadas por el 61% de los votantes. Pero, después de eso, Tsipras acepta un acuerdo aún más desfavorable para la población griega. Y mientras se somete al dictado de la Unión Europea, Tsipras declara: «No creo en ese acuerdo. Es un acuerdo malo para Grecia y para Europa pero he tenido que firmarlo para evitar una catástrofe.» [5].
Pensamiento doble
Panos Kammenos, ministro de Defensa y presidente de los Griegos Independientes –el partido nacionalista miembro de la coalición gubernamental–, también declaró que la aceptación del acuerdo del 13 de julio era una «capitulación» resultado de un «chantaje» y de un verdadero «golpe de Estado», y agregó: «Grecia capitula pero no se rinde.» [6], antes de pedir a los diputados de la mayoría que votaran a favor del acuerdo.
Tsipras y Kammenos desarrollan aquí un sistema de pensamiento doble que consiste en anular algo enunciado en el momento mismo en que se enuncia, aunque se mantiene lo que se había dado a entender anteriormente. De esa manera, el diputado y el ciudadano a quienes se dirigen tales discursos deben ser capaces de aceptar simultáneamente elementos que se oponen, sin resaltar por ello la contradicción existente. Se conjugan así, en las mentes, dos visiones incompatibles.
Enunciar simultáneamente una cosa y lo contrario provoca una desintegración de la conciencia. La negación de la oposición existente entre las dos proposiciones impide toda representación. Se hace entonces imposible percibir la realidad y analizarla. Al vernos en la incapacidad de distanciarnos de la emoción, no podemos hacer otra cosa que sufrir la realidad y someternos a ella en vez de pensarla y organizarla.
Un principio del sometimiento
El individuo se ve entonces en posesión de dos visiones incompatibles y carentes de todo vínculo. La negación de la oposición entre esos dos elementos suprime la conflictualidad ya que hace coexistir en el seno del yo dos afirmaciones opuestas que se yuxtaponen sin influenciarse entre sí. Este procedimiento, que el sicoanálisis denomina como «clivaje», impide todo juicio y provoca una indiferenciación de los elementos de la realidad. La deconstrucción de la facultad de simbolizar impide la formación de una memoria y se opone así a la constitución de un «nosotros». Convirtiéndonos en mónadas, el discurso tiene entonces un efecto de petrificación ante la omnipotencia de las instituciones europeas y nos encierra en la sicosis: no hay otra política posible.
En su novela 1984, George Orwell ya describía el «pensamiento doble» [7] que consiste en «sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente» [8].
George Orwell ya había identificado esos «principios del sometimiento» que privan al individuo de toda capacidad de resistencia y cuya función es borrar en el sujeto «todo recuerdo de la existencia de un deseo posible de resistencia» [9].
La política que tiende a borrar el «deseo mismo de resistencia» está presente en el pedido del fiscal general del Tribunal Supremo al Parlamento griego para que este último examinara dos denuncias presentadas contra el ex ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, en relación con la elaboración de un plan –que no llegó a ser aplicado– para la creación de una moneda paralela. Como escribe Courrier International: «Sus reflexiones secretas pudieran tener importantes consecuencias para el jefe de las Finanzas griegas» [10]. El sólo hecho de pensar en resistir podría ser convertido en delito.
Fortalecer la integración
a la estructura imperial
El proceso de pensamiento doble no se limita a la política económica y financiera del gobierno sino que también está presente en su política exterior. El rabino Mordechai Frizis, ex gran rabino de Salónica, había expresado inquietud ante la victoria electoral de Syriza declarando que el «partido Syriza es un partido antisionista que está en contra de Israel» [11]. El supuesto antisionismo del gobierno griego se tradujo recientemente en la firma de un importante acuerdo militar con Israel [12]. Este pacto es similar al que existe entre Israel y Estados Unidos. No hay otro equivalente. Garantiza inmunidad legal a todo el personal militar durante un entrenamiento en el territorio del otro país [13].
Ese acuerdo estipula que la marina de guerra de Israel puede intervenir en aguas chipriotas y en el Mediterráneo oriental para neutralizar todo ataque islamista contra intereses griegos o los del Estado hebreo. De ser necesario, unidades de élite de las fuerzas armadas de Israel también podrían desplegarse en las plataformas de extracción de gas de Chipre o instalarse en bases militares griegas [14].
Quien firmó ese acuerdo en nombre del gobierno griego fue Panagiotis Kammenos, ministro de Defensa griego y miembro de los Griegos Independientes [ANEL], el partido nacionalista miembro de la mayoría gubernamental. Pero ese acuerdo no hubiese sido posible sin la aprobación de Syriza. El 6 de julio de 2015, esa opción fue confirmada por el viaje del ministro de Relaciones Exteriores nombrado por Syriza, Nikos Kotzias, a Jerusalén para conversar con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu con el fin de «fortalecer los vínculos bilaterales entre los dos países».
Además, a pedido de las autoridades estadounidenses, el gobierno de Tsipras acaba de prohibir que los aviones rusos que vuelen a Siria pasen por el espacio aéreo griego, decisión tomada poco antes del inicio del traslado del material, militar y no militar, «destinado a la lucha contra los mercenarios del Estado Islámico».
De esa manera, el discurso de Syriza, presentado como el resultado de una voluntad popular de «romper con el imperialismo», se acompaña en realidad con una política de fortalecimiento de la integración a la estructura imperial. La acción del gobierno debe olvidar el programa del partido y este último renuncia a hacer algo concreto. El antiimperialismo existe únicamente como discurso y se hace posible aplicar paralelamente una política que va en el sentido opuesto. Nos situamos fuera del lenguaje, discurso y realidad coexisten de manera independiente, el primero como simple letanía, como balbuceo, o sea como simple gozo, mientras que la segunda [la realidad] se reduce a lo innombrable, a lo real que no podemos pensar y que, por consiguiente, no podemos enfrentar. Lo que se dice se convierte en lo real, ambas cosas se confunden. Y así, la separación de lo que dice el poder ya no es posible.
La austeridad como
única política posible
Alexis Tsipras repitió durante toda la campaña electoral que respetaría sus compromisos, subrayando que no estaba de acuerdo con la política de austeridad. El gobierno griego se comprometió a adoptar en los 3 próximos años unas 223 nuevas medidas a cambio de un financiamiento de 86 000 millones de euros. La aplicación del tercer memorándum pone a Grecia bajo estrecha vigilancia. El dinero se entrega con cuentagotas y a cambio de reformas muy precisas. El tercer memorándum no deja al gobierno griego ningún margen de iniciativa en el sector presupuestario [15].
Al conservar la coyunda del euro, el futuro de los bancos también depende de la buena voluntad de los acreedores ya que estos son los únicos que pueden dar luz verde al programa de recapitalización, que se eleva a 15 000 millones de euros [16].
Alexis Tsipras justificó su capitulación ante el dictado de la Troika con la vaga promesa de una futura restructuración de la deuda. El FMI declaró varias veces que esa restructuración era una necesidad y una condición para su propia participación en el financiamiento de las reformas. Sin embargo, debido a la oposición de Berlín, Grecia sólo podía esperar reducciones de tasas, un reescalonamiento de los pagos y obtener plazos más largos. Para Alemania, el objetivo era mantener la presión sobre el gobierno griego instaurando una restructuración «progresiva» [17]. Esta interpretación se vio confirmada en una entrevista concedida, el 1º de octubre, al Financial Times por el director del Mecanismo Europeo de Estabilidad, Klaus Regling. En esa entrevista Regling advirtió que, a pesar de las declaraciones de Tsipras, Grecia no debería poner sus esperanzas en una amplia renegociación de su deuda. El país estaría así condenado a pagar una renta perpetua a sus acreedores y a sufrir una creciente depauperación.
Una nueva depauperación del país
Alexis Tsipras se comprometió, «por su honor y su conciencia», a «servir al pueblo griego». Pero es posible que su honor y su conciencia no pesen mucho comparados con sus compromisos con los financieros, después del memorándum impuesto por las «Instituciones» y aceptado por el gobierno griego. Ese documento no deja ningún espacio a la iniciativa política y cancela la soberanía del Estado griego.
Las reformas impuestas afectan todos los sectores de la economía, incluyendo los más importantes para la vida cotidiana. Eso va desde el precio de la leche hasta la fecha en que se inician las rebajas en las tiendas, pasando por el trabajo dominical –autorizado o no–, el monto de los salarios en los sectores privado y público y las compensaciones en caso de despido. Sin olvidar la venta de medicamentos en los supermercados, la liberalización de los oficios considerados cerrados y las privatizaciones [18]. Los acreedores soltarán los 86 000 millones de euros concedidos en 3 años con cuentagotas, sólo después de verificar que se aplican las reformas y que Atenas respeta los objetivos impuestos en materia de presupuesto. El margen de maniobra [del gobierno] es cero. Desde finales de octubre, caerá sobre los griegos una serie de tasas y de impuestos, acompañados de reducciones de los retiros complementarios. El gobierno también tendrá que aumentar la edad legal para el retiro llevándola de 65 a 67 años, reducir las posibilidades de pre-retiro, concretar las privatizaciones y liberalizar el mercado de la energía.
En 5 años, la política de austeridad impuesta Grecia ya redujo el PIB del país en un 25% o un 30%, la afectación ha sido aún mayor para el nivel de vida de la gran mayoría de la población pero los altos ingresos han sido poco afectados por las medidas adoptadas. El plan impuesto no puede más que acentuar esta tendencia: agravación de la austeridad y aumento relativo de la deuda.
Así que Grecia no podrá cumplir sus compromisos, lo cual provocará una nueva intervención externa. Es posible que la salida de Grecia de la eurozona sólo se haya retrasado. Además, Grecia pierde la parte fundamental de lo que aún le quedaba de soberanía nacional ya que tendrá que someterse a mecanismos de recortes automáticos de sus gastos y aceptar las reformas que le impongan las instituciones europeas. ¿Cuál sería la «catástrofe»? ¿Un nuevo y rápido debilitamiento programado del país o una salida del euro que permitiría un «default» en el pago de la deuda al mismo tiempo que una posibilidad de reactivación de la actividad económica?
Grecia: un objetivo que no pasa de ser un espejismo
El plan instaurado por el ministro alemán de Economía Wolfgang Schauble no apunta prioritariamente hacia Grecia sino que su objetivo, a través de ella, es alcanzar a los países que presentan un importante déficit presupuestario –como Italia y Francia– con el fin de trasladar a manos de las instituciones europeas –o sea, de Alemania– lo que aún queda de sus prerrogativas presupuestarias [19]. Si bien la extinción de la eurozona mediante la formación de un conjunto transatlántico está en los planes de las instituciones europeas, no es menos cierto que ese desmantelamiento debe efectuarse de forma ordenada, siguiendo el modelo de «la austeridad», al estilo de Alemania, de la potencia europea dominante alrededor de la cual Estados Unidos construyó la Unión Europea y también alrededor de la cual está deconstruyendo ese conjunto regional. Los pueblos empobrecidos de la Unión Europea ya no podrán servir de destino privilegiado a las exportaciones alemanas, que tendrán que volverse entonces hacia Estados Unidos.
En efecto, la disolución de la Unión Europea en esta nueva zona política y económica [transatlántica] sólo puede concretarse mediante un importante retroceso del nivel de vida y de las libertades en Europa. Los pueblos de la Unión Europea tendrán que aceptar la pérdida de lo que habían logrado. El experimento griego, que lleva a crear una sensación de impotencia ante esas políticas devastadoras, revela entonces totalmente su objetivo final.
Propagar una sensación de impotencia entre los pueblos de la Unión Europea
En sus célebres conferencias, el historiador Henri Guillemin, nos recordaba una citación de Maurice Barres, inspirador de la derecha nacionalista francesa, citación que data de 1897:
«La primera condición de la paz social es que los pobres se sientan impotentes.»
Esa sentencia arroja luz sobre el resultado de las negociaciones de Alexis Tsipras, al tiempo que aclara el objetivo del ataque contra los pueblos de todo el conjunto de países de la Unión Europea.
Tsipras ha querido creer que lo que él consideraba tabú –un «Grexit» que supuestamente implicaría un peligro de desmantelamiento de la eurozona– lo era también para sus interlocutores. Pero para los dirigentes de la Unión Europea, y principalmente para Alemania, la construcción europea está destinada a desaparecer en el futuro gran mercado transatlántico. Esa es la actitud de Alemania que, tanto al nivel de la lucha contra el fraude fiscal como en lo tocante a sus repetidas tergiversaciones ante los ataques contra el euro, ha favorecido las operaciones de los «hedge funds» estadounidenses [20].
Esta voluntad de poner la eurozona en dificultades se confirma con la reiterada negativa a aceptar lo inevitable: la restructuración de la deuda griega. La negación de esa evidencia crea una inestabilidad permanente en la mayoría de los países miembros de la zona euro y los pone a merced de la amenaza de los mercados financieros. Esta actitud es coherente con el compromiso prioritario de este Estado europeo con la implantación de una unión económica con Estados Unidos.
Preparar el gran mercado transatlántico
La repercusión del forcejeo entre las instituciones de la Unión Europea y Grecia va más allá del empobrecimiento programado de ese país. Tiene que ver con el futuro mismo de la Unión Europea. Tenemos que recordar que la integración de la Unión Europea al futuro mercado transatlántico es sinónimo de una importante reducción del poder adquisitivo y de una destrucción de las libertades de los ciudadanos europeos. La indiferencia de los pueblos ante la proliferación de legislaciones antiterroristas, que suprimen sus libertades individuales y públicas, es hasta ahora tranquilizadora para los poderes europeos y nacionales. En cuanto a Chipre y Grecia, hay que decir que son dos laboratorios donde los dirigentes de la Unión Europea pueden poner a prueba, a escala real, la resistencia de los pueblos ante los ataques masivos contra sus niveles de vida.
La experiencia chipriota ya había mostrado que es posible confiscar sin problemas los ahorros de la ciudadanía. Hay que recordar que el 60% del monto de las cuentas bancarias de más de 100 000 euros del mayor banco de Chipre –el Bank of Cyprus– fue confiscado para reequilibrar las cuentas de esa firma [21].
Esa medida fue presentada como una disposición adoptada contra las mafias y como una forma de luchar contra la especulación internacional. Pero el desarrollo de los acontecimientos desmintió aquella versión. Antes de la aplicación de la disposición ya anunciada, las agencias bancarias chipriotas se mantuvieron cerradas mientras que las grandes agencias británicas y rusas se mantenían abiertas, para que las mafias y los propietarios de grandes fortunas pudieran retirar sus fondos.
En cuanto a la experiencia griega, lo que nos muestra es que, a través del endeudamiento, es posible despedazar un país y hundir a la gran mayoría de su población en la miseria.
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