El “socialismo del siglo XXI” se ha convertido en un fenomenal pretexto para privatizar lo público en manos de la nueva clase
Humberto García Larralde / Soberania.org
A la memoria de ese excelente e insigne intelectual y amigo que fue Heinz Sonntag
El título evoca un revelador libro de Milovan Djilas[1] luego del triunfo del comunismo en Yugoeslavia. El escrito le valió varios años de cárcel, ya que denunciaba la instauración de una nueva clase en los regímenes marxista-leninistas, formada por los jerarcas del partido que pasaron a dominar el poder político y militar. Dado el atraso de los países en que se había instalado el comunismo, no estaban dadas las condiciones para su transformación socialista. Ésta se entendía como industrialización forzosa bajo la égida central del Estado, proceso que solía acompañarse de la colectivización de la agricultura y la conculcación de libertades sindicales.
El socialismo fue impuesto por los grupos minoritarios que se apoderaron de la maquinaria estatal, aplicando métodos violentos contra los que se interpusieran en la prosecución de este propósito. El provecho sin restricciones de los recursos del Estado no tardó en prohijar una casta privilegiada, amparada en un marxismo dogmático que legitimaba tal proceder por responder a las fuerzas de la Historia, y que engendró el apoyo incondicional de sus partidarios. El proletariado, supuesto sujeto “liberado” por la revolución, pasó a ser explotado por esta nueva clase gracias al control absoluto que ejercía sobre las palancas del poder, que le permitía centralizar en sus manos para su usufructo discrecional[2] porciones crecientes del producto social a expensas de la remuneración salarial. Lo paradójico -señala Djilas-, era que muchos líderes/burócratas justificaban su provecho de las prebendas que les otorgaba el poder como recompensa a sus responsabilidades en la conducción de la revolución.
Djilas plasmó sus denuncias siendo comunista -fue segundo de Josip Broz Tito, caudillo comunista que lideró la liberación de Yugoslavia del yugo nazi-, no obstante su abandono de esta perspectiva en años posteriores. Sea cual fuere nuestra apreciación de las categorías de análisis con que se valió, arrojó en su momento una luz -inesperada desde la izquierda- sobre la naturaleza de los regímenes comunistas, de utilidad para entender aspectos importantes de la realidad venezolana actual. El usufructo discrecional de la riqueza social por parte de la oligarquía milico-civil en el poder guarda semejanzas –pero también diferencias- con el análisis hecho por el escritor montenegrino.
La nueva clase adopta la forma ‘rentista’ descrita por Marx, ya que se apodera de parte del valor social generado a través de relaciones despóticas de dominio. A diferencia, la apropiación por parte del capitalista del ‘plusvalor’obedece a transacciones de mercado mediante las cuales se paga al obrero el valor de su ‘fuerza de trabajo’ para que, en el proceso productivo, genere un valor superior, diferencia que retiene el dueño de la fábrica como ganancia al vender el bien elaborado. Aunque la ‘teoría del valor trabajo’ que fundamentaba tal apreciación ha sido descartada por la ciencia económica, resulta útil la distinción entre ‘mecanismos mercantiles que enmarcan la generación de riqueza social’ de aquellos que ‘la expolian’ con base en ‘relaciones despóticas de dominio’.
Al abolir la interacción de la oferta y la demanda en la formación de los precios, la objetivación impersonal de un intercambio mercantil basado en el consentimiento mutuo es sustituida por la subjetividad y la discrecionalidad de burócratas que tienen ahora el poder de fijar precios. Al desconocer el costo de producción y comercialización, se genera desabastecimiento, como ocurre actualmente en Venezuela. Aparecen oportunidades de lucro especulativo instantáneo, comprando productos regulados escasos que se revenden a precios varias veces superior. Los incentivos perversos de los controles de precio, hacen del bachaquero y del contrabandista dolientes por excelencia de este peculiar “socialismo”. Pero se enriquecen además los que tienen la potestad de incidir en la distribución de los bienes regulados en todos los niveles, desde los más altos funcionarios que deciden los precios y las regulaciones -que hacen desaparecer los bienes-, pasando por los guardias y policías que se supone deben impedir los ilícitos (¡!) de la reventa, hasta los dueños, cajeras y empleados de mercados que avisan cuando llega mercancía regulada y/o reservan bultos a los “panas” a cambio de participación en el diferencial de precios. Los numerosos controles impuestos a empresas y comerciantes, y las severas penalizaciones de las leyes “socialistas” potencian, asimismo, las posibilidades de extorsión.
En la cúspide de esta pirámide de corrupción se asienta la nueva clase, la oligarquía milico-civil que actualmente ocupa el poder. Ella está comprometida con mantener este sistema hambreador, incluyendo el disparatado control de cambio, no obstante la brutal inflación que ha ocasionado y las penurias –algunas fatales- de no poder conseguir algunos medicamentos. La indisposición a rectificar sus políticas ruinosas no es porque sean brutos y no se dan cuenta (¡!) de sus efectos, o que estén presos de concepciones ideológicas atrasadas, no. Tienen intereses creados en torno a la expoliación de la riqueza social y se han apoderado de los espacios del Estado “revolucionario” para hacer de él una maquinaria formidable de lucro individual a través de esos controles.
La destrucción del Estado de Derecho ha sido decisiva para este arreglo. La conversión del poder judicial en instrumento del Ejecutivo y la impunidad de los numerosos hechos de corrupción, el acorralamiento de los medios independientes, el acoso a las universidades, y la ausencia absoluta de transparencia y de rendición de cuentas en el uso de los dineros públicos, crea un escenario muy favorable a la depredación “revolucionaria”. Y ésta se cobija en un imaginario que pretende hacer creer que todo ello ha sido en beneficio del pueblo (¡!). Para ello las autoridades del BCV esconden toda información sobre el desempeño de la economía, violando sus responsabilidades legales.
La ideología comunistoide ha sido invalorable para estos designios de poder. Como nos lo recuerda Djilas, legitima la expoliación social cobijándola en una retórica justiciera y de redención de los oprimidos. Con contraposiciones simbólicas propias de una visión maniquea esencialmente fascista, se manipula la opinión pública para proyectar como enemigos a quienes denuncian el régimen de depredación. Aparece, así, la idiotez de una “guerra económica”de la burguesía y el imperio contra la “revolución” buscando socavar las conquistas (¡!) del pueblo, como responsable de las penurias sufridas. Ella obliga a cerrar filas en torno al comando milico-civil para resistir tal acometida y vencer al enemigo. Asimismo, legitima la violación de los derechos humanos a través de la aplicación del paquete tecnológico cubano de represión, tan en boga últimamente. El poder de la ideología es tal que algunos usurpadores de esta nueva clase hasta se creen sus propios disparates. En todo caso, la repetición incesante de clichés permite evadir la tragedia engendrada y aliviar la conciencia de tan “sacrificados revolucionarios”. El “socialismo del siglo XXI” se ha convertido así en fenomenal pretexto para privatizar lo público en manos de la nueva clase.
El pueblo venezolano enfrenta una alianza entre la oligarquía depredadora y un comercio parasitario –bachaqueros, contrabandistas- que están devastando al país, arrinconando el esfuerzo productivo. Es una alianza suicida, que socava las bases de su propio sustento al destruir la economía. Lamentablemente, el egoísmo y las ansias de lucro de los nuevos oligarcas se sobre impone a los intereses de la población. ¿En qué otras condiciones los Jorge Rodríguez, Elías Jaua, Aristóbulo Istúriz, los clanes Maduro, Flores, Cabello y Chávez disfrutarían de tanta “generosidad” del Estado bajo su control? ¿Qué talentos poseen para disfrutar de sus niveles actuales de vida si no fuera así?
“Тhе new class instinctively feels that national goods are, in fact, its property, and tћat even the terms ‘socialist’,’social’, and ‘state’ property denote а general legal fiction. The new class also thinks that any breach of its totalitarian аuthority might imperil its ownership. Consequently, the new class opposes any type of freedom, ostensibly for the purpose of preserving ‘socialist’ ownership. Criticism of the new class’s monopolistic administratioп of рrореrtу geпerates the fеаr of а possible loss of роwеr”. Djilas, op. cit., Pág. 65
El desafío de las contiendas políticas venideras es consolidar una amplia mayoría dispuesta a acabar con el presente sistema rentista de expoliación. Para ello es menester un proyecto económico y político basado en la competitividad, la generación de empleos productivos y la conquista del Estado de Derecho. El debate político debe asumir este desafío.
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Referencias:
[1] Milovan Djilas, The New Class. An Analysis of the Communist System, Thames and Hudson, London, 1957.
[2] “Ownership is nothing other than the right of profit and control. If оnе defines class benefits by tћis right, the Communist states have seen, in the final analysis, the origin of а new form of ownership or of а new ruling and exploiting class”. Pág. 35
http://www.soberania.org/
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