La corrupción y la ineptitud manifiesta de quienes nos gobiernan nos llevan a una crisis que jamás vimos, ni siquiera nos parecemos a la Cuba de Raúl, que busca salidas a su crisis con el imperio, el mismo que fue acusado durante décadas de asfixiar a la revolución con el bloqueo económico para provocar su caída. Hoy somos la copia de la miserable Cuba de Fidel Castro, que sufrió las carencias del período especial cuando se quedó sin subsidios soviéticos y condenó a los cubanos a una feroz lucha por la supervivencia.
Así estamos los venezolanos, corriendo detrás de un pollo y dos paquetes de arroz, recibiendo limosnas del Estado; para colmo, a cualquiera lo matan para arrebatarle las bolsas con papel higiénico y jabón de lavar. La delincuencia es un agravante en toda esta conflictividad social, por eso, estamos peor que en Cuba, donde no hay secuestros, ni existe la inseguridad que mantiene en estado de pánico a los ciudadanos y los obliga a emigrar.
Aquella proclama de Hugo Chávez: “No importa que pasemos hambre, no importa que andemos desnudos, aquí lo que se trata es de salvar la revolución”, fue un retrato de la pobreza al desnudo que alienta el socialismo del siglo XXI, con los resultados devastadores de hoy. Cada paso hacia la destrucción del país y la ruina del sector privado, ejecutados por un gobierno malandro, ha sido planificado para favorecer los negocios cubanos.
Las ganancias obtenidas por los hermanos Castro como agentes de importación de alimentos no pueden cuantificarse. Desde hace más de diez años hemos revelado en estas líneas el funcionamiento de una autopista abierta con La Habana a través de Alimport –compañía estatal cubana, que por cierto convirtió a Estados Unidos en el quinto socio comercial de la isla, a pesar de la Ley de Embargo–, que triangula las importaciones de alimentos, medicamentos y línea blanca.
El verdadero precio de esas operaciones es desconocido incluso por funcionarios y militares venezolanos involucrados en los megaguisos. El modus operandi cubano ha sido el de adquirir alimentos y medicinas próximos a su fecha de vencimiento, para que el precio sea 80% menor del valor. Lo que se viene cocinando para Venezuela es la creación de un organismo de compras y distribución similar a la corrupta Alimport cubana. Hacia allá vamos, desde baterías y cauchos, comida, licores, medicinas, repuestos, así como todo los rubros expropiados y desaparecidos, todo se centralizará a través de una importación y distribución única. El gobierno necesita la escasez para justificarlo.
La semana pasada, en Miraflores, el vocero de un grupo de empresarios chinos afirmó: “La escasez es el paraíso de nosotros los empresarios”. Agregó que ellos pasaron por una crisis similar antes de la “apertura” del régimen comunista hacia el capitalismo de Estado, que ha convertido a China en el país con más billonarios del planeta. Los chinos vienen por todo, lo dijo ese vocero claro y raspado en cadena nacional: “Estamos en el paraíso”.
Ofrecen desde mentol chino hasta el dinero fresco que en su desesperación necesita el gobierno para comprar votos; a cambio entrarán en el negocio petrolero. Como decía el viejo John D. Rockefeller, fundador de Standard Oil Company: “Una empresa petrolera es el mejor negocio del mundo y una empresa petrolera quebrada ¡es el segundo mejor negocio del mundo!”. Esto es lo que Maduro permitirá hacer a los chinos con una Pdvsa quebrada. Por los vientos que soplan, no solo los cubanos habitarán en exclusividad “el paraíso”. La presencia de chinos y cubanos junto a sus cómplices del malandraje chavista será nuestro verdadero infierno.
Publicado en El Nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario